Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 32 – Otoño 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja


En agradecimiento a Eloísa González y Antonio Areal, especialistas en Macrobiótica y Medicina Oriental.

Nuestra salud se encuentra definida, primordialmente, por el estado de nuestros principales órganos vitales: riñones, hígado, corazón, bazo, páncreas y pulmones. Cada órgano, cada sistema de nuestro organismo, genera y, a la vez, se nutre o limita por una determinada tendencia emocional. Es nuestro ciclo vital, una relación de ida y vuelta, interactiva, en la que tan importante es nuestro estado físico como nuestro estado mental, emocional y energético. Por esta razón cabe resaltar la importancia de considerar nuestra salud de forma integral, conociendo nuestro organismo, su funcionamiento y las estrategias con que podemos contar para favorecer nuestra autosanación.

La vitalidad, el coraje, la creatividad, la curiosidad o el valor de iniciar nuevos proyectos se asocian a un buen funcionamiento de nuestros riñones. Cuando existe una disfunción renal, acontecen una serie de síntomas físicos tales como: exceso de ácido úrico, intoxicación de la sangre, descalcificación ósea, artritis, dolor de espalda, problemas genitourinarios, retención de líquidos, ojeras, caída del cabello, temblores. Estas manifestaciones físicas van asociadas a ciertas manifestaciones emocionales: sensación de agotamiento, culpabilidad, falta de perspectiva, dificultad para escuchar, no saber decir no, excesiva preocupación por los demás. Teniendo esto en cuenta, podemos mejorar nuestra condición física a través de la meditación, así como reflexionando sobre aquellos aspectos de nuestra vida que debemos cambiar, sin esperar de antemano que las circunstancias o los demás cambien. Hemos de ser conscientes de quiénes somos y tener una visión clara de la vida, filtrando ideas y emociones tóxicas, viviendo sin miedo, sin temor a equivocarnos, marcándonos objetivos claros y actuaciones realistas.

Cuando estamos sanos, sentimos entusiasmo por vivir, por crear, somos capaces de tomar decisiones sin apenas dudar y pensamos y actuamos con flexibilidad ante los distintos aspectos de la vida. Estas emociones están especialmente ligadas a la salud de nuestro hígado. Cuando éste se halla afectado podemos mostrar tendencia a la irritabilidad, impaciencia, cólera, obstinación, sentido extremo de obligación y de autodefensa, autoexigencia. Una disfunción hepática puede acarrear vómitos, cálculos biliares, dolores de cabeza (frontal, parietal u occipital), posible déficit de ferritina, orzuelos, contracturas musculares y calambres, ciática, contracción diafragmática. Para potenciar nuestro proceso de autosanación hemos de favorecer nuestra capacidad de expresión y comunicación, sacando afuera nuestra energía, nuestras emociones contenidas: gritando a solas, cantando, empleando como terapia la música, la pintura, la escritura creativa y, especialmente, a través del movimiento. Hemos de huir de la extrema autoexigencia y evitar ser inflexibles, poniendo orden en nuestra vida, simplificando y empleando un tiempo para cada cosa, acotando tareas.

El cuidado de nuestro corazón y sistemas asociados requiere de armonía. Su fortaleza viene acompañada de alegría, sensibilidad, sabiduría y de un gran ingenio. Si existe cierta disfunción a nivel cardiaco, circulatorio y/o linfático observaremos síntomas tales como: taquicardia, arritmia, hipertensión, varices, piorrea, llagas, úlcera de duodeno, derrame cerebral, leucemia. Las manifestaciones emocionales asociadas a estas ciertas manifestaciones corporales son: arrogancia, jovialidad extravagante, dificultad para absorber nuevas ideas y concentrarse, escepticismo exacerbado, confusión mental, sentimiento de desesperación y apatía, que podemos mejorar con actividades relajantes y ejercicio suave, paseando, practicando chikung, cuidando mucho nuestra alimentación y, sobre todo, sonriendo y ejercitando nuestro sentido del humor.

Siguiendo con la salud de nuestros principales órganos vitales y centrándonos en el sistema hormonal y en el funcionamiento del bazo y el páncreas, asociados al aparato digestivo, encontramos una serie de síntomas que manifiestan una posible disfunción: hipo o hiperglucemia, diabetes, hernia de hiato, estreñimiento crónico, dolor de cabeza (frontal y, a veces, parietal), débil sistema inmunológico, calenturas en el labio superior. A estos síntomas se asocian emociones como pesimismo, autocompasión, desconfianza, constantes cambios de humor, sensación de desorientación en la vida e insatisfacción. En contrapartida, cuando estamos sanos nos mostramos simpáticos, perspicaces, generosos y con gran capacidad de comprensión. Para favorecer nuestra autosanación es preciso poner los pies en la tierra, no divagar y evitar al máximo darle vueltas a la cabeza, reflexionar y respirar hondo antes de responder y no obsesionarse con nada

Finalmente, hemos de centrarnos en los procesos de oxigenación y desintoxicación de nuestro cuerpo, que dependen de la salud de nuestros pulmones, nuestra piel y nuestro intestino. Un mal funcionamiento de tales órganos podría determinar la aparición de cierta sintomatología: dificultades respiratorias, asma, hemorroides internas, calenturas en labio inferior, dolor de cabeza occipital, colon irritable, posible pérdida de memoria. Las manifestaciones emocionales asociadas suelen ser: tendencia a la nostalgia, pesadumbre, aflicción, ansiedad, hipocresía, exclusivismo, dificultad para relacionarse, mostrar agobio y suspirar mucho. En el extremo opuesto, la persona sana disfruta de una buena capacidad pulmonar y tiende a mostrar seguridad en sí misma, vigor e independencia. El modo de activar nuestra sanación requiere de diversas estrategias: buscar el propio espacio y cuidar nuestro entorno, rodeándonos de sencillez y belleza; huir de apegos; evitar relaciones de dependencia; ayudar a los demás sin hacer propios sus problemas y solucionar cada uno los suyos con confianza en su valía personal.

Tras este análisis, cabe incidir en que la salud se define como un estado de bienestar energético, físico, psíquico, emocional, ambiental y social, en definitiva, global, y que nuestra autosanación depende tanto de la aceptación de aquellos factores congénitos que nos caracterizan: temperamento, genealogía, rasgos físicos, constitución, tendencia a una determinada condición físico-emocional,… como de nuestro cuidado y de la comprensión de factores epigenéticos influyentes en nuestro carácter y estilo de vida: clima, oxigenación, hidratación, alimentación, ejercicio, horas de sueño, ocio y trabajo, relación con las personas de nuestro entorno, música que escuchamos, tiempos de silencio, reflexión o meditación,… En definitiva, tenemos en nuestra mano el activar nuestro ciclo vital a fin de potenciar nuestro sistema inmunológico, alcanzar nuestro equilibrio personal, dinámico y armónico, y sentirnos, indudablemente, cada día mejor.