Desde el primer momento en que nací,
intentaste marcarme el ritmo al son
de los latidos que suenan en tu corazón,
inicio de lo que vas a sufrir por mí.

Ser que nunca nos abandona en nuestra vida,
cuando nacemos nos amamantas y confortas,
en la niñez nos educas y enseñas las formas correctas,
y en la madurez nos sigues callada y sufrida.

Nos dedicas todo tu tiempo y algo más.
Vigilas nuestro sueño, nuestro primer andar
esperando un gesto que anotar, que recordar.

Aunque a veces tarda o no llega jamás.

Tú siempre das y nosotros despreciamos.
Tú siempre estás ahí, a nuestro lado.
Tú paciencia está ante nuestro enfado
y con nuestro desprecio te pagamos.

¿Quién será esa persona insustituible y de bondad infinita
que no nos deja nunca, que nos da y no pide nada a cambio,
que se alegra con sólo oír su nombre de nuestros labios?
Sólo nuestra madre puede ser esa persona tan bendita.