Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
34 – Primavera 2014
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

La acción transcurre en el año 115 antes de Cristo, en la ciudad de Roma, capital del mundo conocido.
Personajes que intervienen: FABIO, joven romano; EMILIA, joven romana, prima de Fabio; POLIBIO, historiador griego y maestro del muchacho.
[La acción transcurre en una estancia de la casa de Fabio (una mesa con pergaminos y tres sillas o escabeles). Éste y su prima Emilia entran en escena]
FABIO.- Prima Emilia, puedes pasar, el maestro Polibio aún no ha llegado.
EMILIA.- Primo Fabio, ¿crees que me dejará asistir a su clase? Me sentaré en un rincón, estaré callada y no molestaré nada, lo juro por la diosa Juno.
FABIO.- Si tu padre te oyera jurar... Pero tú, tranquila, no creo que el maestro ponga mucha objeción. Eres de la familia y estás de visita en nuestra casa. Eres nuestra invitada.
EMILIA.- Ya sabes que me gusta mucho la historia. y he oído hablar tanto y tan bien de Polibio...
FABIO.- Oh, sí. Mi maestro Polibio de Megalópolis está considerado como un gran pensador y aún mejor historiador. Aunque es griego, lleva ya tanto tiempo entre nosotros que parece un romano más. (Aparece al fondo Polibio y se queda escuchando en silencio a Fabio). Se vanagloria de haber escrito una obra monumental que abarca cuarenta libros, una obra que narra el comienzo de la grandeza de Roma. De cómo nuestra urbe, fundada por Rómulo y Remo, fue imponiéndose sobre su Grecia natal y, sobre todo, cómo tras las llamadas Guerras Púnicas con los fieros cartagineses, consiguió aplastar a la única potencia del Mediterráneo capaz de hacerle sombra, a la todopoderosa Cartago de África.
POLIBIO.- ¿Conque me vanaglorio de haber escrito una obra monumental?
FABIO.- Oh, maestro Polibio, no os había oído entrar. Yo sólo pretendía explicarle a mi prima Emilia...
POLIBIO.- No hace falta que te justifiques, pues llevas toda la razón, joven discípulo. Estoy orgulloso de haber escrito una magna obra. Como también estoy orgulloso de que una joven noble romana como Emilia quiera asistir a una de mis clases.
FABIO.- Ah, entonces sabíais...
EMILIA.- Maestro, yo no quiero molestar, tan sólo...
POLIBIO.- No os preocupéis. Tu tío ya me había comentado el interés de tu prima por la historia de Roma y estoy dispuesto a que comparta la clase contigo. Que una mujer se interese por la ciencia histórica es algo insólito pero, al mismo tiempo, quizás sea algo digno de alabar. Así que sentaos junto a mí y empecemos. A ver, Emilia, ¿qué es lo que más te llama la atención?
EMILIA.- De todo lo escrito y de todo lo que me ha contado mi padre sobre Roma, los acontecimientos que más me han atraído son los acaecidos durante la segunda guerra púnica, los que nos cuentan el enfrentamiento entre nuestro glorioso antepasado Publio Cornelio Escipión y el cartaginés Aníbal Barca.
FABIO.- A mí también me encanta leer cómo el invencible Escipión arrolló al cruel Aníbal y a todo su ejército en la batalla de Zama. Ahí sí que les dimos fuerte a esos africanos. Y eso que ellos estaban en su territorio y tenían hasta elefantes.
POLIBIO.- No te exaltes, joven Fabio. Efectivamente, Escipión, llamado el Africano, venció a Aníbal, pero tenemos que saber reconocer que ambos fueron grandes estrategas y generales. A pesar de ser enemigos, cuentan que se tenían respeto mutuo.
EMILIA.- ¿Y es verdad, maestro Polibio, que habéis atravesado los Alpes para conocer el camino que recorrió Aníbal con su gran ejército para aniquilar a Roma?
POLIBIO.- Compruebo con satisfacción que tu prima está muy bien informada, Fabio. Así es, Emilia, el conocimiento del terreno ayuda mucho al historiador para comprender y más tarde explicar los hechos que intenta describir. Por eso, no sólo he atravesado los Alpes, imponente cadena de montañas de nieves perpetuas, sino que he visitado innumerables lugares. El viajar, no importa dónde, ensancha el espíritu y nos enriquece.
EMILIA.- Y si tuvierais que elegir una ciudad, aparte de Roma, de entre todas las que has conocido, ¿cual elegiríais?
FABIO.- ¿Alejandría, Éfeso?
EMILIA.- ¿Cartago de África, Atenas?
FABIO.- ¿Siracusa, Gades?
POLIBIO.- Humm... Difícil pregunta. Me habéis puesto en un aprieto. Interesante dilema. Está bien, os daré una respuesta. Hay varias ciudades candidatas, pero ya que estamos con las guerras entre cartagineses y romanos, os diré que una de mis ciudades favoritas es, sin lugar a dudas, Cartago Nova, la Qart-Hadast de los cartagineses, asentada en torno a un imponente puerto natural, cerrada su bahía por la isla Escombraria, conformado su perímetro urbano por cinco colinas y destacando sus montes cercanos, cuajados de esparto, así como unas muy productivas minas de plata, sin olvidar sus astilleros y su industria de salazones. Esa maravillosa ciudad fue fundada por el cartaginés Asdrúbal el Bello, antecesor de Aníbal, sobre el asentamiento íbero de Mastia, y conquistada, no lo olvidéis, mis dilectos discípulos, para mayor grandeza de Roma, en una audaz acción ejemplo de valentía y estrategia, por el general Publio Cornelio Escipión, arrebatándosela a los cartagineses. A partir de su conquista, los romanos comenzaron a inclinar el fiel de la balanza de la guerra con Cartago a su favor. Si tenéis oportunidad a lo largo de vuestra vida, Fabio y Emilia, no dejéis de visitar la ciudad nueva, no os defraudará.
FIN