Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 79 – Verano 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

 

Palabras de presentación de El gran día de Calamity Jane y Compartiremos la luna

 

Manuel Pérez García

 

Hablar de libros es hablar de palabras, de palabras escritas, esas palabras únicas, capaces de evocar, presagiar o reproducir hechos, no sólo actuales, ciertos o fantasiosos. Esas palabras tienen la virtud de trasladarnos a lugares remotos, son capaces de apreciar tanto lo evidente como lo relativo y, ¿por qué no?, también suelen echarse a volar y hacer de lo utópico un ente natural.

El gran día de Calamity Jane, ausente de pretensiones, intenta evocar y retratar diferentes etapas y escenarios, situaciones que, en parte sí, son vivencias del autor, pero que por sí mismas no constituyen un retrato fiel de los hechos narrados, sino que más bien invocan al tiempo en su continua trashumancia, en ese andar sin respiro. Son ese reloj repleto de prisas, atestado de horas punta y madrugadas, con sus agujas señalando la senda bastante habitual recorrida por los humanos y que reconocen, la más de las veces, después de andada.

Por consiguiente, todo implica la persistencia del movimiento y su consecuente brevedad. Ya sea la brevedad de quien esto escribe tanto como la del propio lector incluido en ella, por supuesto, este lapso de tiempo en el escenario ahora compartido y que recoge la etiqueta anteriormente enunciada. Aquí estamos hoy y ahora, no como ficción sino como algo absolutamente tangible. Estamos aquí, ahora; oímos, pensamos, tenemos el centro de atención en la presentación de otro libro y esperamos que, en un nuevo espacio ya cercano, nos satisfaga poder considerar la emoción de que algo hemos recibido, de que algo se nos ha aportado. El eterno presente que se transforma en pasado e imagina el futuro sólo con el pensamiento.

Sobre El Gran día de Calamity Jane, debo deciros que el mismo, pese a la expuesta brevedad, es consecuencia de una larga espera. Algunos de los relatos fueron publicados, años atrás, en el Semanario Liberación de Malmö, en Suecia, y, la mayoría también, encontraron en la revista cultural de la Asociación Ars Creatio, aquí en Torrevieja, el sendero para llegar hasta vosotros.

Ante ello, sospechaba desde hace tiempo que, tras deambular estos personajes por diferentes lugares y aún más, transitar distintas épocas, era ineludible su reencuentro, y nada mejor para ello que hacerlo cobijados por las páginas de un libro.

Como bien escribió Cortázar: «Los relatos son seres vivientes (...); y al estar frente a ellos, no sólo su lectura implica una visión auténtica de los protagonistas y el ambiente que les rodea, sino también el haber coexistido en determinado momento, ya sea como cómplices o frente a frente en el acontecer diario».

Entonces, aceptando que la brevedad de los días no es algo desechable y la más de las veces es muy terca, para mí, con escasos conocimientos de lógica, me es difícil preguntar por qué un hecho tan natural e inmutable, substancial a todo ser humano, puede (y esto es muy subjetivo) llegar a caminar los años con tanta carga de añoranza y con un frecuente parcheo de heridas, algunas no tan cicatrizadas como creemos. Así, eso de remendar lo deteriorado no sólo se queda en un trabajo de testarudos, sino más bien como la consecuencia de una incondicional fidelidad al tiempo pasado, al pasado de la ensoñación y el bálsamo de ser jóvenes, amén de la certeza (inexorable certeza) de que en la existencia no habrá otra oportunidad de revivir el tiempo transcurrido o tan sólo intentar poder corregirlo.

Releyendo El gran día de Calamity Jane, y aquí también añado el poemario Compartiremos la luna, pienso que en ellos coincide la recurrencia como sinónimo de aflicción.

A la infinidad de caminos, se añade el afecto que suscita cada piedra pisada y se impone la disyuntiva de que aún, ante la duda de lo transcurrido, se agranda la incertidumbre de lo que vendrá. Y son esos elementos los que aspiro a resaltar, tanto en lo común como en lo irreversible a esos personajes, victimas de su propio laberinto, ese mismo laberinto que ayudaron a construir.

Como no puedo de manera neutral examinar lo escrito por mí mismo, creo que lo mejor es dejar discurrir el pensamiento, que él consiga encauzarlo todo y, por supuesto, terminar también de anochecerlo si es necesario.

Lo que puedo es aseverar que en estas narraciones, al igual que en el poemario, siempre trato de dejar mi parecer, una forma (mi forma) de ver y razonar el mundo, su gente, los cambios y, ¿por qué no?, una manera (que es mi manera) de entender la literatura como vehículo de comunicación, que no de propaganda; y todo esto, junto a una interpretación de la realidad tanto individual como cósmica. En definitiva, crear un vínculo, un intercambio de imágenes, con quien tenga la cortesía de leer estos relatos o los versos.

Lo que ignoro es si puedo conseguirlo o sólo me quedo en el mero intento. Nunca lo sabré, pues el libro anda solo, no me pertenece y la consideración será sólo vuestra. Eso sí, admito que para mí sería muy triste saber que, dado un momento específico, podáis esparcir al viento las cenizas de estas hojas. Pero en fin, todo está dentro de un cálculo de posibilidades y ante ello no existe otra opción.

Sé que lo expresado es muy subjetivo, algo que ahora, y en la sociedad en que vivimos, está bastante dejado de lado. La mediatez, lo fácil y banal, es parte del alimento diario que se nos entrega desde diferentes estamentos, como si con ello se nos quisiera allanar el camino por parte de quienes, precisamente, nos lo siembran de dificultades.

No me es posible mirar alrededor, desde la inopia del que se señala a sí mismo como hacedor de algo especial, trascendental, y mora en una torre de marfil; es más, pienso que esos seres (autoproclamados personalidades) no existen, pues la vida no es, ni nunca lo ha sido, sinónimo de complacencia o trivialidad, sino esa sucesión de acontecimientos y decisiones que modelan al individuo y su hábitat. O dicho de otra manera, todos enfrentamos obstáculos: los propios de nuestras carencias más los añadidos por el medio en que nos ha tocado coexistir. Y partiendo de todo esto, espero y deseo (y en ese caso me sentiría muy satisfecho) ser indultado en vuestros pensamientos, en vuestras conclusiones, saber que algo de lo aquí dicho es el puente para identificar un instante, hacer una reflexión o resurgir un sentimiento, y me convenza de que existe gente que confía en las palabras, que las palabras no son un mero aliño, sino parte del mismo manantial en el que bebieron, con sed infinita, Maupassant, Bécquer, Chejov, Quiroga o Vallejo, y que, sin pretender acercarme a la infinita distancia que me separa de esos autores, entre otros muchos, aspire a que un poco de estos libros conviva con cada lector, en cada uno de vosotros, y lo aceptéis como vuestra pertenencia.

Creamos pues en el verbo crear, pero creamos más aún en el verbo creer, porque el que crea piensa y el que piensa siempre sabrá dar con el camino adecuado, el camino de la razón y la creación. Quien razona no es carne de márketing, es emoción, humanidad, amor y entrega, y en ese trayecto seguro que nos encontraremos, muchos más de los que parecemos, para integrar así ese todo, esa suma de letras entrelazadas, esas palabras que nos guían a lo fantaseado, a lo que convenimos ser y como tal actuar. En una palabra: la fe en nuestros sueños.

Poco más puedo decir. Soy muy afortunado por vuestra presencia y mis gracias a Ars Creatio, siempre muy generoso conmigo, y por la posibilidad de acercaros estos libros, estos 24 relatos, estos noventa y tantos poemas que, sin querer ser reiterativo, arrastran mucho de mí, y por cierto, que el hecho de poder compartirlo da por válido el haber borroneado tantos papeles. Muchas gracias.

* Los libros pueden adquirirse en amazon.com, en la página de Libros para el infinito y en el correo electrónico manpergar31@gmail.com