Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
76 – Otoño 2024
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Estiércol
Hoy uno de mis sentidos me alerta
de algo más especial. No es que precisamente sea un personaje de Marvel, que
bien pudiera ser, ni que tenga un especial sentido del olfato al más puro
estilo de Grenouille, no me planteo ser el personaje del perfume; pero percibo,
de manera inevitable, un intenso olor a estiércol. Hoy, precisamente hoy, todos
los que amamos la cultura de contar historias en directo hemos apostado todo nuestro
esfuerzo a ese negro, par y pasa del escenario, deseando que esa bola de la
ruleta empiece a rodar y termine posándose en la casilla del éxito, y, por lo
tanto, en la del agradecimiento a tanto esfuerzo. A los que nos atrae esto del
artisteo no nos gustan las medias tintas.
Y mientras llega ese momento, aquí
estamos, lamiendo nuestras incertidumbres a modo de heridas entre la penumbra
del telón de boca, las calles, las bambalinas y el foso. Somos las hienas del
escenario con esa risa nerviosa esperando que el plan de caza trazado tiempo
atrás consiga su objetivo, que no es otro que el aplauso como premio. Y lo
hacemos siguiendo cada uno nuestras propias pautas psicológicas. Tengo
compañeros que se lanzan a movimientos milimétricos y ceremoniales marcando el
plié o el relevé como si de una bailarina se tratara; los que musitan en
silencio sus propios mantras haciendo girar sus ruedas de plegarias mientras se
atusan el pelo; los que se abstraen moviendo su cuello rítmicamente intentando,
con impaciencia, que crepiten sus cervicales; los que bromeamos y damos
palmadas a la vez que soltamos algún que otro exabrupto liberador de energía tratando
de sacar una sonrisa de ánimo y de aliento a todo aquel que se cruza en nuestro
camino; o los osados que son capaces de acercarse a esa primera calle,
izquierda o derecha, buscando, tal vez, esa sinergia que los motive y les
inocule quietud antes de la batalla.
Estamos, en definitiva, ante esos
diez minutos infernales donde no hay marcha atrás. Nuestro avión ha empezado a
recorrer el punto de no retorno sufriendo ahora en silencio la coacción de esa
maldita voz en off que nos hostiga recordando el tiempo que nos queda
para el abismo mientras advierte a los pasajeros que mantengan los malditos
móviles en silencio, en pulcro silencio. Y observamos como el telón de sala empieza
a levitar lentamente, de manera inversamente proporcional al latido de nuestros
corazones, dejando nuestra desnudez mental virginal al descubierto. Y es en ese
momento, en ese maldito momento, cuando nadie recuerda nada.
Pero de repente todo pasa, todo
fluye, todo se coordina. Y es cuando aceptas que los meses de intensos ensayos
han merecido la pena. Cuando el sacrificio de horas y horas ha servido para
algo. Y cuando la mente agradece ese especial olor a estiércol a la entrada del
teatro. Gracias por venir.
¡¡Mucha mierda!!