Un canto a la primavera

Ya se vislumbra la primavera. Un invierno frío y triste deja paso a días de sol y alegría. La gente se agolpa en calles y plazas buscando un no se qué; buscando un algo que está dentro de los corazones y hace vibrar los más íntimos sentimientos.

Son días de “calor”. Son días de “color”.

La luz viste cada rincón de nuestro interior y nos muestra unas sensaciones irrepetibles, quizá por el novedoso ritmo de nuestro propio ser. ¡Ay primavera, no te detengas!, ¡ay primavera mía, ven y quédate!

Los campos verdean y los almendros florecen, tiñendo de un tono blanquecino el horizonte extenso, inalcanzable, inabarcable.

Ven primavera, no te detengas, ven rauda y veloz cual mariposa.

No te importe molestar. Ven y quédate. No te rindas.

Entra en nosotros, haznos sentir que estás presente.

Libéranos de nuestras ataduras, ven y llénanos de calor y de color.

Mándanos al rey astro y no permitas que caigamos en la soledad más sórdida y desesperada. Ámanos, mímanos.

Penétranos hasta lo más hondo de nuestro propio Yo.

“Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más por lo que de nosotros mismos nos descubre que por lo que de él mismo nos da”. (Miguel de Unamuno)