No quieras saber lo que siento. No quieras subir a lo alto de la cima en la que me sitúo. No quieras alcanzar aquello que ansío tener. No quieras sentarte a mi lado y escrutar mis pensamientos.

No te veo, ni te intuyo. Un enorme abismo nos separa, nos conduce a la nada de cada minuto vivido. A la creencia de que fuimos dos mares que formábamos un extenso océano cuando en realidad éramos dos ramblas vacías de sentimiento.

Nuestros silencios acamparon en la plaza real de nuestros corazones aniquilando miradores y cancelas, surtidores y blasones, arañando las losas del pavimento.

Sólo, déjame entrar en ese tu nuevo mundo que no concibo ni entiendo. Déjame entrar en las fisuras de tus entrañas para entrever si lo que más quise aún sigue latiendo. Déjame viajar hacia el infinito de tus ojos, bucear en el bosque de tus cabellos.

Déjame entrar otra vez, susurrando tu nombre, aboliendo ancestrales te quieros.