Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 38 – Primavera 2015
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

El Siglo de Oro comienza con la publicación de la gramática castellana de Antonio de Nebrija en el año 1492 y finaliza con la muerte de Calderón de la Barca en 1681. A mediados del siglo XVI, en España era un problema ser erasmista y un peligro ser luterano. Al mismo tiempo, surgieron brotes de “alumbrados” por toda la península. El 16 de enero de 1556 comienza el reinado de Felipe II. El rey muere en el año 1598. Con este rey España se cerraba sobre sí misma frente a Europa.
El Siglo de Oro español abarca dos periodos estéticos que corresponden al Renacimiento del siglo XV y XVI (reinado de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II), y al Barroco del siglo XVII (reinado de Felipe III, Felipe IV y Carlos II). El concilio de Trento (1545-1563) y la contrarreforma dejará impresa su huella en una España defensora a ultranza del catolicismo frente a la Reforma protestante. A Teresa de Jesús (1515-1582) hay que situarla como escritora entre fray Luis de León (1527-1591) y Miguel de Cervantes (1547-1616). Después vendrían Lope de Vega (1562-1635), Luis de Góngora (1561-1627), Francisco de Quevedo (1580-1645), entre otros autores, para concluir con Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

Los libros de Teresa de Jesús
Teresa de Jesús había fallecido en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Tuvieron que pasar seis largos años, hasta 1588, para que se publicaran tres de sus libros, presentados por fray Luis de León: El libro de la vida, Camino de perfección y Castillo interior o Las moradas. Fray Luis de León examinó, corrigió y editó el texto autógrafo de estos tres libros.
El libro Camino de perfección había sido impreso por petición expresa de su autora en 1583 en Évora a cargo del obispo de esta ciudad.
El libro de la vida, Teresa de Jesús lo había escrito en su celda del convento de San José entre los años 1563 y 1565. Un año después de la fundación de este primer convento de carmelitas descalzas. Rondaba entonces los cincuenta años de edad. Se trataba de una segunda redacción, la primera la había realizado en Toledo en 1562 en casa de doña Luisa de la Cerda. El autógrafo de esta primera redacción de El libro de la vida fue incautado por la Inquisición tras la denuncia presentada contra Teresa de Jesús por la princesa de Éboli acusándola de “iluminada”. Tras examinarlo y no ver en él nada contra la religión católica, fue archivado y de alguna forma olvidado. Por esta razón el manuscrito ha llegado a nosotros. En la actualidad se conserva en la biblioteca del monasterio de El Escorial.
Camino de perfección lo escribió Teresa de Jesús en 1564 y Castillo interior o las Moradas en 1577. Estos tres libros, junto con sus poemas son los de más enjundia y trascendencia. Para los especialistas, Castillo interior o Las moradas es el libro de más calidad literaria. El que más elaboró y corrigió Teresa de Jesús.
Escribió varios libros más: El libro de las constituciones en 1563, El libro de las fundaciones en 1573-1582, Avisos de Santa Teresa, El libro del Modo de visitar los conventos de religiosas, Exclamaciones del alma a su Dios, Meditaciones sobre los cantares, Visita de descalzas, AvisosOrdenanzas de una cofradíaApuntacionesDesafío espiritual Vejamen.

La influencia de Teresa de Jesús como escritora
La influencia de Teresa de Jesús en los escritores del Siglo de Oro es prácticamente nula. Ella no escribía para el “público en general” sino para justificar ante las autoridades eclesiásticas a petición de sus confesores sus experiencias interiores, como es el caso de El libro de la vida, y para la formación de sus monjas. De las pocas personas que tuvieron acceso a sus libros fuera de este estrecho ámbito, fue, como hemos apuntado anteriormente, fray Luis de León, todo un lujo. Fray Luis de León puede ser considerado como el escritor, poeta, e intelectual más importante del siglo XVI español. También tuvo acceso a este libro a través de la princesa de Éboli lo peor de la Santa Inquisición.
Cuatro siglos más tarde, en el siglo XIX, en La Regenta de Leopoldo Alas Clarín, el Libro de la vida de Teresa de Jesús juega un papel importante en la trama de la novela. Una de las novelas de Pío Baroja lleva por título Camino de perfección en clara alusión al libro de la Santa de Ávila. Antonio Machado nombra a Teresa de Jesús en más de uno de sus poemas, lo mismo que Miguel de Unamuno. Por último, la santa carmelita francesa Teresa del Niño Jesús, más conocida como santa Teresita de Lisieux (1873-1925), escribió así mismo su autobiografía, Historia de un alma, siguiendo los pasos de nuestra santa abulense.

El libro de la vida de Teresa de Jesús
El libro de la vida, su vida, lo escribió Teresa de Jesús, tal como hemos apuntado anteriormente, con cincuenta años de edad, para dar a conocer a sus confesores y consejeros sus experiencias interiores, sus vivencias religiosas, desde su más tierna infancia hasta alcanzar su madurez como persona.

…las mercedes extraordinarias que Dios le concedía –escribe Teresa de Jesús refiriéndose a sí misma–, con el fin de alcanzar la seguridad de que venían de Él y no del demonio –como los primeros a que acudió se temían– y de que no eran tampoco fruto de su imaginación.i

La madre Teresa muere en 1582 y El libro de la vida, el texto definitivo, data de 1565. Todavía le quedaban por vivir diecisiete largos años.
La Teresa de Jesús que nos debe interesar no es la Teresa de Jesús del siglo XVI, sino la del XXI. La que nos ha llegado a través del paso del tiempo. No se trata de inventarse al personaje, se trata entablar un diálogo abierto de interpretación hermenéutica, de tal forma que al final, Teresa de Jesús, sin dejar de ser ella misma, sea más Teresa de Jesús y nosotros también seamos otros sin dejar de ser nosotros mismos. Los hechos culturales no deberían nunca convertirse en hechos de consumo. Los hechos culturales nos enriquecen y transforman, los hechos de consumo, una vez consumidos, se desechan y se olvidan.

Los tres momentos esenciales de El Libro de la vida de Teresa de Jesús:
1.- En la primera parte, del capítulo 1 al 10, Teresa de Jesús habla de su infancia, su adolescencia y su entrada en el monasterio de la Encarnación, entre otros acontecimientos. Esta primera parte culmina con el descubrimiento y la práctica de la oración de recogimiento, de quietud y silencio, de vacío interior. Su experiencia religiosa ya no sería la misma que había sido hasta este momento.
La lectura de ese pasaje me llevó escribir este soneto que forma parte del libro, a punto de ser editado por ediciones Vitruvio, En el huerto de los castaños. El soneto lleva por título El valle de Amblés.

Se expandía sereno bajo el cielo
el horizonte, apenas se ondulaba.
El carruaje a su paso levantaba
una estela de polvo a ras del suelo.

Flotando en el crepúsculo, un revuelo
de pájaros. La luz se apaciguaba.
Sobre el valle de Amblés se descolgaba
la tarde, deslumbrante, en puro hielo.

Teresa de Jesús, en su regazo,
dejaba reposar un libro abierto.
Rechinaban monótonas las ruedas.

La quietud se fundía en un abrazo
con el silencio. El alma al descubierto.
Con el alba, entrarían en Becedas.


Teresa de Jesús viajó a Becedas en la primavera de 1539. En Hortigosa, una pequeña aldea abulense, su tío Pedro de Cepeda le regaló el libro Abecedario espiritual, del franciscano Francisco de Osuna. El invierno anterior lo pasó en casa de su hermana María en Castellanos de la Cañada.

Aquella noche supo Teresa que había encontrado un tesoro; al día siguiente llevó el libro apretado en su seno, de Hortigosa a Castellanos, hasta quizá probó a leer mientras los gañanes balanceaban su litera de mano por el camino pedregoso”, escribe José María Javierre en su biografía sobre la Santa de Ávila.ii

"…me dio aquel tío mío –escribe Teresa de Jesús– que tengo dicho que estaba en el camino, un libro: llámase el Tercer abecedario, que trata de enseñar oración de recogimiento; y puesto que este primer año había leído buenos libros, (que no quise más usar de otros, porque ya entendía el daño que me habían hecho), no sabía cómo proceder en oración ni cómo recogerme, y así holgueme mucho con él y determineme a seguir aquel camino con todas mis fuerzas. Y como ya el Señor me había dado don de lágrimas y gustaba de leer, comencé a tener ratos de soledad y a confesarme a menudo y comenzar aquel camino, teniendo aquel libro por maestro. Porque yo no hallé maestro, digo confesor, que me entendiese".iii.

La oración de recogimiento de que habla Francisco de Osuna en su libro Tercer abecedario ya se practicaba en los conventos franciscanos y consistía en “una simple y purísima mirada a Dios, en lo íntimo del alma y sin ayuda de conceptos o imágenes, para llegar con amor al incogitable Dios, que con solo amor se deja tocar”. Capítulo 26 del mencionado libro.

2.- La segunda parte de El libro de la vida, entre los capítulos 11 y 22, Teresa de Jesús emplea la metáfora del cultivo y riego de un huerto para mostrarnos el proceso que se ha de seguir para alcanzar esa experiencia religiosa que ella denomina “unión con Dios”.

"Paréceme a mí que se puede regar –un huerto– de cuatro maneras –escribe–. O con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo. O con noria y arcaduces, que se saca con un torno (yo lo he sacado algunas veces): es a menos trabajo que estotro y sácase más agua. O de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo; y es a menos trabajo mucho del hortelano. O con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho"iv.

El camino a seguir por Teresa de Jesús es similar al de Juan de la Cruz. Este último prefiere hablar de las tres noches por las que ha de pasar el que aspira alcanzar la experiencia de “la unión con Dios”.

El perfil de la tarde se aquietaba
en los sentidos, sosegada el alma.
Se ennochecía el aire. Por la palma
de la mano el verano se ondulaba.

Se rompía el espejo de la calma
cuando la oscuridad le penetraba.
La grandeza del llano se achicaba
acariciando la raíz del alma.

Los miedos de la noche se enconaban
en el seno profundo de las lomas.
En los hilos del alba se enredaban.

¡Se despertaba el día alborozado,
levantando la luz del horizonte
en la honda quietud del descampado!

Este soneto, publicado en mi libro Sonetos del descampado está inspirado en ese pasar desde la luz mortecina del atardecer –la noche de los sentidos– para adentrarse en el espesor de la noche –la noche del alma sin más claridad que la de la voluntad, el razonamiento y la memoria– y así poder penetrar a ciegas empujados por la fe en la noche del espíritu y alcanzar el clamor luminoso del nuevo día que tanto anhelaban Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Gerald Brenan, en su libro sobre San Juan de la Cruz, escribe:

De Valladolid, Juan fue a Ávila, y desde allí partió con un albañil hacia la solitaria y semiderruida casa –en Duruelo, provincia de Ávila– que Teresa, tras una breve inspección realizada unos meses antes, había escogido para que fuese el primer convento de frailes de la reforma… Esto ocurría en noviembre de 1568, y fray Juan de Santo Matías, que tenía entonces veintiséis años, vistió el tosco hábito que Teresa había cosido para él con sus propias manos y cambió su nombre por el de fray Juan de la Cruz.v

El soneto que lleva por título Duruelo, también del libro En el huerto de los castaños, antes mencionado, dice así:

Sentado y en silencio meditaba.
La voz de Dios susurraba en el viento.
Alumbraban los cielos en un lento
y tibio amanecer. Alboreaba.

El misterio del aire en el profundo
declinar de la noche. La mañana
resplandecía blanca en la ventana.
Duruelo era un lugar fuera del mundo,

un caserón en ruinas… un desierto.
Los negros encinares a lo lejos
en el curvo perfil de La Moraña.

La madrugada era un portón abierto
vencido el corazón en los espejos.
Al alba, la quietud de la montaña.

3.- En la tercera parte de El libro de la vida, del capítulo 23 al 31, Teresa de Jesús nos habla de las visiones que en el momento menos esperado le asaltan. Ella habla, en varias ocasiones, de ver al mismísimo Jesucristo justo a su lado. Como hemos apuntado al principio, en gran medida, la razón de ser de este libro es la narración y justificación ante la autoridad eclesiástica de estas visiones. Le preocupan que estén dentro de la más estricta ortodoxia católica según el concilio de Trento. Lo cierto es que la Inquisición nunca las tuvo consigo misma esta parte del libro que ciertamente roza el llamado iluminismo, uno de los males de la época. A Teresa de Jesús intentaron acusarla de “alumbrada”. No lo consiguieron.
Como la madre Teresa no era nada tonta, no sé si consciente o inconscientemente, deja bien claro que todo lo que veía, lo veía con los ojos del alma, no con los de cuerpo.

Vile con los ojos del alma más claramente que le pudiera ver con los ojos de cuerpo. vi

Más adelante, en otra ocasión, tras uno de esos inefables asaltos, afirma sin más:

Esta visión, aunque imaginaria, nunca la vi con los ojos corporales –ni ninguna-, sino con los ojos del alma. vii


Pero sobre todo, la experiencia de “unión con Dios” por antonomasia de la Santa de Ávila fue la de la transverberación.
En el soneto que lleva por título “Ávila”, incluido en mi libro En el huerto de los castaños, el segundo cuarteto hace alusión a la experiencia de la transverberación que experimentó Teresa de Jesús en el monasterio de la Encarnación de Ávila en 1557. También hay una referencia a Juan de la Cruz.

Ávila en la quietud de la meseta.
Murallas de silencio y de granito.
La llanura impregnada de infinito
respira en el temblor de una veleta.

La tarde suspendida y recoleta.
El amado en amores exquisito.
Cuando el instante roza lo inaudito,
al pecho le traspasa una saeta.

La ciudad se adormece junto al río.
Los álamos al viento se desnudan.
La distancia es un puro escalofrío.

Ávila se despliega soterrada,
alcanzada en la hondura del silencio
la unidad esencial inalcanzada.


Ella, Teresa de Jesús, en El libro de la vida que estamos comentando, confiesa:

"Veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo –escribe Teresa de Jesús-, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla… No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines… Viale en la manos un dardo de oro largo y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un quiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios que suplico ya a su bondad dé a gustar a quien pensare que miento"    viii.


“La base de nuestra necesidad de amar –apunta Erich Fromm en su libro El arte de amar– está en la experiencia de separatidad y la necesidad de resultante de superar la angustia de la separatidad por medio de la experiencian de la unión. La forma religiosa del amor, lo que se denomina amor a Dios es, desde el punto de vista psicológico, de índole similar. Surge de la necesidad de superar la separatidad y lograr la unión”.

Y ¿qué entiende Erich Fromm por separatividad?: “Lo esencial de la existencia del hombre es el hecho de que ha emergido del reino animal, de la adaptación instintiva, de que ha trascendido la naturaleza –si bien nunca la abandona y siempre forma parte de ella– y, sin embargo, una vez arrojado del paraíso –un estado de unidad original con la naturaleza– que querubines con espadas flameantes le impiden el paso si trata de regresar… la vivencia de la separatidad provoca angustia: es, por cierto, la fuente de toda angustia”.ix

En el año 1651, el gran escultor Gian Lorenzo Bernini conseguía materializarla en mármol. Una escultura considera como una de las obras maestras del barroco italiano.

Apenas ha cumplido cincuenta años de edad y Teresa de Jesús dispone del ejercicio de la oración interior, sin palabras, del vacío, de la quietud. También, además, tiene claro las etapas que ha de recorrer para llegar a la experiencia de la “unión con Dios”, en las metáforas del huerto que ha de regar, la montaña que ha de escalar o las noches por las que ha de pasar. Y, por último, ha vivido la más intensa experiencia de esa unión con el absoluto. Ha puesto en pie su primer convento de carmelitas descalzas, el San José de Ávila. La reforma del Carmelo está en marcha, no hay quien la pare. La madre Teresa está punto de echarse a los caminos a fundar conventos por doquier.


Teresa de Jesús tenía el don de la escritura pero no lo cultivó. Nunca pretendió ser una literata

Utilizaba la escritura para explicarse ante sus confesores y para aconsejar y enseñar a sus monjas el camino a seguir.

El error de Teresa de Jesús fue confundir el vivir de cada día con el “camino de perfección”. El vivir de cada día es un campo de batalla en el que hay que pelear duro, el “camino de perfección” es otra cosa. Un campo de batalla en el que hay elegir entre ser injusto o padecer la injusticia. El “camino de perfección” no puede ser convencer a un grupo de buenas mujeres a vivir de por vida encerradas entre las cuatro paredes de un convento, ese fue el mayor error de Teresa de Jesús y al mismo tiempo su utopía. Culpable pero no responsable. “… la vida que vuestras reverencias viven –escribe fray Luis de León refiriéndose a las carmelitas descalzas– y la perfección en que las puso su madre –Teresa de Jesús–, ¿qué es sino un retrato de la santidad de la iglesia primitiva? x

Teresa de Jesús escribía como hablaba, apenas corregía

El libro de la vida de Teresa de Jesús es un libro para ser leído al menos una vez en la vida. Es toda una experiencia. Una experiencia de esas que te cambian la vida, que te hacen ver el mundo de otra manera. El problema a la hora de afrontar su lectura es el lenguaje. Juan de Valdés, uno de los posibles autores anónimo de Lazarillo de Tormes y contemporáneo de Teresa de Jesús, afirma: “Sin afectación alguna escribo como hablo, y solamente tengo cuidado en escoger las palabras que mejor indican lo que quiero decir”. Así es como escribía la Santa de Ávila.

Por diversas causas, la madre Teresa de Jesús, insisto, escribía como hablaba, como hablaba el común de la gente en el siglo XVI en Castilla, como hablaban sus monjas, que, por ser mujeres, eran, por necesidad y obligación mal entendida, ignorantes y sin estudios. Sin embargo, fray Luis de León se deshace en elogios hacia la escritura de la Santa de Ávila en la Carta dedicatoria a la primera edición de El libro de la vida de 1588:

"… la madre Teresa fuese un ejemplo rarísimo; porque, en la alteza de las cosas que trata en la delicadeza y claridad con que las trata, excede muchos ingenios; y en la forma del decir y en la pureza y facilidad de estilo, y en la gracia y compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo ya que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale".

En el siglo XIX, el polígrafo Vicente de la Fuente señalaba que “los libros de santa Teresa pueden ser mirados como el tipo más completo del leguaje familiar de Castilla en la segunda mitad del siglo XVI, lenguaje que, si no es el más correcto y culto, en cambio es el más puro y castizo”.

“¿Cómo escribe Teresa de Ávila?”, se pregunta el padre Sabino de Jesús en el año 1949. Su escritura, afirma este carmelita, es:

“… espontánea, sencilla y sobriamente, con la más acabada naturalidad, sin la menor preocupación estética… Escrúpulo gravísimo se le hiciera tomar la pluma y emplear el tiempo haciendo literatura, escribiendo por mero fin estético. Jamás pulirá una expresión ni combinará dos palabras para el efecto literario… Así escribe todos sus libros, sin gastar más tiempo ni cuidado que el menester para la escritura, sin lugar para, al reanudar la obra, tomar a leer lo anterior…Apremiada por esa falta de tiempo, improvisa siempre… las ideas acuden a su mente en tropel; van llenando las páginas casi a cada volteo de la pluma; tan velozmente, según Gracián, como suelen hacerlo los notarios, sin pararse a discurrir, cual si le estuvieran dictado; sin embarazarse en poner pun tos y comas, contenta con la sola ortografía fonética… El vocabulario es el de la clase media de sus contemporáneos: hidalgos, comerciantes, caballeros de provincia, en el periodo más clásico del romance… Ninguna preocupación siente, ni aun le asalta el pensamiento de cambiar un vocablo. Y esa palabra de Teresa, como por arte de encantamiento, es siempre la más expresiva y pintoresca”. xi

Para Azorín, El libro de la vida de Teresa de Jesús “es el libro más hondo, más denso, más penetrante que existe en ninguna literatura europea”. No estaba nada desacertado nuestro escritor de la Generación del 98.

 


 

1 Santa Teresa de Jesús: Libro de la vida. Edición, estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Real Academia Española. 2014. Capítulo IV. Pag. 3

2José María Javierre: Teresa de Jesís. Ediciones Sigueme. Bilbao

3 Santa Teresa de Jesús: Libro de la vida. Edición, estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Real Academia Española. 2014. Capítulo IV. Pag. 22

4 Santa Teresa de Jesús: Libro de la vida. Edición, estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Real Academia Española. 2014. Capítulo XI. Pag. 75.

5 San Juan de la Cruz de Gerald Brenan. Plaza & Janés. Barcelona 1973. Páginas 27 y 28

Santa Teresa de Jesús: Libro de la vida. Edición, estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Real Academia Española. 2014. Capítulo VII. Pag. 45

7 Santa Teresa de Jesús: Libro de la vida. Edición, estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Real Academia Española. 2014. Capítulo XXVIII. Pag. 206

8 Santa Teresa de Jesús: Libro de la vida. Edición, estudio y notas de Fidel Sebastián Mediavilla. Real Academia Española. 2014. Capítulo XXIX. Pag. 220

9 Erich Fromm: El arte de amar. Paidos.

10 Fray Luis de León: Carta dedicaría de la primera edición” de El Libro de la vida. Texto incluido en la edición de la Real Academia Española de 2014 de El libro de la vida de Tersa de Jesús. Pag. 359.

11 Sabino de Jesús: Santa Teresa de Ávila a través de la crítica literaria. 1949. Pag. 461