Los relojes nos recuerdan que todavía es tiempo de evitar que se repitan catástrofes tan lamentables como la del petrolero Prestige, en las costas gallegas, o la del Erika, en Francia. De todos nosotros dependerá detener ese tiempo de destrucción que desembocaría en un desastre ecológico de irreparables consecuencias para toda la humanidad.
Con el fin de que esto no suceda, sería conveniente que nos valiésemos de un pilar fundamental de nuestra sociedad: la educación, gracias al cual deberíamos empezar a construir los cimientos de una sociedad nueva que navegara en la dirección de la cordura y el bien común.
Deberíamos igualmente trabajar en la concienciación por el respeto, la generosidad y la solidaridad, descartando, por consiguiente, todo atisbo de egoísmo: el agua es un legado universal y, precisamente por ello, deberíamos tener presente que todos y cada uno de nosotros somos beneficiarios y a la vez responsables de que su uso sea equitativo.
Y por último, observemos cómo la madre naturaleza se manifiesta en todo su esplendor, formando parte de un tapiz multicolor que nos ofrece unas pinceladas de vida que nos obligan a reflexionar sobre todo aquello que sería imposible imaginar si el elemento vital nos faltara: las especies animales se presentan fuera de su hábitat natural, mostrando el miedo a desaparecer para siempre, y las flores, de olores diversos y de preciosas coloraciones, se diluyen por toda la composición, en un intento desesperado por sobrevivir a tanta injusticia.
Todavía es tiempo de rectificar.
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