Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
24 – Otoño 2011
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Cuando las sombras llegaron con premeditado retraso al jardín, los pájaros y el olor a césped cortado le indicaron el final del día más largo. Arrastró sus pies hasta la mesa circular sobre la que destacaba el vértice alargado de un triángulo de incipiente obscuridad y aguardaba la pesada jarra de cerveza aún fría.
Desde hace más de diez años, ése es el momento ideal para contemplar cómo desde el jardín de las cabañas vecinas asciende una fina columna de humo; escapa desde las barbacoas, se enrosca a la música e inunda la luna de alegres canciones. Son voces confusas por el alcohol capaces de aclamar, desde la luz, la noche. Asan salchichas y cantan lo de siempre, se dijo a sí mismo al tiempo de asir la jarra y regar con un buen trago la seca garganta.
Largas mesas con manteles a cuadros y cerveza, mucha cerveza en el midsommar de Kölnan, nuestra vieja colonia poseedora del espíritu de cada verano amparado en una costumbre que hoy ya no le dice nada. Un lustro atrás sí; Ella te observaba desde la tela mientras el pincel, seguro en tu mano, desplazaba colores para descubrir inexorable los mundos de su cuerpo. Pliegues de fantasía junto a la boca ahondándose cada año, difuminando la palidez disimulada con algo de maquillaje.
Te lo contó el mismo día, cinco años atrás. Sonrió al extender sobre la misma mesa y el mismo triángulo de sombra varias páginas del informe médico. Ininteligibles palabras que descerrajaban el tiro de gracia a tanta pelea por subsistir. Con voz serena fue describiendo todo el proceso del que luego serías testigo.
-La progresión de la enfermedad es continua e irreversible. Créeme, estoy preparada para morir, así como estuve preparada para envejecer a tu lado.
Ni un mal gesto, ni una lágrima, sólo la certeza de que mi propio tumor comenzaba a andar en ese instante.
-Has sido muy fuerte.
-Lo fui, pero hoy llegué a la frontera y debo atravesarla. Me acechan las hojas secas.
La luz se extiende hasta alcanzar la pared del salón y se acentúa con el destellar de tu sonrisa encerrada en el marco de plata de un portarretratos. A un lado distraído, apoyado a otro mueble, descansan tu cuadro y los pinceles.
Los vecinos de la derecha te llaman.
-No esté solo, amigo. La vida sigue, y vea toda la cerveza que tenemos.
Es la misma hora en que Ella, con elegancia, se sienta en la silla de madera gastada y contempla la copa de cava al otro lado de la mesa. Se ha puesto un vestido de fiesta y la pamela oculta los efectos de la quimioterapia.
–Has traído mis burbujas favoritas. Adoro el cava.
–Lo encargué por internet a una bodega catalana. Aquí es imposible comprarlo y quería precisamente éste, con gusto a pueblo mediterráneo…
-A pinares y arena. Noches de agua salada. Burbujas de aquel solsticio de amor lejos de nuestra cabaña… Tú deberías haberte puesto un traje y la corbata que te regalé por Navidad. Era importante, ya que hoy vamos a brindar por última vez.
-No, amor mío, no digas eso. Nuestro brindis es eterno.
-Lo es. Cada año, cada solsticio levanto la copa y te digo: eres la mujer más hermosa del mundo ¡Por ti! ¡Te quiero!
-Sabes -me sonríe con la copa en alto-, el dolor, mi compañero de viaje de estos últimos años, lo hace todo más difícil, y pienso que ya encontró puerto donde anclar. No volveremos a navegar juntos. No estés triste, por favor… ¡Por ti! ¡Por nosotros! ¡Salud!
Recordamos los días de Salou. Nuestra casita de verano alquilada junto a la playa y lo que nos reíamos cuando yo no entendía una sola palabra. Cada compra era una aventura. Pero ahí estabas tú, con tu español uruguayo a cuestas, para traducirlo todo. ¿Todo? Bueno, tot o gairebé tot.
Al llegar la noche bailábamos entre los invitados, y pese a mi torpeza, el afable sopor del alcohol hacía más perfecta nuestra danza. Per a nosaltres! Et beneeixi! Gritaban, gritabas al trepar las burbujas y encender las hogueras.
-Estabas muy simpático, convencido de ser un gran bailarín.
Los vecinos de la izquierda te llaman.
-Vän! Vi har väl kyliga Carlsberg!
Me molesta la estúpida solidaridad. Porque están de fiesta se sienten obligados a hacerme olvidar tu ausencia.
No saben que tú permaneces con el rostro transparente y la copa de cava en la mano. Los ojos hundidos, contando cuatro años de terapias, esperanzas y desazones. Por querer creer, creemos en lo increíble. Nos negarnos a aceptar que todo tiene fin y el tuyo aguardaba primero.
-A medianoche estrenaré un traje gris y me pondré la única corbata que me regalaste. No te rías, es la primera vez que me vestiré así y bien sabes que no sé ni hacer el nudo.
-Quiero llegar a ti elegante, como me lo pedías.
Ya todo está preparado. Las salchichas, jugosas, como a ti te gustan, y la ensalada, con mucho vinagre y sin pimienta. Lleno tu copa. Alzo la mía.
-Voy a cambiarme. Espérame.
Diez años sabiendo que iba a llegar este instante. Yo lo elegí. No quería la luz sin imaginación de tu último invierno. Ni la nieve blanca como las sábanas del hospital. No. Sólo quiero el calor a medias de la mitad del verano.
Así, juntos, al igual que en Salou. Per a nosaltres, Ella, per a nosaltres!
-Granne! Vi har stora öl! Los vecinos siguen llamando. No importa, ellos no saben que estoy de viaje, que pronto, al final del camino, tú y yo encontraremos el último verano, y además, mi querida Ella, a medianoche nunca nos gustó brindar con cerveza.
Descorchamos la segunda botella de cava y, después de anudar la corbata a la rama más alta del viejo árbol, me la anudo al cuello.
-Amor, es un perfecto nudo windsor.
Momento oportuno para fantasear con serpientes.