Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 21 – Invierno 2011
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Un sofá con una mesita baja, y al lado, una mesa preparada para dos. Ella está poniendo las velitas, cuando suena el timbre. Coqueta, se arregla el pelo y abre la puerta.

 

Ella.- ¡Hola, cielo! (Le da dos besos)

Él.- ¡Hola, cariño! (Le da dos besos)

Ella.- Ponte cómodo. Dame la chaqueta. (Sale con la chaqueta)

Él.- (Se sienta y se queda pensando) (Me quedo con ésta, porque es tonta. Con Sonia…, con eso de la igualdad de sexos… ¡Me tiene hasta las narices! ¡Que si tiene los mismos derechos! ¡Que si soy un machista! ¡Que si…! ¡Vamos! ¿Qué quiere? ¡¿Un calzonazos?!... ¡Como si ella tuviera lo que yo tengo!

… ¡Oh, sí! Marisa es muy femenina. Y muy limpia. ¡Tanto que me abre la puerta con las zapatillas en la mano! Y todo el día “¿Has bajado la tapa del váter?”. ¡Pero qué manía con la tapa, si luego tengo que volverla a subir! ¡Y cómo se pone, porque caen unas gotas al suelo! ¡Si total no son más que unas gotas de ná! ¿Y cuando voy a tocarla? “¡Eh! ¡A ver qué haces! ¡A ver si me contagias una enfermedad de ésas!”.

… ¡Ah! ¡Berta! ¡Eso sí que es otra cosa! ¡Ésa es una tigresa!... Berta, doña perfecta. Tooodo lo hace bien. Que si el volumen de ventas, que si la cifra de operaciones, que si el beneficio bruto… ¡Burro es lo que yo parezco a su lado! ¡Venga narices!... Yo que quiero tiquitiqui y ella, con un libro en la mano, “Tienes que leer, para saber”. ¡Vamos, hombre! ¡Como si yo no supiera lo que hay que saber!... Con ésta no hay problemas. Es tonta).

Ella.- (Entra) ¿Una copita antes de cenar?

Él.- Vale, muy bien. (Ella sale) (Sí, ésta es tonta. ¡Pero qué comidas hace! ¡Igual que las de mi madre!... Con ésta lo tengo todo fácil. Sólo tengo que decirle que está guapa y que es mi chica ideal. Lo de mi chica ideal funciona con todas, por esa manía que tienen las mujeres de compararse entre ellas; siempre se están mirando de reojo, a ver en qué falla la otra. Lo que no funciona bien es eso de decirles: te quiero. Siempre hay que dejarlas inseguras. Así, hacen méritos para conquistarte). (Ella vuelve con la botella, se sienta y le sirve una copa) Con lo guapa que tú eres, tendrás muchos admiradores, ¿no?

Ella.- (Coqueta) Pues, chico, no sé, porque verás, estaba José. A José le gusta hablar, para escucharse. Todo lo dice en “ente”: personalmente, evidentemente, mayormente…

Él.- (Despectivo) Es un sabelotodo, ¿no?

Ella.- (Entusiasmada) ¡Ahí, sí! Lo sabe todo ¡Más bien! Los papeles, de luz, de teléfono… Yo sólo le decía: “¡Hay que ver, qué inteligente que eres!”.

Él.- (No es tan tonta como parece).

Ella.- Sí, pero ¿sabes? No me dejaba ver la tele. Decía que es telebasura. ¡Y él, siempre con las noticias!... Pero es que en las noticias, siempre es lo mismo: va ese del Gobierno, ese con cara de pajarito, va y dice que “habrá más pensiones”, y el otro, el de las barbas, ése que habla con palabras raras, como si hablara en extranjero, ése va y le contesta: “El Gobierno miente”… Yo me aburro con las noticias, siempre es lo mismo. En cambio, va Julián Muñoz y un día dice: “Voy a acabar con las mafias”, y al otro día, acaba él en la cárcel. ¿Ves? Es más emocionante. De todas las maneras, yo votaré a Zapatero, ¡me encantan los ojos azules!

Él.- (Convencido) (Es tonta).

Ella.- A veces, me dan pena los invitados de la tele, porque todos se ponen a gritar. ¿Te acuerdas de las películas de los romanos, que ponen el dedo para abajo? Pues, en la tele, ponen el dedo para arriba, como los conductores… Cuando gritan mucho, el invitado se pone a llorar. Y a mí me da mucha pena. Es que yo tengo mucho sentimiento.

Él.- Es verdad, tienes mucho sentimiento. (Siempre funciona bien el darles la razón, así se creen que las entiendes).

Ella.-¡Hum! Luego, estaba Álvaro. ¡Ése debe de tener…! ¡Imagínate que se sienta en la esquina del sofá, para no gastarlo! Tiene la manía de apagar las luces. ¡La de batacazos que me habré dado por su culpa! Y siempre está: “¿Cuánto vale? ¿Qué te ha costado? ¡Gastas mucho!” ¡Ahí! ¿Qué quieres? Para estar guapa, hay que ir a la peluquería, a la danza del vientre, hacerte la manicura, un lifting…

Él.- (Ésta quiere que yo sea el burro del chiste: un jaguar en la puerta, un visón en el armario, un tigre en la cama. ¡Y yo, el burro que lo pague todo!).

Ella.- ¡Y todo lo pagaba yo!

Él.- (¡Joder! ¡Y además, tiene dinero!).

Ella.- Ahora, el que se espatarraba bien en el sofá era Antonio. Me decía: “¡¿Qué, me traes la cerveza hoy o mañana?! ¡No cojas el teléfono! ¡No te vas a ocupar de los demás, estando yo! ¡No me hagas esperar! ¡No hagas eso!”. Siempre se enfadaba y me chillaba: “¡No sabes hacer nada! ¡No vales para nada! ¡Eres una inútil!”. Yo me asustaba y no sabía qué hacer, para que estuviera contento. Un día, que le dije que estaba muy cansada, se puso de pie y empezó a gritarme: “¡¿Qué quieres decir, que soy yo quien te canso?!”. Yo pensaba que me iba a pegar, pero sólo me empujó y me tiró al suelo. Luego, se metió al baño y dijo que estuvo devolviendo, que se encontraba muy mal, porque yo le había disgustado. Entonces, yo me sentí muy culpable, y para consolarlo, estuve todo el rato haciéndole cositas… Cada día me encontraba más cansada y más triste… Me daba vergüenza que la gente supiera… Además, a quién se lo iba a contar, si no me dejaba hablar con nadie… Me trataba peor que a un perro.

Él.- (¡Me va a dar la noche! ¡A que se echa a llorar!).

Ella.- (Alegre) Y entonces, llegó Juan. Y como Juan era más fuerte que él, tuvo miedo y se fue a vivir no sé dónde… Con Juan sí que me lo pasaba bien. Me hacía flotar. Todo el mundo me parecía estupendo… Me hacía sentirme guapa, maravillosa… ¡Tú me lo recuerdas mucho!

Él.- (¡Vaya, voy por buen camino! Ya casi la tengo).

Ella.- Y es que él me decía todo lo que a mí me gustaba escuchar. No me importaba si era verdad o no lo que me decía… ¡Oye! ¿Tú qué crees, que soy lista o tonta?

Él.- Lista. ¡Claro!

Ella.- Es lo que pensaba Juan. Él decía que a las guapas no nos perdonan que también seamos inteligentes… Bueno, a mí lo que me importaba era lo que él me hacía sentir. ¡Qué bien lo pasábamos! ¡Estábamos todo el día jugando!

Él.- (¡Caray! ¡Y además, le va la marcha!).

Ella.- Fíjate si era genial, que les gustaba a tooodas mis amigas. Tanto, que un día me lo encontré en la cama con mi mejor amiga… Me quedé muy chafada al principio, pero luego se me pasó. Porque él me explicó que, cuando estaba con mis amigas, era en mí en quien pensaba… Y entonces, fue cuando te conocí. Tú eres el mejor de todos, porque tú eres distinto.

Él.-  (“Eres distinto”. ¡Ésa es la señal que estaba esperando! Cuando una mujer te encuentra distinto, es que ya la tienes) (Va a abrazarla y suena el timbre, dos veces cortas y seguidas) ¿Esperas a alguien?

Ella.- No… ¡Ah! ¡Mi marido!

Él.-  ¡¿Tu marido?!

Ella.- ¡Sí! ¡Al armario! ¡De prisa! (Recoge la mesa precipitadamente)

Él.-  (Saca la cabeza) ¡No sabía que estabas casada!

Ella.- (Muy digna) ¡Ah, hijo, es que yo soy muy moderna! (Suena el timbre: una llamada larga. Baja el telón) ¡Ya voy, cariño!