Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 3 – Verano 2006
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

   

LA VELA LATINA A TRAVÉS DE LA HISTORIA I  

               
  INTRODUCCIÓN          
 

El lunes día 29 mayo del presente año, dieron comienzo en Torrevieja (Alicante) los cursos de verano de navegación básica a vela latina que imparte la Escuela Municipal de Vela Latina de esta ciudad. Estos cursos que comenzaron en el año 2003, se realizan todos los años en los meses de junio, julio y agosto, uno, en los días lunes y martes, y otro, los sábados y domingos, con una duración total de 8 días, a razón de cuatro horas diarias de clase por la mañana en horario de 09:00 a 13:00 horas. El primer día se dedica al conocimiento de la historia de la vela latina con apoyo de diapositivas, a la parte teórica de este antiguo medio de navegar, al conocimiento de la maniobra en un bote latino representada en un prototipo en tierra y a la practica de los nudos marineros más usuales. En los siete días restantes del curso, los alumnos realizan prácticas de navegación en los 5 botes latinos que dispone la escuela.

 

Desde que el 21 de diciembre del 2002 en que se inauguró la Escuela Municipal de Vela Latina, además de españoles, han realizado cursos de navegación hombres y mujeres de distintos países, entre ellos, el Reino Unido, Bélgica, Alemania, Italia, Suiza, Argentina, Cuba, Uruguay, Chile y otros, en edades comprendidas entre los catorce y los sesenta y cinco años, o más, si las personas que desean hacer el curso reúnen las condiciones físicas aceptables para esta actividad, cuyo requisito imprescindible es saber nadar.

 

CUANDO EL MAR INFLUYE EN EL DESTINO

 

De niño, con ocho o nueve años, comencé a aficionarme a las cosas relacionadas con el mar, unas veces, recorriendo la costa y bañándome en las playas y calas de esta ciudad marinera y salinera, y otras, navegando en botes de remos por el interior del puerto. Esto ocurría al final de los años 40 y principios de los 50 del siglo pasado, cuando en esta bahía fondeaban vapores españoles, nórdicos, japoneses, norteamericanos, británicos y de otras naciones que venían a cargar sal de estas salinas, además de los motoveleros españoles de la navieras Mallorquina, Matutes de Ibiza, Fos de Valencia, Ricomá de Tarragona, Formiga de Barcelona, Vera de Cartagena y de otras casas navieras. En años anteriores la mayoría de aquellos motoveleros que habían navegado a vela pura hasta que se les acopló un motor de mediana potencia eran mandados y tripulados por gente de Torrevieja. Entonces, la ciudad tenía unos 10.000 habitantes empadronados. En aquellos años, los niños solíamos ir a la playa Vista Alegre a coger cangrejos de los que había en abundancia escondidos en las piedras de un pequeño muelle, hoy desaparecido, con las obras del Real Club Náutico que comenzaron sobre el año 1967. Entre los cangrejos estaba los llamados “peluas”que se distinguían por su mayor tamaño y potentes picos. Para ello nos valíamos de un trozo de sedal o hilo de cáñamo y media sardina. Con este elemental aparejo y con paciencia conseguíamos que el cangrejo saliera lo suficiente de su escondrijo en los resquicios de la piedras, para poder cogerlo por detrás, y cruzarle los picos con la mano en forma de pinza, para evitar con ello su mordedura. Otras veces, en el paraje conocido por las rocas, siempre bañadas por el mar, cogíamos lapas, con la ayuda de una pequeña navaja, y en ocasiones pulpos con un hilo y una potera de cuatro anzuelos. Estos primeros años en contacto con el medio marino, me marcó de tal manera, que al ingresar en la Armada, y tener la posibilidad que elegir una especialidad, opté por la de maniobra, la más antigua y marinera de todas las especialidades de la Marina. A primeros de octubre del año 1959 ingresé en la Armada y en el mes de abril del año 1961 embarqué como alumno especialista de maniobra en el Buque Escuela “Galatea” que entonces se encontraba en la Base Naval de Ferrol en Galicia. Este veterano buque, de larga historia marinera, una bric barca de 94,57 metros de eslora y 2.800 toneladas de desplazamiento, fue construido en Glasgow (Escocia) en el año 1896 para una naviera británica que le puso el nombre de “Glenlee”. Posteriormente lo compró una naviera italiana que le cambió el nombre por el de “Claraestela”, hasta que lo compró la Armada española para dedicarlo a buque escuela de especialistas, poniéndole el nombre de “Galatea”. En aquellos años, en el “Galatea” se impartían clases de navegación, maniobra teórica y práctica, comunicaciones, códigos de banderas, internacional y de la Nato, morse, banderitas de mano, nudos marineros y recorrida, Seguridad Interior (Contra Incendios), matemáticas, historia, geografía y otras. Para adquirir habilidad y adaptarnos a la altura y a la maniobra de las velas, subíamos y bajábamos descalzos por la tabla de jarcia a los palos y vergas, primero a la cofa, y así, día tras día hasta que conseguíamos llegar a la misma galleta del palo mayor donde estaba izado el gallardete. En la ría de Ferrol hacíamos prácticas de navegación con los botes de vela y motor de la escuela. Fue en uno de aquellos botes de unos 7 metros de eslora de dos mástiles con velas al tercio, cuando comenzó mi afición a la navegación a vela. Sobre el tiempo que estuve en el “Galatea” guardo gratos recuerdos de mis superiores y de mis compañeros, algunos de estos últimos guineanos, ya que entonces Guinea Ecuatorial era territorio español.

 

MI PRIMERA NAVEGACIÓN EN UN BOTE DE VELA LATINA

 

Con el tiempo, y después de estar embarcado durante más de 25 años en distintos buques de la Armada, entre ellos en un petrolero, en un dragaminas, en una fragata rápida, en tres destructores, en un remolcador de altura y salvamento, y de patrón en un remolcador de puerto, pasé destinado al Arsenal de Cartagena como Contramaestre de Cargo del Pañol de Maniobra de la Ayudantía Mayor del Arsenal. Allí, de forma casual tuve mi primer contacto con la vela latina, cuando el entonces almirante del Arsenal Parreño Kaden, aficionado a la vela latina, me invitó a salir a navegar con él los
sábados por la mañana en el bote latino “Manolo Gómez” que le había dejado un amigo para una larga temporada. Para aquellas salidas a la mar, el almirante invitó igualmente a un veterano marinero de nombre Bartolo que trabajaba en la Sección de Marineía de los astilleros de la entonces Empresa Nacional Bazán. Bartolo era entonces muy conocido en la empresa donde trabajaba y en el barrio de pecadores de Santa Lucía de Cartagena. Él había sido en su juventud varias veces campeón en las regatas de botes de vela latina que se celebraban en los años 40 y 50 del siglo pasado en esta ciudad departamental, posiblemente, el hombre que en aquel momento más conocimientos tenía de la vela latina en Cartagena. En la actualidad, esta bimilenaria ciudad, mantiene esta tradición, y gracias la gran afición que los cartageneros sienten por este deporte, se celebran todos los años varias regatas, además de concentraciones de botes latinos de toda España. Hoy la mayoría de los propietarios de botes latinos de esta ciudad pertenecen al Club Náutico de Santa Lucía en donde hay más 20 botes de 22 palmos de eslora, equivalentes a 4,62 m., con un mástil de unos 6,50 m., una entena de unos 10 metros, una vela latina de unos 20 metros cuadrados de superficie que son los que generalmente participan en las distintas regatas que se celebran a lo largo del año en Cartagena, en el Mar Menor y en otras ciudades como Torrevieja, además de asistir a algunas concentraciones de barcos latinos y de época como la de Palma d Mallorca. En este tipo de botes de 22 palmos, según el reglamento, pueden navegar en regatas entre 3 y 5 tripulantes, siempre a criterio del patrón, según la fuerza del viento.

 

Como podemos suponer, el motivo por el que el almirante recurrió a señor Bartolo, era debido a que deseaba ampliar sus conocimientos sobre la vela latina con ayuda de este experto y veterano patrón. Tengo que decir, que la maniobra de las embarcaciones de vela latina, difieres en varios aspectos de la de las modernas embarcaciones de vela ligera de la hoy generalizada vela Marconi, que es la que lleva la mayoría de los barcos de vela ligera de recreo o de competición incluidos los de clases olímpica. En mi caso, fui invitado, debido a mi destino en el mencionado pañol de maniobra, ya que mi jefe, el Capitán de Corbeta y Practico Mayor, D. José Malagón Ortuondo, asignó a mi cargo el mencionado bote, tanto en lo referente a su custodia y mantenimiento, como su alistamiento para salir a navegar. A partir de ese momento, y previo aviso, los sábados sobre las 9 de la mañana lo echaba al agua con un pescante, lo arbolaba, y al regresar de navegar al final de la mañana, lo izaba y así hasta la nueva salida. Al cabo de unos meses, antes de marcharse el Almirante a un nuevo destino, tuvo la atención de llamarme a su despacho para darme las gracias por navegar con él, regalándome al mismo tiempo un antiguo libro de vela latina que hoy guardo como un preciado recuerdo.

 
 

LA VELA LATINA COMO AFICIÓN Y DEPORTE

 
 

En el mes de mayo del año 1988, pasé destinado al Cuartel de Instrucción de Marinería de Cartagena donde permanecí con el empleo de Suboficial Mayor, hasta el año 1997 en que pasé a la situación de reserva con el empleo de Alférez de Navío. Fue durante esos años cuando pude dedicarme a mis aficiones preferidas: la historia y la vela latina. Una vez en Torrevieja comencé a navegar solo en el “Anabella”, un pequeño bote de vela latina de mi propiedad de 3,70 metros de eslora, en un momento, en que en esta ciudad de larga tradición marinera, que en su día llegó a tener una importante flota de faluchos, laúdes, parejones, busetas y botes latinos, únicamente quedaba un pequeño bote sin cubierta nombrado “Francisco” que tiene su punto de amarre en un pantalán de pecadores deportivos y en el que su propietario suele navegar en verano con su nieto.

 

LA ANÉCDOTA DE UNA REGATA DE VELA LATINA

 

Sabido es, que a veces los pesos en un bote de vela pueden ser la causa de ganar o perder una regata. En una de aquellas regatas de vela latina en las que competían botes de Cartagena y Torrevieja, ocurrió casi al final de la regata, que iba en cabeza un bote de Cartagena seguido a la distancia de dos o tres esloras por uno de Torrevieja. Al ver el patrón torrevejense, que estaban próximos a baliza de llegada sin poder alcanzar a su rival cartagenero, a pesar del esfuerzo realizado por su tripulación y por el mimo, con el fin de aligerar el desplazamiento del bote, ordenó tirar al mar los tres sacos de lastre de grava que llevaba en el plan del bote apuntalando el mástil. Al ver que con esto no conseguía aproximarse a su rival como deseaba, mandó a uno de sus tripulantes que se tirara al agua, y al comprobar que el bote ganaba poco a poco algunos palmos, dio la misma orden a un segundo tripulante y posteriormente a un tercero, quedándose a bordo del bote el davantista él mismo, que manteniendo la caña del timón con la vista a rival, pudo comprobar como lo alcanzaba por momentos hasta rebasarlo, consiguiendo con ello, alcanzar el primero la baliza de llegada donde estaba situado el bote del comité del jurado de regatas que había observado lo ocurrido, y que en sus deliberaciones no tuvo más remedio que admitir la victoria del bote de Torrevieja, ya que entonces ni existía reglamento de regatas para este tipos de botes, ni nada que contemplase la prohibición de aligerar su peso tirándose la tripulación al agua..

 

EL RESURGIR DE LA VELA LATINA EN TORREVIEJA

 

Fue sobre el año 1998, cuando el Ayuntamiento de Torrevieja, con el fin de recuperar las tradiciones marineras de esta ciudad, dispuso la construcción de 5 botes latinos de 4,62 metros de eslora, 1,90 metros de manga y 1,50 metros de puntal. Con estos 5 botes, bautizados con nombres de habaneras populares, como son “La Paloma”, “El Abanico”, “La Bella Lola”, “La Caña Dulce” y la “Golondrina”, construidos en los astilleros locales de Idelfonso Rodríguez Ayala, se creó la Escuela Municipal de Vela Latina, por la que hasta el momento han pasado más de 300 alumnos en los cursos de verano y más de 600 estudiantes de los institutos locales de Enseñanza Medía en las navegaciones de “bautismo del mar en la vela latina”. Desde que se inauguró la Escuela Municipal de Vela Latina, colaboro como profesor en las clases teóricas, y así mismo salgo a navegar con los alumnos el en el bote “El Abanico” caracterizado por su distintivo color azul, y en el “Anabella” en los demás días de la semana, siempre que el viento y el estado de la mar me lo permiten. A primeros del mes de junio, cuando estoy escribiendo este artículo, se están

 

construyendo en los astilleros de Águilas (Murcia) seis botes latinos para Torrevieja, uno para el Real Club Náutico, y los otros, para particulares que después de hacer los cursos de vela y navegar con nosotros, se aficionaron a la vela y decidieron comprarse un bote latino de estas características. En estos días se están dando los primeros pasos para creación Torrevieja de una asociación de vela latina, a la que en principio pertenecerán los propietarios de botes latinos de Torrevieja y los aficionados a la vela que lo deseen..

 
 

LA VELA LATINA EN LA ACTUALIDAD

 
 

La navegación a vela latina en la actualidad, además de estar presente en la mayoría países árabes, está en periodo de recuperación y crecimiento en muchas ciudades marítimas de España, Francia, Italia y otros países; unas veces como deporte autóctono como es el caso de las Islas Canarias; y otras como un valor histórico y tradicional. No en balde, la vela latina es un medio de navegar cuya antigüedad se remonta a más de 150 años antes de Cristo. Durante el mes de julio, en los días precedentes a la fiesta de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, se celebran en Torrevieja varias regatas, organizadas por la Escuela Municipal de Vela Latina que depende de la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Torrevieja. En una de estas regatas, participan los antiguos alumnos de la escuela que desean inscribirse en esta competición, y en otra intervienen distintas tripulaciones que representan al Real Club Náutico, Policía Municipal, marineros veteranos, poblado de La Mata y la propia escuela de vela.

 
 

LA VELA LATINA EN LOS LIBROS

     
 

En la actualidad, son varios los escritores los que se dedican al investigación y difusión de la historia y la técnica de navegación a vela latina. Gracias a libros como Nuestra vela latina de Francisco Oller y Vicente García Delgado de Editorial Juventud, S.A. 1965; La vela latina. Un símbolo de la cultura mediterránea de Julio Mas de Ediciones Mediterráneo 1991; La enciclopedia de los barcos de Edimat libros S.A 2001; La eterna vela de Camil Busquets de Agualarga editores SL 2000 y otros, los aficionados podemos introducirnos en el conocimiento de la historia de la vela latina, su maniobra, y demás aspectos técnicos que se consideran necesarios para navegar en los barcos que arbolan este tipo aparejo.


EL NACIMIENTO Y EXPANSIÓN DE LA VELA LATINA

 

La mayoría de los estudiosos de la vela latina, coinciden, que este medio de navegar nació en el entorno de los países árabes del Mar rojo, Golfo Pérsico y Océano Indico, aunque fue durante el Imperio Romano cuando se extendió por todo el Mediterráneo. Según el libro Nuestra Vela Latina Francisco Oller y Vicente García Delgado, la más antigua representación que se conoce de una vela latina, aparece grabada en una lápida funeraria que se encuentra del Museo de Atenas, cuya antigüedad se remonta a 150 años antes de Cristo. En este grabado aparece una embarcación de vela latina con dos tripulantes.

 

LOS BARCOS LATINOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

 

Entre la larga lista de los antiguos barcos de vela latina se encuentra la Liburna, a vela y remo del siglo I a.C.; el Dromón Bizantino, de dos mástiles a vela y remo, que permaneció aproximadamente hasta el año 300 d.C; el carguero romano, de 24 metros de eslora; la Galera veneciana, del siglo XII con aparejo latino birreme; la nave veneciana de las cruzadas, de 2 mástiles (1260); la galera a vela y remo del siglo XIII; la galeaza (galera grande); la fusta de un solo mástil del siglo XIV (galeota menor); el leño de un solo mástil, dedicado a servicios auxiliares, considerado como una media galeota; la Saetia de dos mástiles; la Pinaza, construida con madera de pino de mayor porte que el leño; la naves de la reconquista de las tierras de España a los musulmanes de mitad del siglo XIV; las naos de Portugal, de 22 metros de eslora, de dos mástiles y unas 65 toneladas de desplazamiento; las carabelas portuguesas y españolas del descubrimiento, con esloras entre 22 y 25 metros; la flota latina de Magallanes (1560); la galeras turcas, venecianas y españolas a vela y remo de mitad del siglo XVI, con esloras comprendidas entre 35 m. y 38 m. con una tripulación de unos 30 hombres y unos 200 remeros o galeotes; el jabeque español, de tres mástiles de mitad del siglo XVIII ; el Washington, de 2 mástiles de Estados Unidos de América, de 22 metros de eslora de finales del siglo XVII; el Shebek de Rusia, de 37 metros de eslora de finales del siglo XVIII; el Dhow árabe, de 21 metros de eslora que sigue navegando en la actualidad en los paísesárabes y otros de Océano Índico en la zona comprendida desde el Mar Negro a Mozambique y Madagascar; el Bom

 
 

de 30 metros de eslora de los estados árabes; la Falucca del Nilo de unos 17 metros de eslora y de otras esloras, que en la actualidad se dedicada al comercio marítimo y a paseos turístico; además del Sambuko de los siglos XIX y XX, y una larga lista de barcos latinos que llega a nuestros días, entre los que se encuentra, los diferentes tipos de laúdes y faluchos que se utilizaron en el Mediterráneo español en el siglo XIX y primer tercio siglo XX en el comercio y en la pesca XX, dándose el caso de que el falucho, durante una buena parte del siglo XIX, debido a sus características de fina línea de casco y aparejo fue el barco preferido por los contrabandistas y por sus perseguidores los agentes del antiguo resguardo marítimo de Aduanas y en ocasiones por la Armada que los utilizaba armados de cañones para la vigilancia de costa.