Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
35 – Verano 2014
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

No puedo concentrarme en la tarea heredada, tarea para la que, dicho sea de paso, nunca fui preparado. Son dos mil años los que llevo dentro de una tetera al amparo del mundo; lejos de la mirada entre recelosa y asustada de este curioso que, con las piernas cruzadas y un vaso de whisky en la mano, espera impaciente el final del plazo que me ha sido revelado.
Voy a presentarme. Soy un genio no deseado. Un genio desechable. Sí, un genio hijo de genio y humana. Soy la fatal consecuencia de una noche loca en un burdel de Beirut. Parido dentro de una sopera de plata, fui de inmediato trasplantado, más bien escondido, seguro que olvidado en una tetera de barro por la que no pasaron los siglos y el oscurantismo. Siempre esperando a alguien que usted, mi señor, esté dispuesto a hacer añicos mi prisión.
Castigada por infiel, mi madre murió encadenada a la humedad del palacio de un rico sultán. Mi padre, dentro de una pipa, por los siglos de los siglos purga su debilidad en la biblioteca de un noble escocés, alimentándose con la evocación de las calles con nombre difícil de Beirut. Y yo, pobre de mí, genio sin culpa, te espero, te esperaba, amo del universo, señor de todas las vidas, te necesito aquí percibiendo que no eres tal cual te esbocé en sueños.
Gen, genio, geniecito o pequeño genio desechable. Has vuelto a la vida en un mundo con fecha de caducidad. Formas parte de una nueva generación ansiosa de perder virtudes. De alienar telarañas en lámparas de cristal. Razón eterna de la búsqueda eterna. Desrazón de los tiempos de Constantinopla.
Son mercaderes los que me empujan. Llevaron la tetera, pienso que por error, hasta un desván. La olvidaron por centurias, enmascarada en polvo, respirando polvo, maldiciendo la humedad de cada letargo. Aturdimiento ignorador de edades. Amnesia de lo que no sé. De lo que sólo tú conoces, señor del universo. De lo que anhelo me cuentes, dueño de todas las vidas.
Despierto dentro de una maleta de cuero, lejos de la ruta de los genios. Contemplo a través del ojo de la cerradura mi peregrinación junto a un loco danés y republicano. Soldado internacionalista empeñado en morir a un costado del Ebro. Cuarenta años más, mi amo, cuarenta años más de humedad y barro. Apenas respirando a tientas el fin de mi historia. Juntos bebiendo whisky sin hielo con Tchaikovsky al piano.
¡Papá, mira lo que encontré! El padre la miró. De barro y anticuada. Me guardó, porque lo pidió el niño. Llegaron al mercadillo y el estúpido que está frente a mí, pero que no me toma en cuenta, la compró. Así de simple, mi señor. Sé que crees mis palabras, dueño del universo. Sin comas, genio padre de todos los genios. Cargada a la espalda, la vida es más seductora. Así se cobijará de las proclamas vencedoras. Imposible engañar. Nada hay más fastidioso que las proclamas de los vencedores. Esas que nos timamos. De ellos me río, señor de todas las vidas. Sí, mi amo, me río. Me río de los folletos. De los carteles. De las promesas. De los discursos encendidos.
Pobre humano, al igual que yo atraviesas en tinieblas las tinieblas, me invitas a whisky sin edad para inventar un rayo sol. Esperé largas memorias para rehabilitarme. Reverenciarte, dueño del mundo. Glorificar ser tu esclavo y cumplir la misión.
Genio. Geniecito. Sólo una vez podrás alcanzar el codiciado siglo del poder. Debes sentirte dichoso, poseerás en un segundo lo que otros buscan toda la vida. El poder se asemeja a tu sombra ebria dormitando en brazos del dios padre de los padres de todos los genios. Único con la fuerza necesaria para encerrarse en un diamante. Único capaz de controlar indivisibles cada uno de los deseos del mundo. El diamante jamás pierde su resplandor. Da pues a tu siervo mente serena y corazón entendido. Dame sabiduría. Sabiduría codició Salomón.
El viento da voces con fuerza. Copenhague es una ciudad con mucho viento. La tetera marchó cada época boca abajo. Sabía que el camino de los genios quedaba atrás. El viento de los genios es cálido. Con él, volar es un placer. Aquí es frío. La casa a la que me trasladaron es fría, le faltan cristales y de sus paredes cuelgan afiches rojos. Con frecuencia se reúne gente y observan la tetera. La observan, no la frotan. Luego retornan a las discusiones rojas. Qué forma poco elegante de buscar soluciones a los problemas del mundo, discutir horas y más horas con la botella de whisky.
¿Tal vez no me recuerda? Pretende olvidarlo todo. ¿Qué se le ocurrirá ordenar? Nada debo pedirle. Dos mil años no es nada. Dos mil años es demasiado tiempo dentro de una tetera de barro. Al encerrarme, dueño del universo, ¿no has pensado que podría olvidar mi función? ¿A quién debo invocar para que se cumpla la voluntad de este borracho inventor de enamoradas a las que regala flores incoloras?
Imaginas a esa mujer o la improvisas. Quieres whisky y cortejas a Tchaikovsky. El viento te alcanza junto al retrato borroso del alcohol. Ella abandonó el perfume en tu almohada y una carta en el salón. Es la anécdota que regresa para incitarte al deseo de su cuerpo en el espejo. A la novia del viento desnuda. A Tchaikovsky desnudo reflejando su miembro flácido ante el piano. Ese mal discípulo de genio emergente en una tetera de barro. Deseo el deseo. Siempre la has deseado en si bemol. Posado en el teclado. Opus veintitrés.
Debes atenerte a estas reglas. Su voz sin matices es la que aparta tus ojos del individuo. Permanecerás dos días y dos noches expiando el pecado de tu padre, luego llegarás hasta Mí, el genio padre de todos los genios, te postrarás siete veces y como duende impuro que eres podrás transmitir sólo un deseo. Yo lo cumpliré y después serás por siempre estéril. Vivirás hasta el día en que ya nadie lustre la sopera. ¿Cómo abollar una sopera de plata? ¿Cómo transitar el sendero de los vivos si desconozco el camino de los genios? No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Parece estar ajeno a cada detalle. Segunda noche y pronto seré libre de todo pecado. Tres noches deberás esperar, así está escrito en el ilegible papel guardado en la tetera. La compré hace una eternidad. Por simple lógica, esta noche no debe pasar nada. ¿O sí? Siempre tuvo la manía de sacarle lustre a todo. Si así no fuera, hoy no estaríamos frente a frente compartiendo botellas de whisky. Desvarío sin Tchaikovsky. ¿Quién me dice que todo esto no es un desvarío? ¿Riqueza? No quiero riqueza. Él continúa siendo gerente de una cadena de hoteles con flores incoloras en el vestíbulo.
Tchaikovsky es humo. El whisky evaporado en mil pestañas se desliza por los labios del genio. Espíritu desechable. En el sopor de la espera todo se transforma. Dime que todo es un sueño. Para soñar hay que vivir y borracho para desesperar. Estás borracho, por eso dudas. ¿Es verdad? Tengo miedo. Siempre has tenido miedo. La oportunidad es única y no para todos es fácil apostar por un genio mediocre e inventor de realidades ¿Mi mayor deseo? Admite ser un privilegiado. ¿Cuál es tu mayor deseo?
No quiero esperar. Debes pensar. ¿Sabiduría? ¿Riqueza? ¿Inmortalidad? ¿Tu amor? ¿Por qué no tu amor? Existes. La dibujé con los labios más rojos que jamás pueda tener una mujer.
El amor espera dos noches. Amor, dos largas noches. Tu amor escapó de mi cuerpo para anidar en otro cuerpo. Hoy duerme en una urbanización de lujo fuera de la ciudad. Insomnio. Más noches y más días de insomnio. La carne que ha esperado tantas noches. Tantas noches y tantos días sin ti.
Su nerviosismo aumenta. No deja de mirarme. No recuerdas nada. El borrador del whisky tiene efecto. Debo eliminar el tiempo. Soy el samurái que llega con su espada hasta la puerta del palacio de los genios vivientes para cortar de un golpe la cabeza del dragón guardián. ¡Salvad a la princesa! Déjenme hablar. Puedo. No puedes. Debes. No debes. ¿Más hielo? Sin hielo, por favor.
Quedaron atrás siglos dormidos entre certezas y pesadillas. Se pasa la mano por la cabeza. Los dedos anudan hebras blancas. No creo que pueda llegar. Al cerrar los ojos ante el espejo, confiesa el vértigo con el que transcurre cada día. No seré el mismo. No ser el mismo significa dejar de ser lo que no soy.
El domingo pasado, en el rastro, la tetera estaba entre libros sin tapas, viejas condecoraciones y un abollado reloj con cadena.
Señor del universo, no recuerdo el conjuro para cumplir el deseo de este amo bebido. Tres noches no alcanzan. Me persigue la maldición de una sopera de plata. ¿Un whisky? Quiero volver a vivir en la tetera. Que no se rompa. ¡Pide un deseo! ¡Pide! ¡Dímelo! Si hablo con el padre del padre de todos los genios, tu deseo, amo, será realidad.
Me mira desde el papel. El carboncillo contornea una cara ovalada con el pelo corto y negro. Tus ojos ciegos se marchan sin decirme adiós. Duermes cada noche en una urbanización de lujo y besas con los labios más rojos que jamás pueda tener una mujer.
Tengo la tetera en mis manos. Intento quitar el polvo que fue lodo en el Ebro. Froto con fuerza sin saber que tú, maldito geniecito, estas dentro. Allí mismo, para que no desertes, presiono la tapa con el índice. Regateo el precio. Serás un esclavo barato. Si, amo, apenas unas monedas. El mismo que no malgasta sus dedos enhebrando canas. El espejo se apodera con tu pelo. El pelo del espejo no tiene canas.
¿Cómo? ¿Nadie fue capaz de verlo antes? Jadea. El papel es amarillo, la letra casi ilegible. Amarillo tres días, tres noches y un deseo.
Duermes, padre de padres. Resoplas la acústica de siglos vividos en la bruma. Bebidos a la bruma. Ebrios de bruma. Disculpe, majestad, que interrumpa su descanso. Ya tengo fuerzas para iniciar la misión.
Despereza, humo. Desciende por las llamas y dime tu deseo. Quiero. Dime qué quieres. ¿Qué quiero? Flores. Quiero flores incoloras. El gerente del hotel le envía orquídeas cada semana. Él puede pagar orquídeas a diario. Despierta, mi amo, a la paz de tu borrachera. ¿Quieres whisky? Es escocés. Tu padre vive en Escocia. Cebada, celulosa y humo en si bemol.
Ya estás aquí, geniecillo bastardo, siglos sin verte. Nadie rompió la tetera, dueño de todas las horas. Debo cumplir el deseo de mi dueño, señor de todas las vidas.
¿Quieres más whisky? Estoy mal. Tal vez se arrepienta y vuelva a mis flores incoloras. Sin helo, por favor. El espejo le añade arrugas bajo los párpados. Le obsequia una mueca, pero no me devuelve el pelo. Entraré en tu cuerpo, dime cuál es tu deseo. Cuál es tu deseo y me voy.
Encerraron a mi madre en una sopera de plata. Cuéntame cosas de ella. ¿Es cierto que reía cuando volábamos? Era niño. Disfrutaba construyendo castillos de lentejuelas en las inmensas playas del mar amarillo. Dorado como el papel.
Creces, genio desechable, dejando una estela de humo. ¿Qué haré solo por calles que no conozco? Comerás del árbol del bien y el mal. Tchaikovsky no me conoce. Esto es whisky de Escocia. En Escocia vive mi padre dentro de una pipa. Tchaikovsky está por encima del bien y el mal. ¿Hasta cuándo tendré que seguir esperando? Mi padre no es escocés. No te soporto. ¡Pide lo que te pide ya! No eres de los nuestros. La peor mitad de tu ser es humana. ¡Pide lo que te pide ya!
No sé lo que quiero. ¿Dinero? Sí, dinero para dejar cada día flores frescas a la entrada de una urbanización de lujo en las afueras de la ciudad. ¿Sabiduría como Salomón? ¿Y si no es posible? ¿Si el espejo no devuelve mi cara? ¿Si el humo olvida a Tchaikovsky desnudo junto al piano? ¿Si tus labios dejan el rojo más rojo que jamás pueda tener una mujer en un papel amarillo? Genio frustrado de tetera, desaparece. Déjame el whisky y desaparece. Desaparece.
¿Ese es tu deseo? ¿Ese es su deseo?
No, no, no, sabiduría. Quiero sabiduría. Sabes que falta una noche. No, mejor desaparece. Eres un genio borracho. Desaparece. No importa, desaparece. Genio desechable, desaparece. ¡DESAPARECE!
Porque afuera gime el viento, desaparezco. Desaparezco, amo, desaparezco. Porque has exigido esto. No has pedido para ti muchos días, ni riquezas, ni la vida de tus enemigos. Desaparezco, mi dueño, desaparezco. Me postro ante ti, gran padre. Siete veces me postro ante ti. Lo he hecho conforme a tu deseo. Conforme a la sagrada ley de los genios. Conforme a mi misión. Desaparezco, amo, desaparezco.
Ya descanso, señor de todas las vidas. El espejo totalmente calvo refleja la tetera rota a mis pies. El gran padre se despereza. En Escocia, dentro de la pipa, alguien brinda con Tchaikovsky. Es el fin del viaje.
Entro al castillo del sultán con la espada de samurái rota. Alcanzo por fin mi exilio de genio desechable. Descanso en paz. RIP.
El vendedor aburrido guarda los libros sin tapa junto a tus dudas. ¿Cómo se llaman esas flores tan pálidas? Es un tipo especial de rosas. Se marchitan después de las dos de la tarde en una urbanización de lujo. Las flores incoloras por los siglos serán de papel. Lo siento.