Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 28 – Otoño 2012
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

El doble poemario que recoge este libro está escrito desde la madurez. Contiene los temas que ha venido tratando en sus libros anteriores, pero ahora los amplía, los dota de sensatez y de una mirada nueva que solo es posible a través de las enseñanzas de las experiencias vividas.

La familia, el amor, la pena, el dolor, la espera, las preguntas y las respuestas de antaño se tiñen ahora de consuelo, de futuro de esperanza en calor inmenso. El amor es añoranza de juventud y, a la vez, es amor presente en la madurez.

El cielo y el mar de Torrevieja se agolpan en el pecho de Clara y encuentra en ellos el consuelo deseado. El paso del tiempo no borra la memoria ni detiene su voz. En sus poemas se descubre la belleza del día a día, a pesar de los sinsabores de la vida.

Las olas dejan paso a su montaña asturiana, arraigo de su tierra natal que no olvida. Y por ello, orgullosa del hermanamiento entre Asturias y Torrevieja, construye versos tan bellos como la espiga del trigo convertida en suaves caracolas.

Como libro de madurez, muestra en sus versos su extensa formación literaria. Conoce a los grandes poetas, encontramos ecos de San Juan de la Cruz y de Jorge Manrique. Llena los versos de recursos retóricos como antítesis, metonimias, apóstrofes, personificaciones, paralelismos e interrogaciones retóricas, figuras estilísticas a las que sabe incluso dar la forma estrófica de sonetos renacentistas y barrocos de una belleza clara, como el terceto: ¿Qué hiciste con esas rosas que en silencio me ofertabas? ¡No comprendo!

Busca en la poesía un suave descanso y, por ello, la noche es una metáfora disémica que representa la etapa de vida de madurez y, a la vez, el periodo de oscuridad, el momento en el que renacen las sombras del pasado. Pero en Clara siempre surge la ilusión y la esperanza. Existe vida presente.

El libro que presentamos esta tarde es un cuaderno escrito en un otoño con primavera y con luz, que sale desde la claridad reflexiva de la mente, y que emana por fuera en su tierna mirada.

Salen de su pluma versos quevedianos que contienen el tópico “amor post mortem”: Amor de rencuentro más allá de la muerte. Sin embargo, Clara convierte cada experiencia y cada sentimiento en aprendizaje y vivencia positiva; los recibe como regalos de la vida en forma de cerezas.

 Sus versos forman un jardín propio donde ella siembra palabras de ternura infinita, y con ellas se reconstruye por dentro, y brota alegría, como en los versos Noche esperada desde siglos donde ahora la vida es ilusión.

Como elemento vertebrador, el inicio de sus poemas es la ausencia de la madre, los poemas dedicados a ella son como epístolas, como una carta abierta, un diario público en un intento desesperado de comunicación permanente para inmortalizarla allá en el cielo. Su nieta será la vida renovada que se abre paso en su corazón.

El dolor que se clava en el pecho se cura abrazando a la niña Blanca paloma, y Clara, dejándose acunar, como otra niña más, por la tierra y el mar, por el viento de las montañas asturianas, y por la brisa marina torrevejense, se cura, y purifica su alma y su espíritu.

En los poemas dedicados a la madre, hay reminiscencias de César Vallejo, de Pablo Neruda, y recuerdan a las elegías de Francisco Brines dedicadas a su madre, aunque el tono es más suave.

A la madre le agradece sus cuidados. Es la que consuela nuestras lágrimas con su ternura y la mano que nos enseña a caminar por la vida. Cada poema se convierte en una vía de comunicación abierta, en una despedida que transforma a la madre ausente, en un ser permanente en la memoria, a la que Clara sigue recurriendo, como una letanía, cuando las cosas se ponen difíciles.

Todos los poemas dedicados a la familia son nostálgicos y sobrecogedores, están llenos de ternura y de emoción. Aunque también el poemario en su conjunto adquiere un tono sosegado. El libro es un recipiente de aguas calmadas.

Sus estrofas y sus rimas varían en cada poema. Conocedora de las normas que rigen la poesía, utiliza versos octosílabos o endecasílabos, y los ajusta al tema que la inspira en cada momento. Construye cuartetos y tercetos con sencillez y belleza, como el terceto inserto en uno de sus muchos sonetos de influencia renacentista: Intentas vivir el presente / disimulas el sufrimiento / que siempre está en la mente.

Y como Garcilaso de la Vega cuando busca el adjetivo perfecto para sus églogas, Clara busca en la naturaleza los elementos que la ayudan a expresar su estado de ánimo: torrente, cascada, cumbres, flores que reverdecen, aroma de violetas. El viento y la tierra, la caracola y la montaña.

Escribo al aire, dirá, confiando en que pueda llevarse las penas. Busca incesantemente un viento renovado que no llega, que tarda... Una muestra de ello son los dos versos que dan inicio al poema “Huida”: Silbido ciego, viento fuerte suena cual látigo en el pecho dolorido.

La naturaleza es el escenario del poema y se contagia de los sentimientos de la poeta, del mismo modo que les ocurría a los escritores románticos como Bécquer o Espronceda.

Algunos versos son realmente místicos, Santa Teresa de Jesús la ilumina e inspira su antes citado pecho dolorido. Y no se olvida de San Juan de la Cruz en su verso Aurora del ocaso sufro en alborada. Como el arpa de su dueño tal vez olvidada de Bécquer, elabora Clara el último verso de este cuarteto: comprendo que de ti soy olvidada. Y como en "Noche oscura del alma", la llama de Clara es la que alumbraba lumbre pura, tan brava que apagó tu desamor y torpeza.

Como el mismo San Juan de la Cruz en su “Amado en la Amada transformada”, donde la Amada es el alma y el Amado, Dios, surge de la pluma de Clara: Acaso ya mi vida transformada / infinita la dicha que agradece /escuchar para siempre esa voz de hada.

Como Jorge Manrique en “Coplas a la muerte de mi padre”, se pregunta dónde se ha marchado todo lo bello que le daba el amor con sus promesas de caricias infinitas: ¿Qué hiciste de nuestros besos? / ¿Qué fue de las profecías? / ¿Qué hiciste con esas rosas que en silencio me ofertabas?

En el primer poemario se va gestando el segundo, Alzo al cielo una triste mirada, una de sus tantas metonimias como Tu voz está en el mar.

La estructura del libro se vertebra sola enlazada por los dos títulos. En “Desnudando el alma”, la añoranza de la juventud y el amor de madurez son los temas centrales, de los que nacen como ramas de un mismo árbol los subtemas: la añoranza, la ausencia, el paso del tiempo, la lucha contra el olvido. Algunos títulos de los poemas de esta parte son como ella misma: “Ternura”, “Consuelo”, “Susurro”.

Y antes de adentrarnos en la noche alzada, el poema “Susurro”, precioso, esconde dos versos que a modo de escorzo resaltan para ser leídos: A la vera del mar hallo el asiento / ...y quiero hundirme en el mar de tu mirada.

La segunda parte del poemario, “Desde la noche alzada”, son poemas que se alzan en la noche para adquirir altura y sanar las heridas. Incluso el adjetivo alzada tiene un valor nuevo, una carga semántica oscura, pues la noche es engreída o insolente por su atrevimiento de aparecer cada día a su antojo, sin avisar, como un amigo molesto. Aquí los temas dan un giro nuevo: antiguas promesas incumplidas, las huellas del pasado, y un mar para escribir, el de Torrevieja, el que la acogió hace más de veinte años.

La noche, la noche es dolor y puñal ingrato por la ausencia que produce el desamor. Y por eso busca la luz, el brillo de un nuevo amanecer que le devuelva la paz y el sosiego.

Cristal ardiente en la noche enlaza un beso y entre dos apóstrofes, le sale un polípote: pena y penando ¡Oh, cuánta desventura / ¡Oh, suave descanso!

Leer sus poemas es traer el recuerdo de cantos ancestrales, de acordes asturianos, de boleros y de habaneras.

Clara transforma, para todos los que amamos la poesía, los días en memoria escrita en forma de versos.

Por todo ello, sus ojos, su voz y sus venas siguen escribiendo versos que fluyen sinceros ante el lector, y los atrapa para hacerlos propios, como ella hace con la vida misma.




7 de septiembre de 2012