Hay pequeñas cosas en esta vida, simplemente pequeños detalles, que a veces te levantan el ánimo.

Esta mañana Beatriz, mi nieta de siete años, nada más levantarse, se ha puesto a ver la película Mary Poppins, que le he regalado con mucho cariño. Yo la escuchaba haciendo mis cosas, distraída y distante. Pero ha llegado la secuencia de esa hermosa canción, con la anciana vendedora de migas de pan en las escalinatas de la catedral de San Pablo, los niños, la cúpula de la catedral, la luz, las palomas..., todo bajo esa hermosa melodía. Me he acercado a Beatriz y le he dicho: «¡Qué bonito es todo esto!». Esta escena es de las más preciosas de la historia del cine. La niña me ha mirado con una sonrisa. No sé si me ha comprendido. Yo quiero creer que sí.

Esta hermosa película, a pesar de sus 47 años de vida, es totalmente actual, como todo lo que es imaginación y fantasía, sin las cuales la vida sería un poco o un mucho aburrida.

Ando yo estos días pensativa, pensativa de más, pero no exactamente por nada en concreto. Cosas que vienen y van: el paso del tiempo, la desaparición no solamente de personas que han estado a nuestro lado, también de sentimientos, ideas e ilusiones que en otras épocas fueron de una vital importancia para nosotros. En resumen, la labor del tiempo deshaciendo las cosas.

Por eso, mi pequeña Beatriz, con su deseo de ver la película y su hermosa sonrisa, esta mañana, ha conseguido que comprara “migas de pan”.