Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
22 – Primavera 2011
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

José Hódar Talavera, Pepe -como le llamaban sus amigos y conocidos cercanos- nació el 13 de marzo de 1895. Hijo de José Hódar y de Salvadora Talavera, vino al mundo, como sus hermanos Ceferino y Salvadora en el seno de una familia de clase pudiente, que le permitiría llevar a cabo tantas inquietudes que empezó a desarrollar desde bien joven.
Su encuentro con el mundo de la música se inició en Torrevieja, a muy temprana edad, recibiendo clases particulares de piano, algo que le marcaría sin duda alguna para el resto de su vida, demostrando ser un virtuoso. Con apenas 18 años, decidió hacer oficial su estudio musical y se fue a Madrid con una carta de recomendación y el firme propósito de estudiar, nada menos, que bajo la guía del famoso Joaquín Larregla Urbieta, gran concertista de piano y compositor, que formaba parte en aquel entonces del claustro de profesores del conservatorio de Madrid.
Cuando Hódar se presentó ante Larregla mostrándole la recomendación de parte de un conocido común, el maestro se excusó pues no tenía tiempo para dedicarle a un nuevo alumno. De hecho le indicó que fuera a estudiar piano con otro conocido suyo. Pero el joven Hódar le dijo que él había ido a Madrid a aprender directamente con él y que si no, no aprendería con otro. Ante tal insistencia le dio una oportunidad, citándolo al día siguiente para comprobar su nivel.
A la mañana siguiente, en esa pequeña audición el maestro quedó tan sorprendido que no solamente apostó por instruír al muchacho, sino que además le dio la oportunidad de que realizara las pruebas de titulación de un modo único, de un tirón, obteniendo en poco más de un año la carrera de piano con la máxima calificación. Pepe solía contar, con esa mezcla de humor y orgullo, que él había inagurado el concepto de exámenes extraordinarios en el conservatorio, pues fue la primera persona que tuvo este privilegio.
Su maestro, Joaquín Larregla, fue una clara influencia en el estilo musical de Hódar. Larregla tenía dos vertientes en su carrera: por una parte estaba el folklore expresado en sus obras regionales, y principalmente enfocado en su tierra navarra, y por otra su faceta romántica y delicada que tomó forma en varias obras compuestas bajo el recuerdo o influencia de Chopin, como por ejemplo, el Minué de las rosas.
Terminada ya su corta estancia en Madrid, decidió ir a vivir una temporada a Londres, a casa del aristócrata Lord Mayor, un buen amigo de su padre. Allí, no solamente aprendió el idioma inglés sino que dedicó gran parte de su tiempo a visitar los museos de la capital, especialmente sus pinacotecas, donde se sentaba tranquilamente viendo a los pintores copiar las obras de arte.
Fue así, observando la técnica de la mezcla del color y del trazo como Pepe aprendió a pintar. Ya disponía del talento de saber dibujar, pero la técnica del pincel la obtuvo de un modo autodidacta, por imitación directa de lo que veía en aquellos museos.
Después de su estancia en Londres, vivió algunos años en París, ciudad de la que quedó enormemente enamorado. Allí trabajó como concertista de piano y vivió perfectamente integrado en esa élite cultural y artística de Francia. Llegó a tener un dominio tal de la lengua francesa, que muchos años después de esa época, viviendo ya en España, decía que él, según se levantara un día, lo mismo pensaba en español que en francés.
Fue ese conocimiento cosmopolita el que hizo que acabara trabajando para un amigo de su padre, el señor Tintoreé, dueño de la compañía Transmediterránea, en un puesto de secretario de la alta dirección. Ello le llevó a residir en la ciudad de Orán, en Argelia, colonia francesa por aquel entonces.
Esa espléndida etapa de viajes y de mundo tuvo un momento claro de finalización. Cuando en España estalló la guerra civil, Pepe, que ya tenía 40 años, vino a estar con su familia. Sus padres le llamaron y él lo dejó todo por estar aquí con ellos. Terminada aquella horrible guerra empezó una época en la que estuvo más cerca de Torrevieja, residiendo en su casa, situada muy cerca de la actual plaza de Miguel Hernández, haciendo esquina entre las calles Clemente Gosálvez y Canónigo Torres. Allí montó su conocido estudio fotográfico, en la buhardilla de su casa, dedicándose no sólo a este empeño sino también a dar clases de piano, de inglés y de francés a tantas personas que todavía hoy recuerdan con cariño a este gentleman torrevejense.
En su estudio de fotografía quedaba patenete también su buen gusto y exquisitez. Tenía gran delicadeza para establecer cualquier detalle en la escena, además contaba con objetos, recuerdos de sus años por otros países, que empleaba en sus composiciones.
En su estudio desarrolló también la gran mayoría de sus cuadros que actualmente podemos encontrar tanto en colecciones privadas como en lugares tan destacados como el templo de la Inmaculada Concepción o el Casino de Torrevieja. Aquí tenemos una fotografía del Casino, donde podemos encontrar sus grandes cuadros, cuatro de ellos basados en copias de Goya y un par de ellos en artistas franceses. Lo increíble de estos grandes cuadros de más de dos metros de alto, es que tuvo que pintarlos acostado bocarriba en el suelo de su estudio pues no cabían de otra manera. Toda una muestra de maestría.
Hódar no era una persona que buscara fama a través de su pintura. De hecho, en una ocasión unos amigos le tuvieron que presionar bastante para que participara en un concurso en Murcia. Él accedió, como hecho extraordinario, y quedó en primer lugar con una escena de amanecer en un puerto.
Además de estas inquietudes se hizo cargo como director de la Masa Coral la Shubertiana, “el sapato” hasta que ésta se disolvió en el año 1965. Se debe decir también que cuando los antiguos componentes de la misma volvieron a reunirse en 2004, decidieron cambiar el nombre por la Masa Coral José Hódar, honrando así su memoria. También se le recuerda como pianista de la orquesta Pensilvania, que actuó en tantos bailes tradicionales del Casino.
Un hombre que aportó mucho a Torrevieja, que quiso a su pueblo y que disfrutó de tantos momentos rodeado de amigos como Pilar Pacheco, Elena Talavera –su prima- César Cánovas o José María López Dols, entre otros muchos.
Sin embargo su vida en Torrevieja no fue especialmente fácil. Estuvo dedicado casi íntegramente al cuidado de su madre y de su hermana Salvadorita hasta el último de sus días, pasando grandes dificultades y aun así sacando fuerzas para tirar hacia adelante. El 22 de mayo de 1978, falleció en su casa de un ataque cardíaco.
Podemos decir sin error, que Torrevieja tuvo la suerte de contar con una persona de la clase de Hódar, que necesariamente está unido a la cultura de esta ciudad y bien merece que se mantenga vivo su recuerdo.