Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
78 – Primavera 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja
Bacterias contra el cáncer. Cómo convertir a un enemigo en un aliado
En
el año 1725, el médico francés Antoine Deidier describió algo muy curioso: los
pacientes que sufrían de sífilis padecían de menos tumores cancerígenos que el
resto de la población. En ese tiempo se desconocía que la sífilis era causada
por una infección bacteriana, así que se especuló con que dicho efecto
antitumoral era debido a la fiebre que padecían los enfermos de sífilis. En
1868, el médico alemán Wilhem Busch fue un paso más allá. Uno de sus pacientes
era una mujer de 19 años que padecía de un sarcoma en el cuello con un tamaño
considerable («como la cabeza de un niño», según la descripción de la época).
Lo que hizo fue realizar una pequeña quemadura en la base del sarcoma y luego
aplicar las vendas de un paciente que padecía erisipela. En esas fechas se
sabía que esa enfermedad era contagiosa, aunque no se sabía que era debida a la
infección de una bacteria conocida como Streptococcus
pyogenes. La paciente desarrolló el cuadro clínico típico de la erisipela,
una erupción cutánea y una fiebre de 40º C. En un par de semanas el tumor se
redujo al tamaño de «una pequeña manzana». Sin embargo, la infección fue
empeorando y tuvo que ser tratada de ella, por lo que, una vez curada la
erisipela, el tumor volvió a crecer.
Cuando
posteriormente se encontró que la erisipela era causada por una bacteria, hubo
una serie de médicos que empezaron a provocar infecciones en pacientes con
tumores para provocar la remisión de los mismos. Era menos probable morirse de
erisipela (tiene un 10% de mortalidad si no es tratada) que de un tumor. Poco a
poco se fueron dando cuenta de que el factor principal en la remisión de los
tumores era provocar fiebre a los pacientes, no la infección bacteriana. El
médico más famoso en usar dichos tratamientos fue William Coley, que llegó a
desarrollar una «vacuna antitumoral» a base de bacterias muertas por calor. De
esa forma evitaba las infecciones que podían acabar con el paciente, aunque se
encontró con que su vacuna sólo funcionaba con determinados tipos de tumores,
como algunos sarcomas. Aun así, durante el siglo XX se desarrollaron algunas terapias
antitumorales basadas en dichas vacunas bacterianas, como es el caso de la
vacuna BCG para el tratamiento del cáncer de vejiga no invasivo. Pero estamos
en el siglo XXI y la ciencia sigue avanzando. Ahora mismo disponemos de
herramientas de manipulación genética y bioquímica muy avanzadas, así que se
están diseñando bacterias capaces de actuar contra los tumores de manera muy
efectiva. En un artículo publicado en Nature Biotechnology se hace un
repaso de los avances en dicho campo.
La principal ventaja de usar bacterias modificadas para tratar tumores sólidos es que son invasivas y pueden penetrar en su interior, modificando el microambiente celular y ayudando así a que se pueda montar una respuesta inmune contra el tumor. Las bacterias favoritas de los investigadores son Listeria monocytogenes y Salmonella entérica, ambas parásitos intracelulares. Evidentemente, para su uso en terapia antitumoral, lo que se ha hecho es modificarlas genéticamente para conseguir cepas avirulentas que sean seguras y no provoquen una infección letal. Su principal ventaja es que, al conseguir entrar dentro de las células tumorales, pueden ser usadas para llevar los fármacos antitumorales justo donde se necesitan, y no que se distribuyan inespecíficamente por todo el organismo. Además, las bacterias también pueden ser usadas en combinación con otras terapias antitumorales como la quimio o la radioterapia. La limitación principal que tienen es que la administración de las bacterias no es sencilla. Si se hace de manera intravenosa pueden provocar una respuesta inmune frente a endotoxinas, y si se administran oralmente pueden ser destruidas en el estómago y no alcanzar el tumor.
Actualmente hay 64 ensayos clínicos en marcha. Algunos están en fase 1 para evaluar su seguridad. Otros ya están en fase 2, lo que permitirá comprobar si son efectivos como terapia antitumoral. Aún falta algún tiempo para que comience una fase 3 que establezca definitivamente si realmente pueden ser unos buenos agentes antitumorales y entonces poder usarlos en la práctica clínica. Pero todo es empezar.
Bibliografía:
Ballister
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bacteria cancer therapies». Nat
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