En tiempos difíciles como los que atravesamos, solemos agarrarnos a cualquier signo que sugiera cambio: hasta la cifra final de las cuatro que nominan un año. Tantas ganas teníamos de dejar atrás un periodo nefando, que tendemos a pensar que esa cuarta cifra toma carácter mágico.

Un almanaque en blanco siempre se ofrece abierto a la esperanza. En este caso, la esperanza se identifica con nuestro estado anterior. Con nuestras inquietudes, con nuestras decepciones, con nuestros tropiezos; pero nuestros, al fin y al cabo. Un estado en que lo que emprendíamos, para bien o para mal, dependía de nosotros mismos.

 

Cuando le pedimos a esa cuarta cifra que nos devuelva a un tiempo en que, quizá sin saberlo, éramos felices, hemos de ser conscientes de que la esperanza también requiere paciencia, para que las anotaciones del almanaque recién estrenado alcancen el tono que todos deseamos. No por escribir antes se escribe mejor: se trata de escribir con las palabras adecuadas.

 

Ars Creatio estrena con esta revista trimestral, la sexagésima primera sin interrupción, un año crucial para cuanto conocemos, en un invierno crudo como pocos y con la lucha sin cuartel encarrilada por otros derroteros. La asociación, como suele, ha elaborado su programa de actividades con el objetivo de desarrollarlo en su totalidad y de seguir contando con el amable apoyo y reconocimiento del público. Los autores firmantes de estas páginas —muchas gracias por acudir a la llamada— comienzan el apasionante camino. El nuevo almanaque ya no está vacío.