Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 10 – Primavera 2008
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Paco Umbral me decía un día: «Ten clara una cosa: yo siempre he dicho que si la derecha no suele leer y la izquierda no tiene tiempo de hacerlo por el trabajo, ¿para quién coño escribo yo?».

Era una realidad a medias lo que decía mi desaparecido amigo. La razón es muy sencilla. Hoy nadie suele leer, ni la derecha ni la izquierda, ni el centro ni el extremo. Hoy andamos por un camino plagado de artefactos y encerrados en el mundo virtual que se ha creado para mantener despistados a los aquí presentes. Ignoramos la historia que nos contaron cuando éramos pequeños; sabemos que es verdad, pero cerramos los ojos y miramos para otro lado. La contaré para los ausentes:

En aquella humilde casa, entre cerros y montañas, María preparaba día tras día la misma comida para el pequeño Javier, una triste sopa de cebolla y algo de ajo.

La pobre María no sabía cómo sacar adelante a su querido hijo. Sus lágrimas bañaban todas las noches la almohada, corroída por los años y por la humedad de las frías colinas. Su único pensamiento era mantener con vida lo mejor que le había dado la vida.

Jugaba para mantener atenta y despistada la mente de su hijo, siempre las mismas actividades y siempre lo mismo.

Un día, rebuscando en el viejo trastero, encontró varios libros que fueron de su padre. Empezó a leérselos a Javier. El niño mantenía su imaginación despierta y avivaba sus inquietudes de saber y comprender las cuestiones que se hacía a su corta edad; parecía haber vencido el hambre y comprender lo que hacía su madre: darle esperanzas a través de la imaginación, simplemente la esperanza de imaginar un mundo donde nadie sufriera como lo hacían ellos, un mundo donde todos imaginaran un mundo mejor. Un mundo donde tuvieran cabida unas palabras escritas dentro del corazón de cada uno. Un libro y la imaginación, con eso basta para cualquier avatar.

Querido Paco, que sepas que lo que me dijiste es verdad a medias; la realidad es que no imaginamos porque no leemos. Así nos van las cosas.