Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
29 – Invierno 2013
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Aturdido quizá entre tanta belleza, un grupo ruidoso llamó mi atención, pero... no me gustan demasiado esas pequeñas aglomeraciones que zumban y revolotean como insectos, y seguí ensimismado mientras rodeaba aquel enjambre. De repente, entre el grupo de moscones, me pareció verla a ella. Ahora comprendí el porqué de aquel revuelo de zánganos en torno a la miel, pero en este mundo en que nos ha tocado vivir la prisa es la reina, y tal y como habían surgido desaparecieron en busca de una nueva flor a la que devorar todos juntos con su runrún. El silencio nos envolvió y seguí rodeándola con la mirada fija en su piel, tan fina y tostada que parecía teñida por el mismo sol. Su calma serena era contagiosa y su belleza, casi divina. Sus orejas eran tan apetecibles que sentí un deseo irrefrenable de libar su miel, de hecho me pareció que ya se me habían adelantado y algún amante apasionado había mordido sus placenteros lóbulos. Su perfil rayaba en la perfección. Su larguísimo cuello y su alta corona describían un arco perfecto que lanzaba su rostro hacia delante de forma que su recta nariz y sus jugosos labios invitaban a besarla sin demora. Dos finos arcos gemelos daban luz a sus ojos y eran la promesa de una frente que encerraba un gran misterio, la mujer imaginada, el rostro sin historia..., pues quisieron borrarla sin conseguir apenas nada. A medida que el tiempo seguía parado me iban inquietando un poco más la proporción de sus pómulos y la gracia de aquella barbilla que de nuevo me conducía a sus suaves y enrojecidos labios. ¡Era realmente bella! La belleza es una noción abstracta a la cual llegamos a través de los sentidos. Sin embargo, la suya es fruto de la perfección... Si la miras fijamente sientes su luz, su equilibrio, su poder. Si cierras los ojos puedes imaginarla, pero crece la insatisfacción. Entonces abrí los ojos y me llené de ella, tanto que al volver a cerrarlos conservé su imagen dentro de mí. Por la perfección alcanzó la belleza y su belleza estaba radiante de felicidad. La máscara de kohl que perfilaba sus ojos recién salida de algún precioso tarro de Bes (el dios del hogar) hacía brillar con mayor intensidad la chispa de su mirada. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando clavó en mí su único ojo, tan profundo era el negro de su pupila que la cuenca vacía de su ojo izquierdo no restaba un ápice de su exuberante belleza. ¡Era feliz! Había alcanzado parte de esa felicidad oriental, ese estado de armonía interna tan diferente a nuestra idea occidental que identifica la felicidad con la consecución de una meta deseada o la posesión de un bien. Yo, siempre epicúreo, me encontraba tan cerca del placer... No me extraña que el mismo sol soñara con tener manos al final de cada uno de sus rayos para poder acariciar aunque solo fuera una vez a: ...la Gran Reina a quien él ama, la Señora de las Dos Tierras, Nefer-Neferu-Atón-Nefertiti; que viva por siempre jamás. (Gran Himno a Atón) |
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BÜSTE DER KÖNIGIN NOFRETETE FOTO: JÜRGEN LIEPE |
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El busto de la reina Nefertiti, en yeso y caliza policromada, con colores de una suavidad extrema, cálidos y sensuales, es la pieza más característica del período amarniense, cuando saltan en pedazos los estrictos cánones ideales del arte egipcio. Tiene un tamaño aproximado de 50 centímetros, fue hallada en 1912 en las ruinas de Tell el Amarna por Ludwig Borchardt, en el que sería el estudio del escultor Tutmosis, al que se le adjudica el honor de haber gozado con algo más que el posado de la Gran Reina. En cualquier caso, ¿que no hubiéramos dado nosotros, pobres mortales, por haber acariciado su cuello infinito o haber cubierto con su hermosa corona el deforme cráneo que le otorga un carácter divino? La cultura amarniense es fruto de una revolución, artística, mística, social y política, emprendida por el faraón Amenhotep IV, la primera reforma monoteísta de la historia de la humanidad. El faraón y su gran esposa real eran los únicos intermediarios entre el dios único y universal y la creación. Akhenatón —que así paso a llamarse el faraón— y Nefertiti eran el vínculo que unía al disco solar Atón con su pueblo. ¡Apareces resplandeciente en el horizonte del cielo, oh Atón vivo, creador de la vida! (Gran Himno a Atón)
El período de Amarna comprende entre el 1350 y el 1333 a. C., en el Imperio Nuevo de Egipto, hacia el final de la XVIII Dinastía, a la que pondría termino Horemheb borrando las huellas y los nombres de Akhenatón y Nefertiti de la historia de Egipto, en la afrenta mas ignominiosa que se puede hacer a los hijos del sol. Sin embargo, la nueva visión de la realeza que concibieron, su nuevo concepto de la belleza, sobrevivió haciendo baldíos los intentos de desterrar la memoria de los reyes de Amarna, más bien acrecentaron el misterio y la leyenda de ambos personajes. Nefertiti se representaba a la altura del faraón, como almas gemelas dotadas de igual poder, en la sublimación de la belleza y en actitud de aplastar al enemigo. La reina guiaba su propio carro o aparecía junto al faraón mientras éste sujetaba las riendas. Hay quien sostiene que tras la borrosa figura del faraón Smenjkare se encuentra la irresistible personalidad de Nefertiti. Ella está provisionalmente en el Altes Museum de Berlín, hasta que se termine la restauración del Neues Museum, donde tendrá su residencia, aunque el clasicismo de esta gran obra del arquitecto Karl Friedrich Schinkel no le va nada mal a nuestra reina, como tampoco lo hace la compañía: la sorprendente cabeza verde de Berlín, la primorosa miniatura de la reina Tiy (su suegra) y los maravillosos relieves policromados que retratan escenas cotidianas de la vida de la familia real de este especial faraón hereje, Akhenatón, y que rebosan felicidad. Berlín le ha dado todo a Nefertiti y ella es presentada como la berlinesa más guapa. Sin embargo, supongo que la reina del Alto y Bajo Egipto echará de menos el disco solar, pues el único que encontramos nosotros en cuatro días fue un dorado astro rococó en un pabellón enrejado de los jardines de Sanssouci, el palacio de Federico II el Grande de Prusia, en la cercana Potsdam. |
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JARDINES DEL PALACIO DE SANSSOUCI – POTSDAM |
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Esplendor de belleza, coronada de plumas y exultante en su voz, la bella ha venido... La Bella ha venido, este es el significado de Nefertiti, y rara vez tendrá tanto sentido la frase del gran Leonardo da Vinci como hoy: La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte.
NOTA DEL AUTOR: El pasado día 6 de diciembre se cumplieron cien años del descubrimiento de esta magnífica obra de arte, lo cual me hizo pensar en mis viejas notas del cuaderno de viajes, donde se anotan los sentimientos que generan el mismo viaje y las obras de arte a las cuales me suelo acercar.
Borchardt, hace cien años, rescató de las doradas arenas a esta belleza atemporal que ahora podéis visitar en una magnífica exposición conmemorativa en su nueva casa del restaurado Neues Museum de esa maravilla que es la isla de los museos de Berlín.
Si eres un amante de la cultura egipcia o sólo de la belleza en estado puro, no dejes de visitarla.
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