Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 32 – Otoño 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja


Mamá:

Cómprame un juego de rompecaversos

que esos juguetes no cuestan dinero.

Se pagan con aire, se pagan con tiempo,

se pagan con la letra de los sentimientos.

Cómprame éste porque me ha gustado

y al verlo en mis ojos me ha enamorado

el reír de su risa, el abrazar de su abrazo,

su cuerpo menudo de amor disfrazado.

Sé que no hablan los rompecaversos,

silenciosos navegan cruzando desiertos

rompiendo las olas en mares abiertos,

abriendo la vida al surcar los océanos.

El que quiero es ese que viene asustado

al sentirse morir tras haber naufragado

en una gran fosa de cielo salado

con trozos de luna y corazón desgarrado.

Cómpramelo para volar con los vientos

que vienen y van arreciando recuerdos

del cielo a la tierra, hasta los infiernos

donde viven las fieras que bien conocemos.



Si yo llegara a ser rompecaversos acabado

podría ponerme a comenzar lo terminado,

empezar por el final dejando el inicio a un lado

para verlo al acabar estando todo completado.

Mamá, por favor, cómprame el rompecaversos,

con él quiero ascender hasta estar sobre los suelos

donde la vida desliza penas y desconsuelos,

grandes pesares y llantos, quebrantos y desalientos.

Cómpramelo y verás que no lo dejo abandonado

aunque un rayo me parta dejándome destrozado.

Con él me recompondré hasta quedar bien armado

con pedacitos de los dos, unido y ensamblado.

Entonces seremos uno, yo y mi rompecaversos

y todos escucharán la voz de nuestros huecos

en valles y montañas cantando los secretos

que vienen oliendo a mi, vienen oliendo a versos.

Cómpramelo, mamá, que ya casi he terminado

de estar en esta tierra harto de sentirme olvidado,

cruzar los días sin nombre y la noche pertrechado

bajo la estela de poemas que deja mi niño frustrado.

Si me lo das, me marcho siguiendo el eco de mis pasos

para volver convertido en el más grande de los bardos

aquel que oye el sol y escucha, de la luz, los cantos

al transitar su destino con los párpados apretados.

Al comprarlo me verás, firmamento alumbrado,

sin máscara ni disfraz, miserable y desgraciado.

Soy eso y nada más, culpa eterna y pecado,

jardín sin flores de abril, pequeño desconsolado.