Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
24 – Otoño 2011
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Las seis y media de la tarde. El entorno, sin embargo, no sigue el compás de las horas. De hecho, todo parece una extraña contradicción encerrada en una caja de silencio. Un silencio roto por la brisa de un atardecer incipiente frente al mar. La fina y húmeda arena aún mantiene el cercano recuerdo de cientos de pies posados sobre la misma. Y sin embargo, ahora permanece cercana al olvido, acompañada solamente de una pareja extranjera que pasea en un extremo de la playa cogidos de la mano, y de un singular observador que escribe los sentimientos opuestos que la brisa y el sol le sugieren en su interior.
En lo alto vuelan en círculo unas pocas gaviotas, celebrando a su manera la caída de la tarde. Ellas son verdaderos testigos del tiempo en esa costa que ve venir y marchar a sus extraños visitantes. El lento ciclo de los meses de invierno y la prisa de las semanas de verano se enfrentan en este mes de septiembre y hacen que por unos días, el tiempo se detenga no perteneciendo a ninguno de ellos. Incluso es posible oír el mensaje portado por las leves olas del mar, “no quiero irme, aún no”, cual deseo de un muchacho que ve alejarse su ilusión.
En la arena, el suave mecer del agua va borrando la señal de los pasos que acontecieron sin descanso. Con trabajo cuidadoso todo va recuperando un aspecto original y puro, ensimismado y ajeno al dinamismo de las edades. Y entre todo aquello sigue existiendo el eco de una voz no correspondida que lucha por permanecer y hacer suyo un sueño que se repite en los momentos en que nos preguntamos por nuestro propio ser. Sin respuesta, mis ojos vuelven a la arena bañada del oro luminoso del atardecer.
¿Cómo podría despedirme de esta belleza si mi interna voluntad no me hace capaz? ¿Cómo atrapar entre mis manos el intangible sentimiento de lo sereno y completo? Cual Venus virgen, se hace visible pero no alcanzable, tan potente como el primer olor de una fragancia y tan sutil como la solitaria nota de piano que vibra dentro del alma. Todo parece un gran interrogante no resuelto. Sin embargo, ante las ansias de respuesta, el impresionante atardecer en comunión con el mar se repliega abrazándome y haciendo el silencio.
¡Dios mío! Tanta belleza...