Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
30 – Primavera 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja
Recordar es, en ocasiones, una fuente de inspiración para escribir, sobre todo si lo que recuerdas ha aportado algo a tu crecimiento personal.
Eran los años ochenta y fui un sábado a Alicante para estar con mi hermana Margari, que vivía allí. Me gustaba ir al cine en Alicante, ya que, en aquellos años, poco cine bueno podíamos ver en Torrevieja. A mí siempre me ha gustado mucho el cine.
Le dije a mi hermana:
—Yo quiero ir al cine.
Ella ojeó el periódico y me dijo:
—Vamos a ir a los cines Astoria —dicho sea de paso, hace algún tiempo que desaparecieron— y vamos a ver la película Dublineses, la crítica la pone muy bien.
En aquellos años tenía yo la cabeza bastante ocupada en las cosas cotidianas. Mis hijos eran pequeños, trabajaba y, aunque leía algo y estaba todo lo atenta que podía a lo que ocurría fuera de mi entorno, mi hermana era para mí como una ventana abierta a la información exterior: noticias, política, cultura, cine...
De todo lo expresado anteriormente no se es consciente en el momento en que se vive, es con el paso de los años cuando se va valorando la influencia que pudieron tener quienes te rodearon a lo largo de la vida: padres, maestros, amigos y en este caso mi hermana Margari.
Y siguiendo con mi pequeño relato, aquella hermosa tarde de sábado fuimos al cine y vimos la película Dublineses. Ella salió encantada; yo la encontré demasiado intimista, pero de una gran belleza.
Al poco tiempo pude grabarla de TVE. En mi pensamiento debió quedar la luminosidad de esta cinta, aunque en el primer momento no mostrara el mismo interés que mi hermana. La he vuelto a ver muchas veces, aún la conservo, y desde luego he llegado a compartir el entusiasmo que ella mostró cuando salimos del cine.
Posteriormente, mi hijo Miguel, conocedor de mi interés por la citada película, me regaló el libro titulado Dublineses, de James Joyce, en el cual se incluye el relato Los muertos, en el que está basada esta película.
He tenido el deseo de expresar esta experiencia y sobre todo mi opinión de esta maravillosa película, que fue elegida por los críticos españoles como la mejor de los ochenta.
La dirigió John Huston, que rodaba en silla de ruedas y con una mascarilla de oxígeno. Gracias a su férrea voluntad pudo acabar Dublineses, su última gran obra, su testamento cinematográfico, su obra póstuma (murió antes del estreno de la película). El legado de Huston es una cinta de lo más sencilla, pero cuidada hasta el mínimo detalle, muy bien ambientada y con un profundo mensaje. La acción transcurre en el Dublín de principios del siglo xx, y cuenta una historia costumbrista de la época.
Los cinco últimos minutos del filme son preciosos: pura poesía en los pensamientos de Gabriel asomado a la ventana viendo caer la nieve, reflexionando sobre su esposa, sobre la vida... y sobre la muerte. Un monólogo con voz en off lleno de lirismo. Una de las cosas más bonitas que yo he podido ver en el cine. La fotografía, espectacular, nos muestra los solitarios paisajes cubiertos de nieve mientras Gabriel reflexiona acompañado de una banda sonora estupenda en donde prevalece el piano.
Consiguió dos óscar: mejor vestuario y mejor guión adaptado.
En definitiva, una película que para mí es una joya del cine, aunque algunas personas la puedan encontrar demasiado intimista, como a mí me sucedió la primera vez que la vi.
No había tenido ocasión de compartir estos pensamientos, pero gracias a que existe la revista Ars Creatio, me complace escribirlos.