Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 2 – Primavera 2006
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

“Y qué le voy a hacer si me falla alguna pieza por creer que la Belleza no se rinde ante el poder.”

Luis Eduardo Aute, Prefiero Amar.

     Abrazados a la primavera, como no queriendo soltarla, estamos todos. Después de que el invierno anegara nuestras vidas de frío y lluvia, de vientos polares y termómetros con abrigos y bufandas, de pastillas para la garganta y cafés humeantes, llegó la primavera, la estación deseada. No es de extrañar que a esta estación se asocien muchas ideas positivas, tales como la fertilidad, el amor, el renacer de la naturaleza,... Expresiones que guardan entre sí una misma cualidad, una idéntica característica: la Belleza.

     Buscando la palabra BELLEZA en Internet nos encontramos con infinidad de opciones, pero todas ellas referidas a algo físico. Hay bellezas que se compran; y bellezas que se venden. Hay bellezas de usar y tirar; y bellezas para toda la vida. Hay bellezas protegidas por fuertes medidas de seguridad y que valen millones; y bellezas paseando por la calle, sin que nadie las reconozca como tales, de momento. Hay centros donde te pueden convertir en una belleza; o eso dicen. Hay remedios contra la no belleza; o eso prometen. Apremian todas estas referencias a no dormirse en los laureles, pues parece que el tiempo juega en nuestra contra. “La hermosura,/ la gentil frescura y tez/ de la cara,/ el color y la blancura,/ cuando viene la vejez,/ ¿cuál se para?.”. Qué cercanos estos versos de Jorge Manrique...

     La belleza y el tiempo, enemigos íntimos, alumna y maestro, acusada y juez. Sólo aquella belleza capaz de superar la temible cumbre del tiempo sin perder un ápice de su hermosura será digna de considerarse como tal. Engañado vive todo aquel que piense que la belleza puede provenir de otro lugar que no sea esa misteriosa caja de Pandora a la que llamamos ARTE.

     Cuando alguien crea hace un milagro. El milagro de hacer que de la nada aparezca algo lleno de belleza. Cuando Juan Rulfo escribe un relato de poco más de cien páginas que titula Pedro Páramo crea belleza. También lo hace un joven director francés que revoluciona el medio en la frontera de la década de los 60 con una película titulada Los cuatrocientos golpes. O cuando un pintor, cineasta, cantante,...artista llamado Luis Eduardo Aute compone una canción llamada precisamente La Belleza. Y es en esta canción donde podemos encontrar toda la clave, si es que existe alguna, sobre lo que es, o debería ser, eso tan abstracto y tan concreto que es la Belleza. Lo que ocurre es que este maestro de los juegos de palabras habla en esta ocasión por la vía negativa, es decir, nos dice lo que nunca debería ser la belleza. Nunca debería ser moneda de cambio para los mercaderes, para los especuladores, los que tratan de sacar tajada de cualquier pastel que se les ponga en las narices: “Míralos como reptiles al acecho de su presa, negociando en cada mesa maquillajes de ocasión. (...) Mercaderes, traficantes, más que náusea dan tristeza, no rozaron ni un instante la Belleza...”. Nunca puede la Belleza ponerse al servicio de los que ven la vida como una escalera; una escalera a la que hay que trepar aunque para pasar de un escalón a otro sus pies pisen las cabezas de los que no pueden, o no quieren, seguir su ritmo: “Y ahora que ya no hay trincheras, el combate es la escalera. Y el que trepe a lo más alto pondrá a salvo su cabeza, aunque se hunda en el asfalto la Belleza...”. ¿Qué nos queda, después de todo?... Sólo la seguridad de que si dejamos de ser nosotros mismos lo habremos perdido todo: “Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada la Belleza...”.