Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 38 – Primavera 2015
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja



Despiertas con dolor de cabeza. Entre sueños comienzo a reconocer las paredes, el empapelado, el contorno de los cuadros y las flores de plástico. Sí, es mi habitación. La habitación donde amaneces cada día.


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Dejas la cama. Enciendes automáticamente el primer cigarrillo. El tabaco me va a matar. Te lo comentan todos. La ducha fría te despeja lo suficiente para llegar hasta la cafetera. Un cigarro sin nada en el estómago es lo peor. Tres medidas de café, no, mejor cuatro, y te distraes contemplando el agua teñirse hasta alcanzar el negro de tu humor.


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El despertador rugió. Siempre estás de pie cuando suena. Otro día ganado al maléfico artefacto. Azúcar no. ¿Por qué no? Para amarga alcanza la vida. Quizás estoy demasiado gordo y eso no favorece mi imagen frente a los clientes.


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Me visto con prisas. El sol trepa entre los edificios hasta unirse al salón ya con las ventanas abiertas. Siempre las prisas. El sol es metódico. Como las banderas, nos recuerda algo cada día.


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En las composiciones del colegio escribía: la bandera es el símbolo de mi patria. ¿Patria? ¿Dónde está? ¿País? ¿Dónde quedó?

La calle te recibe con el portafolio pegado a la mano izquierda y la chaqueta amoldándose al cuerpo. Nunca me pregunté si quiero las calles de esta ciudad. Con paso rápido, como de costumbre. Con el cuello desprendido y la corbata en el bolsillo, como de costumbre, te encuentras sin proponértelo dando la primera batalla en la boca del metro. Desciendo escaleras a tropezones. Llego al andén, intento ser el primero que entra al vagón y alcanzar un asiento, preciado trofeo que me permite ordenar catálogos y controlar las entrevistas. No, definitivamente no amo las calles de esta ciudad, no las amo porque no puedo verlas.

A la diez y media, la primera entrevista. Amo a mi agenda. Me da el orden necesario para ser eficaz. Eficaz en el trabajo, eficaz en la vida. Todo lo bueno de la vida es consecuencia de cada día bien planificado.


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Antes los catálogos no pesaban tanto. Ahora me torturan lo mismo que los timbres, las puertas entreabiertas y los NO. A las doce, otra entrevista. No puedes entretenerte mucho. Eficaz para poder cumplir con los objetivos marcados.

NO con fastidio. NO con amabilidad. Con indiferencia, NO. NO gracias. NO a secas. NO moleste. Pase otro día. NO, NO... NO. Los objetivos ya rara vez se cumplen, es el comentario general en la oficina, son tiempos difíciles. El gerente me llamó a su despacho, está furioso.

Se detiene ante el portal del edificio, es gris, con bruma, no incita a entrar. Busco tu nombre en la agenda. La amo. Dicen que están desmotivados. Te amo. La escalera de madera tiene los peldaños gastados. Nos amaremos. Me detengo ante la puerta. Dudas, pero finalmente tocas el timbre con decisión. No podemos buscar los incentivos sólo desde el punto de vista económico. La puerta se abre. Te mira indiferente. Se le parece. Todos cuentan la misma historia. A todos nos cuentan la misma historia. Me invita a entrar, el salón es coqueto, te ofrece café.


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Te escucha aburrida y cruza las piernas. Los gestos se le parecen. No es posible que la producción descienda cada semana. Mueve el pie izquierdo con insistencia. Imagínese usted que se escapa agua de la lavadora. Quiero evitar las frases prefabricadas. Te recuerda. Abres el catálogo en accidentes. Moja al vecino de abajo. Salgo en la próxima estación. El seguro de incendios le abarca, perdona, te abarca tanto el contenido como el continente, normalmente en este tipo de viviendas el continente está muy desfasado. Es probable que yo también le recuerde a alguien. ¿Quién será ese alguien?

Hace seis meses ya visitamos esta zona. Apoyado en el taco de billar, lo mira. La primera caricia es espontánea. Da un largo trago al cuba-libre. Así no se puede trabajar. Antes las pólizas dejaban cartera y ahora qué. Definitivamente tenemos que exigir un mínimo semanal. Al final de cuentas si no venden, no ganan.


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Con el bolígrafo acaricias su pelo y rellenas la solicitud. Pienso agregar algún otro producto a la venta. La recuerdas justo ahora. Siempre pasa lo mismo. Algo que no sea vender sólo papeles. Extiende rápidamente las sábanas. Algo que la gente vea. Mecánicamente. Es una profesional. El piso es muy pequeño. Eres un profesional. En la boca te queda su sabor dulceindiferente. Solían conversar sobre técnicas de venta. Firma en la almohada. Su pelo ensombrece la letra pequeña al cerrar la puerta tras de ti. Guardo la solicitud entre los catálogos. Ella hacía las veces de cliente.

La calle te recibe con el portafolio pegado a mi mano izquierda y la chaqueta amoldándose al cuerpo. Intentaba venderle lo que se me ocurría. Enciendes el último cigarrillo. Tiras la cajilla junto a un árbol. Es la forma más eficaz de forjar un buen vendedor. Entro al bar. La nueva política empresarial debe estar perfectamente diagramada. Sólo los buenos vendedores triunfan en la vida. Las primeras veces me era difícil convencerla. El presidente de gobierno es el mejor vendedor. Todo se vende. Todo lo vende.

Pides una cerveza y el plato del día. Las ventas bajan. El producto no es competitivo. Saco tabaco de la máquina. Son técnicas de venta. Otras compañías ofrecen mejores coberturas a precios más accesibles. Nosotros no tenemos futuro, créemelo, no tenemos futuro. La cerveza bien fría, por favor. Siempre pasa lo mismo. Vas al teléfono. Me he retrasado con un cliente, ¿le parece bien que vaya ahora? El objetivo da lo mismo. El cuento da lo mismo. A por dos voy, sin una no vengo. Siempre es igual. Todavía en las manos conservo su perfume. Me acompaña a la taquilla, sube al metro. Sale en la misma estación y llegará hasta tu cama. Mi cama, que espera sin tender.

Subes las escaleras por el mismo lado en que las descendiste por la mañana, el cuello desprendido y la corbata en el bolsillo. Bien, disculpe, podemos quedar para mañana por la tarde, sí... Sí, perfecto, como usted diga, sí..., sí, sí.... Gracias, adiós. Sigue haciendo calor. Antes los catálogos no pesaban tanto. Algún día amaré esta ciudad. Mañana a las once te reúnes con el jefe de grupo. Debo empezar por amar sus calles. El pasado año fuimos la cuarta compañía en volumen de facturación. Debes amar cada una de las calles. El buzón está lleno de publicidad. Ahora no queda tan siquiera el dulceindiferente en la boca. El perfume se va por el desagüe de la bañera junto al agua de la ducha.

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Contemplo la luna trepada entre los edificios. Entra al salón cuando estoy a punto de cerrar la ventana. Te acuerdas de ella justamente ahora que el agua se va tiñendo hasta alcanzar el negro de la noche. La luna también es metódica, pero nunca será bandera. Sigo sin entender eso de las banderas. Bueno, en verdad poco importa.


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Simplemente sobrevivo un día más y por favor, esta noche, no me digas NO.