Llega el verano a nuestra ciudad, y unos más y otros menos, cada cual en la medida de sus posibilidades y responsabilidades laborales, relaja sus rutinas, cae en la tentación de los helados, alarga las noches con los amigos, bendice las terrazas y los chiringuitos y se arrepiente (si eso...) de no haber hecho caso a tiempo de los consejos de gurús de la «operación bikini».

Con suerte retomamos con fuerza el hábito de la lectura de esas cosas que nos hemos dejado «para cuando tenga una miajita de tiempo».

Pues ya es ese tiempo y, como Ars Creatio y su revista no cierran por vacaciones, aquí tenéis a vuestra disposición la número 67, haciendo gala como siempre en sus contenidos de la frase de «para gustos, los colores».

Pero el verano es también tiempo de introspección; nos ocurre un poco como con el cambio de año, donde uno hace balance de lo que lleva realizado y afloja el ritmo, mirando para dentro en esas siestas tan necesarias para soportar la temperatura que estos días nos ataca.

Pongamos entonces en práctica nuestro propio kintsugi, técnica japonesa que reconstruye cualquier objeto quebrado con laca de oro o plata, que, lejos de disimular el desperfecto, lo hace más visible. Podemos aplicárnoslo para nuestras propias batallas diarias, que nos indicarán lo orgullosos que debemos estar de nuestras cicatrices, pues eso significa que nos estamos recuperando o nos hemos recuperado, y por lo tanto somos más fuertes aunque no los mismos.

Al fin y al cabo, como decía Heráclito, nada es permanente a excepción del cambio.

Feliz verano del 22.