Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
33 – Invierno 2014
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Naciste de mis entrañas y sin saberlo me diste la vida. Te acunaron en mis brazos y tus sollozos se silenciaron al escuchar mi voz. La voz que había acallado tus silencios y adormecido tus sueños cuando aún te aletargabas en mi seno.
Fuimos un solo cuerpo durante nueve largos meses en los que compartimos el peso de la incertidumbre, el dolor de la posible pérdida, el cansino letargo de los días interminables de reposo forzado donde los segundos competían con las horas, las horas con los minutos.
Postrada en el lecho, imaginaba el futuro que compartiríamos porque, a pesar de las dudas que amparaban tu nacimiento, yo, tu madre, combatía contra las fuerzas malignas que asolaban cada día mi ánimo maltrecho. Pero no sucumbí ante ellas. Construí una pesada coraza que intentaba defenderte de todo aquello que pudiera hacerte daño. Y tú respondiste a mis llamadas primero suavemente, tal vez con tus pequeñas manos, luego de forma rotunda, con tus pies de futuro futbolista que solo se acallaron con la música de Vivaldi.
Nos reconocimos un 7 de agosto a las once y media de la noche. Y tus ojos verdes inundaron los míos y tus lágrimas secaron las mías. Y ganamos las batallas, pero aún, Ángel, hemos de ganar la guerra de la vida.
Y en estos diecisiete años en los que compartimos todo, tú y yo hemos salvado muchos escollos, hemos nadado contracorriente, pero hemos reconocido la fuerza de nuestro tesón, la capacidad de romper cadenas que aprisionaban nuestro interior, la capacidad de hacerlo solos, sin necesitar del consejo o el bien hacer de otros que habían decidido abandonarnos.
Porque, ¿sabes, hijo mío?, tú y yo somos capaces de adentrarnos en el océano de la vida porque en el transcurso de ella hemos tenido la suerte de encontrar nuevos barcos que nos permiten navegar y puertos que nos permiten zarpar hacia nuestro destino. Y nuestros nuevos amigos marineros, nuestra nueva familia, te quieren como yo te quiero desde el primer momento que te sentí en mi interior.
Y eso debe darte fuerzas para continuar. Como cuando jugabas al fútbol en mis entrañas, como cuando me miraste por primera vez con tus alegres ojos verdes, como cuando...
Diecisiete años juntos. Y cada día que pasa, mi amor hacia ti se acrecienta tanto que hasta duele.
No olvides, hijo mío, que no estamos solos, que la fuerza del cariño de todos envolverá tu vida, reforzará tu ánimo y romperá todas las limitaciones que te impongan.
Considérate grumete del barco de la vida, pero mamá desea que llegues a ser su capitán y que surques los océanos sin tempestades y que tu nave llegue siempre a buen puerto. Pero tú tienes que llevar la dirección del timón.
A mi hijo Ángel