Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
21 – Invierno 2011
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Siguiendo la recomendación de nuestro director de revista, Antonio Sala, me baso en la comedia de Lope de Vega La dama boba para hacer un repaso diacrónico por damas y bobas, dado que no son pocas, sobre todo las damas, las que nos han acompañado en estos cinco años de andadura de la asociación Ars Creatio y, en concreto, en el teatro leído, que es uno de los temas que me competen.
Pues bien, formando parte ya del recuerdo y de nuestra exposición con motivo del V Aniversario, hemos dado vida a personajes femeninos de gran calado teatral: a Doña Inés en Don Juan Tenorio, a la personificación de la muerte en la Peregrina de La dama del Alba, a Magdalena en La venganza de don Mendo, a las cinco mujeres de vida de luto desgarradora en La casa de Bernarda Alba, y ahora nos enfrentamos al reto de dar voz y vida a Finea y a su hermana Nise en La dama boba.
Pero centrándonos en la comedia de capa y espada del Fénix, diré, por aportar algunos datos sin ánimo de crítica literaria y lejos de un análisis exhaustivo de la trama, que es una de las escasas comedias que se conservan que tiene valor permanente y sigue figurando en el repertorio del teatro clásico español. Asimismo ha sido llevada al cine en una película de renombre y acierto dirigida por Manuel Iborra en el año 2006 e interpretada, entre otros, por José Coronado y Silvia Abascal, Antonio Resines y Verónica Forqué.
En esta comedia costumbrista, la rivalidad entre damas y galanes, la intriga de amores y celos exponen con acierto la teoría neoplatónica del amor. La enseñanza que la convierte en universal es el poder educativo del amor. A medida que nos adentramos en la lectura de la obra vemos cómo una muchacha incapaz de leer y con poco juicio, que saca de quicio a su padre y a su maestro por su torpeza y sus pocas ganas de aprender, al caer rendida ante el hechizo del amor, se volverá sabia, puesto que razonará con ingenio y cordura, hecho que asombrará a cuantos la rodean.
Lope sabe dar apariencia realista a una visión idealizada de la vida. El tópico de enfermar por amor también está presente en la escena, pero cobra más fuerza en la representación el poder reparador y sanador del amor. Después de haber conocido los celos, se despierta en Finea un sexto sentido, tremendamente femenino, que le hará urdir todo tipo de tretas y argumentos (antes en ella impensables) para conseguir el amor de su galán.
Como el hecho de volverse inteligente acarrea todo tipo de problemas y enturbia las relaciones con su hermana y con su padre, el ingenio la lleva incluso a tornarse a boba para engañar momentáneamente a determinado galán y ganarse sólo el corazón que ella anhela.
Por lo tanto, hasta los datos comentados, cabe preguntarse: ¿es tan boba la dama boba?
En el acto II preguntará su criada Clara: “¿Qué es amor, que no lo sé? Y Pedro, el criado del galán Laurencio, le contestará: “¿Amor? ¡Locura, furor!”. De manera que si el amor vuelve locos a los enamorados, en Finea tendrá el amor el efecto contrario, y se volverá cauta, precavida, y entrará en grandes juicios y razonamientos filosóficos para comprender los nuevos sentimientos que genera tal pasión humana hasta ahora desconocida para ella.
En el acto I tiene lugar un diálogo de una inmensa dulzura cuando el galán Laurencio declara su amor a la joven Finea:
Finea: “Y yo, ¿qué he de hacer aquí,
si sé que vos me queréis?
Laurencio: “Quererme. ¿No habéis oído
que amor con amor se paga?
Finea: No sé yo cómo se haga,
porque yo nunca lo he querido,
ni en la cartilla lo vi,
ni me lo enseñó mi madre.
¡En qué distinta mujer se ha convertido Finea!, y cómo consigue Lope el proceso de transformación y crecimiento de un personaje, aparentemente con poco atractivo teatral y humano, cuando en el acto II le confiesa a su criada Clara: “Aprendo ya que me enseña amor quizá con licciones de cuidados”. La transformación psicológica de la dama ya es evidente y se verá colmada en esta magnífica, transparente y sincera confidencia que le hará de nuevo a su criada Clara:
“Yo no entiendo cómo ha sido
desde que el hombre me habló,
porque si es que siento yo,
él me ha llevado el sentido.
Si duermo sueño con él;
si como le estoy pensando,
y si bebo, estoy mirando
en agua la imagen de él”.
Finea se ha convertido en una mujer inteligente que sabe sortear los obstáculos que se oponen a sus deseos amorosos. El logro de Lope es que la dama va cambiando gradualmente, a medida que es consciente del enamoramiento. Con los celos llegará el primer sufrimiento de su vida y el dolor le infunde madurez.
Lo interesante de la comedia (a mi modo de ver) es que el dramaturgo genera en la mente del espectador la pregunta de quién es más lista e ingeniosa en verdad, si el personaje que representa el ingenio y la instrucción intelectual, Nise, o el arquetipo de la bobería, su hermana Finea.
Solo el amor logra despertar la mente de Finea y, como ella misma concluirá, ya no le hace falta ningún maestro que la enseñe a leer, pues en un momento de la obra declarará: “Los maridos son los que mejor enseñan”.
En definitiva, Lope quiere, en un mundo de hombres, que la mujer aprenda a disfrutar de la vida a través del amor, y pone en duda el poder de decisión paterno con respecto a la mujer, ya que la figura del padre, encarnada en Octavio, dista mucho de ser tan autoritario como lo eran en la época de los Siglos de Oro españoles.
Incluso cuando Nise se asombra del cambio producido en su hermana, Finea le constestará: “Aquello que ser solía soy”. Es decir, la dama protagonista no lo atribuye ni mucho menos a un hechizo como el de Celestina a Melibea, sino a un estado latente en toda mujer que se activa y se fortalece cuando se conoce y se siente el amor.
Bibliografía consultada:
La dama boba, Lope de Vega. Edición de Diego Marín. Edt. Cátedra. Madrid. 2009