Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 1 – Invierno 2006
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Salgo, entorno la puerta y camino, camino sin saber muy bien cuál es mi rumbo, sin saber muy bien cuál es mi destino, y como el caminante o náufrago perdido utiliza su brújula me guío por una luz. Veo una luz, una luz tan clara, tan dulce, tan inexplicable que casi me ciega, estoy llegando a un parque, en él no hay suelo, tengo la sensación de que floto pero no me da miedo, y veo flores, flores que jamás he visto antes, tantas, tantas que su espesura me impiden ver el suelo, pero insisto, no tengo miedo. No sé que qué hago aquí, ni por qué he venido pero me gusta, espero no esperar nada y sin embargo estoy llena, no hay nadie y sin embargo no me siento sola. He limpiado una y otra vez mis ojos porque es imposible que exista tanta belleza en tan pequeño parque, los bancos también son blancos, tan blancos como la luz que me rodea, a lo lejos, a lo lejos hay alguien, alguien que espera, no sé qué, pero ahí está, ahí está sentado y pisa las flores y es curioso ninguna se ha roto, y es más curioso aún, no hay ninguna flor marchita en el jardín. El hombre no me ha mirado, de repente y sin saber de dónde, salidos como de la nada, salidos de la infinita luz blanca que impide ver más allá del hombre y del horizonte, han salido niños, niños que visten como la luz, niños que danzan , ríen y juegan alrededor de la figura sosegada y tranquila del banco, Él les sonríe y les acaricia. Creo que no saben que estoy aquí, he sonreído fuerte, mi intención ha sido clara, el hacerme ver, y me han escuchado. Los niños se han ido y el Ángel, el hombre del banco me ha dicho;- Llegas pronto,¿Te guardo un sitio para mañana?.

He recordado que en mi loco despiste dejé la puerta al salir abierta y he girado la cabeza, he mirado atrás apenas un instante y al volver mi mirada hacia el hombre no estaba, ya no estaba, se ha esfumado, lo he llamado, lo he llamado una y otra vez porque me guardaba un sitio en su banco. Yo quería darle las gracias y decirle que regresaría mañana, que mañana
volvería a hacerle compañía. Me he acercado desolada a su banco, llena de preguntas acerca de quién podía ser ese hombre, siquiera pude ver su rostro,¿quién era, por qué me invitaba a su banco, de dónde había salido? .He alzado la mirada hacia el cielo y no era azul, también el cielo era blanco y al mirar otra vez hacia abajo he observado que dónde se sentaba aquel misterioso hombre existía una inscripción "DONDE SE SIENTA CRISTO", he comprendido, sin más he dado la espalda a aquel paraíso, he comenzado a andar, al volver a mirar atrás no estaba aquel parque, y efectivamente, la puerta, la puerta la dejé abierta...