Rompen tus olas
sobre rocas dormidas
aflorando vida del fondo abismal,
y en el silencio del anochecer
fascina observarte
y escuchar sonidos de tu deambular.
Cuando el Alba muy suave despunta,
tu alma profunda comienza a vibrar.
Renuevas tu andar cada día,
sacudes tu vientre,
y en la playa escupes
impulsando a seres que vienen y van.
Gigante, profundo,
atraes, golpeas,
envuelve tu embrujo.
Tus olas bravías
seducen, engañan.
Quienes te navegan
respetan tu andar.
Si hablar tú pudieras,
desentrañarías
todos los enigmas
que incansablemente,
en todos los tiempos,
al hombre inquietaron.
Qué extraño resulta
amarte y temerte.
¿Qué influjos encierras,
que a todos incitas a hacerse a la mar?
Arrastras contigo muchas energías
de seres que osaron tu paz desafiar.
Con furia impetuosa,
Neptuno amenaza
expulsando todo lo que recibió,
y esas energías, que son todas nuestras,
siempre las regresas, arrollándonos.
El día en que el hombre
tenga sumisión de un niño
y su vehemencia logre doblegar,
tal vez esos Mares tumultuosos
puedan también sus aguas sosegar…
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