Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 32 – Otoño 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

     Si vemos por la calle a una muchedumbre, o a un grupo más o menos numeroso, siguiendo sin motivo aparente a una persona, podremos inferir de manera automática que se trata de un famoso —con el amplio significado que tiene hoy el adjetivo— en candelero, un recién agraciado con el gordo de la lotería o un político en ejercicio de un cargo público. Se distingue cada una de estas tres condiciones según los caminantes de retaguardia soliciten autógrafos, repartan abrazos o se preocupen por la familia próxima, respectivamente; aunque no resulta extraña la acumulación de dos o incluso de todos los comportamientos descritos. Considérese asimismo, entre tan espontáneas comitivas, a los que no divisamos en ese momento, es decir, los paisanos, antiguos vecinos, compañeros de colegio, de servicio militar en su caso, parientes de diverso grado y conocidos de conocidos de conocidos que establecieron contacto con los ínclitos, en cuanto se enteraron de la noticia, para transmitirles su sincero y desinteresado gozo; y, ya puestos, para tomar un café y recordar los viejos tiempos. Cualquier pretexto es bueno para reanudar una amistad o las relaciones humanas en general. También para comenzarlas.

     En tales circunstancias, comprendamos que el agobiado objeto del deseo, aun a riesgo de incurrir en grosería, trate de seleccionar a sus trasviandantes, de filtrar a sus neodevotos o de contrastar a sus metapartidarios, o al menos de reducir el número de todos ellos hasta unos límites llevaderos con el quehacer cotidiano y la intimidad más elemental. Como la verdad cruda siempre escuece y además no procede desairar al pueblo al que tanto debe —o sea, del que tanto cobra—, la flexible ética de nuestros días permite acudir a alguna mentirijilla piadosa. De modo que los afectados por el asunto, en su tribulación, después de darle al magín sopesando distintas posibilidades, decidieron aventurarse con la que, por lo visto, ha hecho mayor fortuna. Habremos de convenir en su acierto, pues a la vez que eluden el contacto directo y no siempre grato con las multitudes, transmiten la idea de que están en constante ocupación, trabajando por nuestro bien sin apenas reposo, los pobres, y procurándonos una vida todavía más agradable si cabe, que ya es caber. Acuñose así una de las expresiones hoy más oídas y leídas, que por su sencillez, un sintagma de sólo tres palabras, no requiere mayores explicaciones y sugiere un apasionante mundo de entrega altruista hacia el prójimo. Como decía aquél, ¡qué tíos!

     Pues llegados a tal punto, el director de esta revista debe justificar su falta a la obligación trimestral —una de las muchas contraídas— de comparecer ante un auditorio. Y es que el director del número arscreatiano que tiene usted en pantalla no ha podido dedicar a su presentación, como suele, el tiempo, el cariño y la diligencia que hubiera deseado porque... En fin, hay que suponer que a estas alturas la causa estará bien clara: porque ese día el director ha tenido problemas de agenda.