Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 10 – Primavera 2008
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja



CARICIAS Y CARANTOÑAS

Qué raro se me hacía entrar a mi casa y ver a toda esa gente vestida con trajes oscuros y sin palabras que decir. Parece que el tiempo no ha pasado en esta España llena de tradiciones sin sentido, el reloj se ha parado para algunos pueblos y algunas gentes. Me recordaba esas películas en blanco y negro de la época de Buñuel: rostros serios e inertes de todo movimiento, tan sólo el ir y venir de comentarios absurdos y sin sentido aparente, pero con lectura entre líneas.

Me senté junto a mi mujer. No tenía muchas ganas de hablar. La miré y me di cuenta de que estaba ausente, no parecía tener ganas de nada.

Mi perro, siempre fiel, se me acurrucó, como de costumbre, bajo mis pies. Le hablaba y acariciaba como a diario, mientras me miraba y movía su pequeño rabo. Matilde también lo miraba y parecía sorprendida. Luego me miró durante unas décimas de segundo, lanzó una tímida sonrisa y apartó su vista de mí.

El hijo pequeño de mi hermano Antonio, el incansable «terremoto de Villaverde de Guadalimar», como así lo llamábamos, me miraba y se desternillaba de risa. Era un bebé muy gracioso y risueño, incansable como lo fue mi hermano, y gozoso a cada palabra y carantoña que le hacía.

Me levanté del sofá y fui hacia la salita. El paso entre tanta gente se me hacía difícil. Mi hermano le hablaba de mí a un señor con rostro enfermizo y desolador. Me fijé en sus manos, huesudas y cortadas por la humedad, y en un papel que portaba en esas tétricas manos.