Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 26 – Primavera 2012
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

La leyenda de Filípides narra cómo el héroe griego recorrió los cuarenta y dos kilómetros que separan el campo de Maratón de la ciudad de Atenas para anunciar la victoria sobre los persas y al llegar gritó con todas sus fuerzas:

¡NENIKÉKAMEN!

¡HEMOS VENCIDO!

También cuenta la leyenda que una vez hecho esto, el heraldo cayó exhausto y entregó la vida a los dioses.

Algunos dicen que le reventó el corazón por la emoción de haber cumplido su misión de llevar hasta Atenas la gran noticia, otros lo atribuyen a las heridas recibidas en la batalla y otros al cansancio… Porque lo que muchos no saben es que el pobre Filípides ya había cubierto varias veces la distancia que media entre Atenas y Esparta (ciento sesenta y seis kilómetros de montañas y rocas de la difícil geografía de Grecia) para llevar mensajes de una a otra ciudad. Todo hubiera sido distinto de haberse llamado filipides@nenikekamen.com.

Perdida la cabeza ante la llegada de los cuarenta, se me metió entre ceja y ceja emular al gran Filípides. Aquéllos que me conocen saben de sobra que a los veinte habría sido un digno rival de Obelix, el héroe galo, comiendo jabalís, o del gordo de la Cruzcampo, si de beber cerveza hablamos, pero en ningún caso del Filípides éste que se pasaba el día corriendo como Forrest Gump…

La primera vez que lo dije pensaron: «¡Éste está tonto!».

Y yo les contesté: «¡Tonto es el que hace tonterías!».

Fueron los Reyes Magos los que finalmente me regalaron la inscripción para el maratón de Barcelona; y es que son la pera, aún con cuarenta tacos le hacen a uno realidad los sueños. Yo siempre he pensado que fue Baltasar, pues de los tres debe de ser el que mejor marca tiene en esto del atletismo.

Es duro. Es un reto duro. Son muchas las zancadas, muchos los kilómetros, muchos los amaneceres junto a la laguna de Torrevieja vía verde va, vía verde viene, y sobre todo lo que llaman la soledad del corredor de fondo; pero ésta, amigos, yo no la he sentido, y si seguís leyendo entenderéis por qué lo digo.

«Pero yo... ¿por qué corro?». Así empieza un libro publicado recientemente, La pasión de correr, de Francisco Medina. Ésa precisamente es la pregunta del millón. En este libro encontraréis montones de respuestas: las de un exministro, un líder sindical, una presentadora de televisión... Pero yo lo tengo tan claro...

¡Para sentirme vivo!

El diagnóstico de la diabetes fue un punto de inflexión en mi vida, pero no sólo físico. Como si de un juego de naipes se tratara, el azar repartió nuevas cartas, y me di cuenta de que no iba de farol. Había que apostar y aposté.

Aposté por la vida. Había que aprender muchas cosas, buscar el equilibrio; eso era lo más difícil... Como todo en esta vida. Pero no estaba dispuesto a renunciar a nada, pues no es la perfección lo que buscamos, sino el equilibrio.

Puestos a citar libros sobre el tema, el mejor de todos a mi parecer es De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami. Sus reflexiones, a veces filosóficas, sobre la actitud vital que le lleva a correr, y la pasión por correr que le ha llevado en muchos casos a ser como es, nos deja perlas como ésta:

Los pensamientos que acuden a mi mente cuando corro se parecen a las nubes del cielo. Nubes de diversas formas y tamaños. Nubes que vienen y se van. Pero el cielo siempre es el cielo. Las nubes son sólo meras invitadas. Algo que pasa de largo y se dispersa. Y sólo queda el cielo.

Pues de ese cielo partí yo, y aprendí a asumirlo como era, y encontré muchas nubes diferentes que me ayudaron a hacerlo, y entre ellas algún que otro ángel de los que siempre permanecen aunque a veces las nubes te priven de su visión.

Llegó el día soñado. En Barcelona, casi nueve mil tomamos la salida. Yo los veía a casi todos, pues fui de los últimos en partir. También esperaba ser de los últimos en regresar. Pero una vez que salí entre las torres venecianas de Montjuic, el frío y el nervio se fueron aplacando a la vez que en el MP3 saltaba la banda sonora de Gladiator, un monstruo Hans Zimmer a la hora de marcar ritmos épicos con los que empezar a trotar.

Zancada a zancada caían los kilómetros, pasé junto al Camp Nou, el dulce controlado y el ritmo me gustaba, hay que contenerse, muchos corren más que yo, algunos corren menos, pero ésa no es mi lucha, yo sólo tengo que vencer la distancia que me separa de la meta, y tengo el mejor apoyo y la mejor compañía que se puede esperar.

De repente el cielo se cubre de nubes, son mis compañeros de Diatlétic1, llevo su camiseta, ése es mi equipo. Un equipo de atletas repartidos por toda España y unidos por la diabetes. Esto nos hace fuertes, o por lo menos nos hace equilibrados. Nuestras cifras preferidas no suelen ser las marcas conseguidas sino las glucemias antes, durante y después de la carrera, mantener el control, saber que el compañero se encuentra bien y si podemos hacer unos metros juntos, mejor.

Éste va a ser mi primer maratón entero, pero ya corrí con ellos el de Madrid por relevos. De no haber sido así, quizá no se me habría ocurrido nunca intentarlo, pero fue tan emocionante entrar todos en meta cogidos de la mano en el parque del Retiro...

1Toda la información sobre Diatlétic la podéis encontrar en http://www.fundaciondiabetes.org/

En esto, bajo los plásticos que le protegen de la fina lluvia, veo por primera vez a mi hija. Está con sus padrinos y sé que me ha visto. Me siento más fuerte aún, pero el MP3 sigue marcando un ritmo sosegado, la cálida voz de Tarja Turunen, I walk alone (camino solo), pero ya os he dicho que no es el caso.

Un poco más adelante cruzo el kilómetro 11, me esperan mi mujer y mi compañero de la mili. ¿Quién tiene ahora compañero de la mili? Es lo único que se pierde..., los compañeros. Realizo el primer control y continúo. Aún disfruto más de la carrera, Gaudí me asalta, La Pedrera, La Sagrada Familia, y, como no podía ser de otra forma ante su fachada, saludo a mis padres, primos, tengo más apoyos que los corredores de elite.

Sin darme cuenta, crucé el medio maratón, esa distancia mágica que nunca imaginé que recorrería y que ahora es justo la mitad. Otra nube cruza ante mí, el primer día en que conseguí terminar los 21 kilómetros y los ángeles que os comentaba. Yo aposté pero necesité que confiaran en mí, ahora me acuerdo y resulta hasta cómico, pero ese primer día se lo debo a un embotellamiento del tráfico. Así como os lo digo.

Mi madre y mi novia entonces me acompañaban en los entrenamientos, yo sé que con más temor que ilusión, pero al menos me sonreían... desde el coche. Si salía a las ocho de la mañana, allí estaban para acompañarme. Si salía en bici, allí estaba el coche del equipo. Un toque de claxon y una sonrisa. Unos ángeles, ya os lo había dicho.

El hecho es que aquella mañana decidí hacer dos tercios de la carrera que estaba preparando: mi primer medio maratón. Salimos a las ocho menos cuarto aproximadamente, cubrimos la primera vuelta, y al llegar la segunda..., la hora de los colegios, la entrada a los trabajos, mi ángel de la guarda en su Renault 5 desapareció entre el tráfico. Yo seguí corriendo, terminé la segunda vuelta, y terminando la tercera y llegando a la pista de atletismo ya no había coches, todo el mundo había llegado a su destino y allí estaba mi madre tocando el claxon, pero entonces le dije...: «Ésta la termino».

En el ecuador de la prueba algún calambre apareció, debía hidratarme, pero sabía que tenía las espaldas cubiertas, mi primo Albert hacía carreritas a mi lado y con el teléfono móvil iba avisando a los demás de mi marcha, luego cayó el 25, en el 28 los gritos de ¡Jaboyo! ¡Jaboyo!

Al pie de la Torre Agbar, la sonrisa de mi mujer y mi hija y el agua que me ofreció una mano amiga fueron como un bálsamo para mi incipiente cansancio. Era el momento de un nuevo control.

La Diagonal me marcó, nunca antes había ido tan lejos, 28 fue mi entrenamiento más largo. Con algunas dudas comí y bebí, y entonces alcancé la playa. Ése es mi terreno. Cuántas veces he corrido por la playa de La Mata, El Cura, Los Locos... Llegados a este punto, el MP3 se arranca con Barricada,La Fuga, Negociando gasolina, Iron Maiden,Run to the Hills, y me ayudan a mantener vivo el ritmo, o al menos eso creo, pero la cabeza da vueltas y la siguiente, más que nube, es nubarrón.

Son recuerdos de las peores experiencias. Mi peor carrera, en Palma de Mallorca, llegando a meta con un pezón ensangrentado, las piernas acalambradas y el maldito dulce descontrolado... Aún tuve suerte allí.

Un amigo, no hay que confiar tanto en la suerte como en las personas. Yo ya los hacía duchados en el hotel, pero me estaban esperando, e incluso mi mecánico favorito me engrasó durante los últimos kilómetros con algunas bromas mientras trotaba a mi lado.

Alcancé el kilómetro 36 tras dejar atrás la playa, y bajo la atenta mirada de mis padres y mis tíos, los decanos de la familia, crucé el arco del triunfo mucho más digno que cualquier emperador de Roma.

Me di cuenta de que a esas alturas de carrera el público empezaba a animar con más fuerza y gritaba: «¡Está hecho! ¡Vamos!». Y atravesamos el barrio gótico, la plaza de San Jaime y las Ramblas, pero al llegar al kilómetro 38 todo te molesta, los repechos, las bajadas, el adoquín... Sin embargo, ¿qué más da? La victoria está cerca, hay que ir a buscarla, nadie te la va a regalar.

Fito me ayuda en estas interminables avenidas finales: Siempre estoy soñando, Mientras me aguanten los huesos yo quiero seguir... corriendo; y me acuerdo de todos aquéllos a los que siempre querré... lo mas lejos, a mi lado.

En este momento es cuando los sentimientos están a flor de piel, sientes un nudo en la garganta, brotan lágrimas en los ojos, se eriza el vello por todo el cuerpo, cruzas el 40 y entonces apago el MP3, quiero disfrutar estos últimos esfuerzos con todas mis fuerzas..., que ahora ya son muy pocas.

Así es la vida, amigos míos, una carrera de fondo, no caben atajos, no valen acelerones que te impidan llegar a la meta, sólo debes correr al ritmo que te permita el corazón, disfrutar el momento y tener la seguridad y la fuerza suficientes para sonreír cuando cruzas la línea de meta.

A estas alturas me siento como si hubiera estado toda la vida corriendo, como Filípides, como Forrest Gump, lo tengo al alcance de mi mano, tengo ganas de reír y de llorar, me acuerdo de todo y de todos, y finalmente se ven a lo lejos las torres venecianas que anuncian la meta en la subida a Montjuic. Ahora sí que se aceleran las pulsaciones, el crono se para en 04.20.06 y la sonrisa se abre. Es el momento de gritar:

¡NENIKÉKAMEN!

¡HEMOS VENCIDO!

Era un duro reto, como cualquier otro que debamos sacar adelante en la vida. Yo ni siquiera era capaz de soñar con algo parecido, pero con esfuerzo, tenacidad e ilusión todo es posible.

Quizá por mi naturaleza poco competitiva, pero con un gran espíritu de superación, me encuentro muy cómodo en este deporte, donde pese a ser una multitud en las calles, más que de un grupo se trata de un conjunto de soledades.

He compartido zancadas con muchos, he acompañado a la meta a unos cuantos: a los jóvenes de mi equipo Sodicar-Diatlétic, a mi compañero de la mili, a otros amigos y a mi propio hermano, y debo decir que nunca me he sentido tan cercano a él como cuando compartíamos entrenamientos y cuando le expliqué la especie de persignación que practico cuando todo se pone difícil:

Debes dar con la mano en las piernas que te llevan, un golpe con el puño en el corazón que las mueve y con dos dedos en la frente para saber quién manda y pensar con claridad por muy duro que se presente el camino.

Actualmente estoy preparando mi segundo maratón, y aunque he tratado de contar por qué lo hago, como buen hincha del Atleti sé que por mucho que lo intente son «motivos de un sentimiento que no se puede explicar...», como bien dice Sabina: «Qué manera de sufrir..., qué manera de subir y bajar de las nubes...».

Lo que sí os diré es que seguiré corriendo como Filípides, seguiré quemando zapatillas por nuestras playas y calles, y no será tan importante haber vencido como haber llevado mi mensaje grabado en mi espalda y en mi corazón allá donde tenga la oportunidad de correr...



¡NO CORRO SOLO...

CORRO CON DIABETES!

I NEVER RUN ALONE...

RUN WITH DIABETES!