Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 19 – Verano 2010
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 


Aunque se hubiera echado a soñar Torrevieja, no habría alcanzado a escribir una habanera tan rica como la que lleva su nombre. Ni podrían haber dibujado esa Torrevieja que se perfila en sus compases.

La Torrevieja que aparece en la composición tiene mucho de aquéllas que daban el último adiós a uno de esos bergantines que viajaron a Cuba. Y con ella duermen, en el recuerdo, las lentas mecedoras de rejilla y suspiros, los cientos de hijos que viajaron lejos, a esas tierras que están más allá del horizonte.

Hubo un tiempo en que los hombres se alejaban de su hogar subidos en un barco para buscar un futuro próspero. Cuando el barco se alejaba de tierra, en la popa se adivinaba la figura de algún joven saludando con la mano mientras decía adiós a la madre, que le despedía, y a esa tierra de la que se separaba por meses, en ocasiones por años. En el adiós, a manera de música de fondo, el canto apagado de los hombres como habanera marina.

Ya en la mar, los hombres trabajaban al pie de la jarcia, soltando los aparejos como si pintaran sobre la mar una vieja marina. Hoy esto no es más que la obra de un pintor borracho, que se perdió para siempre en la vieja cantina, en tierras de guarachas y boleros.

El siglo XX dejó esas canciones cantadas por pequeños grupos o dúos de voces y guitarras, que amenizaban las reuniones, y que a manera de serenatas cantaban ante la reja de la ventana a la mujer amada. Entre estos coros se desarrollaron los distintos estilos de nuestra historia musical, destacando la habanera. La habanera es el ritmo del 2x4 que se consolidó de tal forma que a través de ella se trasmiten los recuerdos y la nostalgia que sintieron cuantos regresaron tras haber vivido en aquellas lejanas tierras. Sus familias aprendieron las canciones que ellos cantaban y las que fueron creadas posteriormente. Sin embargo, Cuba alimentó mucho más el bolero y la guajira. Aunque precisamente el bolero ha sufrido tal cantidad de cambios en su ritmo que hoy tiene plena fuerza iberoamericana.

No obstante, las habaneras creadas por aquellos cantores tradicionales han ido quedando olvidadas en algún cajón de la memoria, entre las viejas fotos en color sepia y la Torrevieja más nostálgica. Aunque siempre la habanera será ese elemento que nos trasporta con la imaginación a un tiempo donde las sensaciones son poseedoras de imágenes, que nos vuelven a nuestra raíz más autentica. En ella podemos encontrar a quienes fueron pioneros en la creación del Certamen de Habaneras, personas que tienen sus nombres grabados en la memoria de cuantos vivieron esos instantes. Entre ellos, Arturo Gómez, Francisco Vallejos, José Hódar Talavera, Joaquín García (el maestro Quino) y, claro está, Ricardo Lafuente.
El ritmo cadencioso del 2x4 de la habanera nos ha llevado a lo largo del tiempo a sentir cómo esa música se introduce en nuestra forma de vivir y actuar. Las letras, parte primordial en el conjunto de la habanera, son como una declaración de amor. En ellas se dibuja a esa mujer de rasgos exóticos, la belleza en forma de melodía, que en definitiva se convierte en una obra de arte que se incorpora al rescate de nuestra identidad, como llegaron a dejar plasmado en su obra Vivo sin ti José María López Dols y César Cánovas:

Vivo sin ti...

Qué triste es el dolor que siento, ¡ay!

Si tú me miras,

leo en tus ojos que no soy tu amor.