Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 31 – Verano 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

El padre jesuita Pedro Casciaro Ramírez, nacido en Murcia el 16 de abril de 1915, era hijo de Pedro Casciaro y Emilia Ramírez (ésta, hermana de Diego Ramírez Pastor). Estudió en la Universidad de Madrid los dos últimos cursos para ingresar en Arquitectura. Después de conocer, gracias a su amigo de la infancia Agustín Thomás Moreno, a Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, se incorporó a la Obra el 20 de noviembre de 1935. Su padre, Pedro Casciaro, era hijo de Julio Casciaro, nieto de Peter Casciaro y bisnieto de Luis Casciaro Carrara, napolitano que emigró a Londres. Allí nació Peter Casciaro, que fue educado en un prestigioso colegio de la capital británica, donde se especializó en mineralogía y contabilidad.

 

 

LOS CASCIARO
Los Casciaro, familia ligada a la historia de Torrevieja, fueron los propietarios de la antigua hacienda San José de los Hoyos, conocida por el Cerco Casciaro, por la familia propietaria y por el cerco de obra con garitas con troneras que se construyó a mitad del siglo XIX por idea de Luis Casciaro, casado con Catalina Lobato Bellido. Con el tiempo, en una parte de las tierras del antiguo cerco se construyó el parque de las Naciones, en el que todavía se conservan los aljibes restaurados de la finca, hoy sala de exposiciones, así como la antigua ermita de San José de los Hoyos, igualmente restaurada, donde en la actualidad se guarda la imagen de San Emigdio, copatrono de Torrevieja.

 

 

 

LOS PRIMEROS AÑOS EN EL OPUS DEI
Según cuenta el jesuita Pedro Casciaro Ramírez en su libro Soñad y os quedaréis cortos, en el mes de enero de 1936 eran muy pocos en torno al fundador de la Obra. Eran un puñado de jóvenes con carrera sin terminar y algún que otro recién licenciado, entre ellos el joven estudiante de Ingeniería de Caminos de 21 años Álvaro del Portillo, el director de la residencia y arquitecto de 25 años Ricardo Fernández Vallespín, el estudiante de medicina de 22 años Juan Jiménez Vargas, el estudiante de Ingeniería de 21 años José María Hernández de Garnica, el químico de 29 años José María González Barredo que entonces estaba haciendo el doctorado, el mencionado Pedro Casciaro y algunos más. El padre fundador de la Orden, igualmente joven, tenía 30 años. Durante la Guerra Civil española, Pedro Casciaro acompañó al fundador durante su estancia en Burgos, en el paso de los Pirineos y durante su estancia en Francia.

EL SACERDOTE
Pedro Casciaro Ramírez, doctor en Ciencias Exactas y Derecho Canónigo, fue ordenado sacerdote en 1946, y comenzó su labor apostólica en México en 1949, donde alentó el apostolado personal de los primeros miembros de la Obra en ese país. Desde octubre de 1958 hasta mayo de 1966, trabajó de procurador del Opus Dei ante la Santa Sede y como miembro del Consejo del Opus Dei en Italia. Posteriormente regresó a México, donde recibió a Josemaría Escrivá de Balaguer, al que acompañó durante su viaje apostólico, del 15 de mayo al 22 de junio de 1970. Siendo prelado de honor de Su Santidad el Papa, falleció santamente en México D. F. el 23 de abril de 1995. Al día siguiente de su muerte, se trasladaron sus retos a la parroquia de la Vera Cruz de Méjico.

SUS RECUERDOS FAMILIARES Y DE TORREVIEJA
Según relata Pedro Casciaro Ramírez en su libro Soñad y os quedaréis cortos, a finales de junio de 1935, al acabar el curso en la Universidad, vino a Torrevieja a veranear a la finca de Los Hoyos, donde tenía por costumbre reunirse durante el verano. La finca, custodiada por un largo muro rectangular con garitas y troneras preparadas para disparos de fusil, fue construida a mitad del siglo XIX por su bisabuelo Peter Casciaro. A la antigua hacienda de San José de los Hoyos, los torrevejenses, a partir de entonces, le dieron el nombre de Cerco Casciaro.

EL CERCO CASCIARO
La finca tenía una casa grande de corte señorial de estilo neoclásico construida a mitad del siglo XIX, un jardín con verja, una ermita dedicada a San José con un panteón familiar detrás de ella, en el que por cierto nunca se llegó a enterrar a ningún difunto. Su abuelo Julio Casciaro usaba el espacio para guardar los aparejos de pesca y dormir la siesta durante el verano, porque la cripta era muy fresca. Además, la finca contaba con otros edificios, la casa del hortelano, una almazara para hacer aceite de oliva, varios graneros, una boga, una noria con típicos borricos y canguilones para sacar el agua, balsas, pozos con molineta de viento, corrales para animales diversos. Era un lugar espléndido donde abundaban los almendros, las higueras y las palmeras. Según algunas personas mayores que visitaron la finca, había varios pinos, entre ellos uno muy grande a cuya sombra se sentaban los propietarios. También había un invernadero que había instalado Peter Casciaro, que contenía numerosos cactus de diversas especies y variedades que eran cuidados amorosamente.

LOS VERANOS EN LA FINCA
En su libro, Pedro Casciaro Ramírez menciona las largas y placenteras vacaciones que pasaba en la finca con sus abuelos, sus padres, su hermano José María, seis tíos (cinco de ellos casados) y sus primos, que hacían que con frecuencia se reunieran en el comedor para comer más de venticinco personas. Todo ello a pesar de la situación política por la que pasaba España, en la que su abuelo Julio Casciaro era la viva representación de la desilusión por aquella república en la que tanto había soñado.
En aquellos veranos plácidos, sin prisas, Pedro Casciaro solía salir a nadar por las mañanas o a remar en una piragua que le había regalado su tío, que era marino.
Por las tardes, Pedro Casciaro Ramírez salía a dar una vuelta por los balnearios o por el paseo marítimo con algunos chicos y chicas conocidos. A veces se celebraban verbenas en la glorieta, donde había un quiosco sin techo en el que la banda interpretaba habaneras. Otras veces iba al cine, que según relata en su libro era bastante bueno. Pedro tenía un acuerdo tácito con su tía Maruja, la hermana menor de su madre, que estaba soltera y era poco mayor que él; teóricamente cuidaba de su tía, aunque en la práctica realmente era ella la que cuidaba de él. Su tía Maruja le llevaba en su Peugeot, cosa inusual en aquella época en la que no era frecuente ver una mujer al volante, y menos que una chica joven fuera conduciendo su propio coche.

LA PROPIEDAD DE LA FINCA DE LOS HOYOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
A mediados del siglo XIX, María Bellido Cabezas compró la finca de San José de Los Hoyos a Joaquín Pastor, dueño de La Torreta; de María Bellido Cabezas, la propiedad pasó a Catalina Lobato Bellido, casada con Luis Casciaro Carrara; de éstos, la finca pasó a propiedad de su hijo Peter Casciaro Lobato; posteriormente, la finca pasó a Julio Casciaro Boracino, hijo del anterior; de éste, a María Casciaro Parodi; y de ésta, a Ana Casciaro Alcaraz. Después, la finca pasó en herencia a sus sobrinos residentes en Torrevieja, Tomás, Juan de Dios y Conchita García Casciaro, que fueron los últimos propietarios del llamado Cerco Casciaro, en cuya parte de las tierras que pasaron a propiedad del municipio se construyó el parque de las Naciones.