Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
30 – Primavera 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Dedicated to the one I love
Mamas & Papas
Te ríes por la comparación. Cigarrillos de diferentes marcas consumiéndose entre los dedos. Vulgar, ¿verdad?, muy vulgar, pero trasciende a esos momentos tras los visillos cerrados a fuego en una habitación de tres por cuatro. Momentos perfectos. Inventados en la intemperie de la mañana, abrazados a la referencia de ese roble. Seguro que es un roble. Amo del bosque. Energía futurista o simple retorno. Humo desdoblándose en una canción que no oímos juntos. Una canción de Mamas & Papas, ¿verdad que sí?
Es por la década de los sesenta cuando cuelgo un blanco de tiro en la pared, antes de viajar a los otros tres puntos cardinales desde mi sur sombrío.
Ocultos a las hojas quedamos en aquel banco. Los pequeños estanques, praderas por las que se pasea uno que otro muerto, desdibujan el paisaje de cuerpos húmedos, fatalmente sellados por la carretera a la que llegamos tras atravesar un puente oscilante. Puente sobre aguas que no llegarán nunca al mar. Soles subterráneos que no dejan de proyectar calor. Una conversación eterna, pequeña mama. Sin comienzo ni fin. Referencias con mojones. Sentimientos delimitados cada cuatro quilómetros y las obscuridades que aguardan con sus fúnebres ramos. No sabemos adónde vamos sin la certeza de haber venido.
Instrucciones para el juego. En el blanco de tiro se sustituyen los números por letras. La «A» manda siempre jugar. Sí, la primera letra lo decide todo. El juego lo juega uno mismo. Los espectadores pagan entrada. Observan. Animan. Se apasionan. Insultan al árbitro. Pero luego se tienen que marchar. Comentan en algún bar de los alrededores lo que fue el partido. Discuten. Se apasionan otra vez. Borrachos dan vuelta a la hoja del día. Observan los titulares del periódico. Portada a cuatro columnas. Discuten con la tapa. Insultan al cronista. No todos trabajan. Se olvidan. Los niños ciegos quieren salir a jugar al jardín en la madrugada. Pero si es de noche, niños. Para nosotros, señora, siempre es de noche. La hora no existe. Existe el tiempo que no podemos medir. Existen las letras que no sabemos leer en el blanco de la nieve. El juego lo juega uno mismo.
Menciono primero una «M». Siempre se recuerda el primer dardo lanzado. Seguro no aciertas la doble «M» en el segundo intento. Los dardos trazan memorias aéreas. Trastabillan en el puente oscilante. Se internan entre ramas de invierno. Se asientan en las cornisas de un castillo rumiando tartas de café con nueces. Un pequeño papa adormecido en el abecedario incapaz de mover ficha.
Por un tiempo apunto en «S». Las palabras terminadas en «S» siempre son plurales. Te descubrió haber una doble «C» en el sendero que conduce al mirador de madera. Desde ahí observamos urnas desordenadas. El tiempo se olvida de ellas. También esos dardos tuvieron itinerarios que se masticaron ciertos. Demandaron hacer diana en el centro del universo y perdieron el rumbo. Pese a ser conscientes de sus irrisorias posibilidades, nos dejamos llevar por eso que siempre ocultamos como un tesoro dentro de una cajita de terciopelo rojo. Late. La vida la hacen los ganadores, pero no es tan malo, de vez en cuando, quebrar una lanza por los perdedores. Perdedores son casi todos los nombres que pueblan la historia. Los ganadores de la vida no pasan a la historia, sólo la escriben. ¿Quiénes son los ganadores? Pequeño partido de dardos paralizándolos en ese ínfimo instante de gloria. Pobre gloria de puntos cardinales sellados por exóticas playas. Cubalibres de escasa memoria en terrazas de verano. De rolsroices circulando en circuitos cerrados de televisión. De pantalones en los tobillos por casi nada. De querer ser protagonistas de nada. Pequeña mama, a veces el sueño es una cabina de teléfonos, perdón, hoy sería un móvil de última generación
Indago las letras de tu centro cambiado a menos de un metro. En el estanque las algas se engalanan con una lata de coca-cola light, trozos de la página deportiva escrita por el mismo cronista del partido pasado y restos de tarta de café con nueces bajas en calorías.
Tanto apuntar para querer confirmar la letra del centro como una «A». De «A» parte el radio de la circunferencia. Pi por «A» al cuadrado. Un pequeño papa despistado. Vivimos y morimos sólo lo que queremos (y a los que queremos). Lo demás es tarde de domingo con madrugada de niños ciegos.
Y otro día más se despide con tibios aromas y el lunes no aguarda tan siquiera con un canto. No sabemos adónde vamos y menos tendremos la certeza de haber venido.
Pasada década de los sesenta, la pequeña mama murió sin conocer Managua (o tal vez la sobrevuela hoy) y el pequeño papa no dormirá en París más de una noche. Así, bastante después, ya dentro del bosque, inventaron un estanque por el que navegaron.
Reman y encuentran el centro del universo en un añoso roble. Amo del bosque. Espantador de urnas. Energía del futuro concentrada en soles subterráneos. Estés donde estés.
El taxi de regreso trituró la carretera y en la torre de la iglesia se posó otro dardo. Hizo diana en la publicidad de una vulgar marca de cigarrillos. Tanto apuntar para no arrancar la doble «A» de los ganadores, me comenté. ¿Pero quiénes son los ganadores? ¿Los protagonistas de las dos caras de una misma moneda? ¿Los predicadores de las miserias? ¿Los hipnotizados propagandistas de la mediocridad?
¿Será cierto que éste es el fin del partido? Es probable que sí, pero no es el fin de los cigarrillos. No tendrá más final que el que podamos inventar. La historia sólo tiene historia y carece de límite. ¿Lo nuestro? ¿Qué es lo nuestro? ¿Qué fue lo nuestro?
Nunca lo sabré. Se sometió a una pequeña partida de dardos en la que el centro «A» se modificó a gusto de un público incapaz de pagar su entrada. Treinta monedas y una cita en el libro del olvido. Fue pobre el cachet.
Sunday will never be the same
Mamas & Papas