Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
75 – Verano 2024
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Aquí
falta algo
Por
la mañana, cuando miraba con mi móvil las noticias, intuí algo raro, no con los
asuntos tratados, sino con la forma adoptada para narrarlos. Intranquilo, fui a
comprobar mis malos augurios: ¡Dios santo! Todos los libros y diarios habían
mudado sus configuraciones. Mis prosistas y bardos favoritos mostraban cambios
significativos. Sin asimilar la situación, corrí las cortinas blancas y vi,
agazapado bajo los mirtos, a un pinzón diminuto tragando sin pausa, como un
monomaníaco voraz, unas grafías muy utilizadas, amontonadas por millardos por
mi jardín. ¿Un pinzón había provocado un
cataclismo global? Ya nunca podría pronunciar mi sonoro antropónimo, ni mi
distintivo patronímico. Adiós a mi ocupación vocacional, ahora soy instructor o
ayo. Aun así, mi mundo continuaba girando, discurrí con filosofía, podía
imaginar fábulas y parábolas, viajar por sitios ignotos, mirar pantallas y
cocinar sabrosas viandas. Sí, intuí con claridad absoluta, a la larga,
subsistiría dichoso, aclimatado a una vida sin la magnífica E
finiquitada.
Eternidad
(Primer premio del concurso de microrrelatos «La
garrapata budista» 2024)
En
nuestros últimos encuentros, mi madre hablaba esperanzada de la inmortalidad
del alma. Ella creía que somos trascendentes y que nadie abandona
definitivamente esta existencia. Ante mi angustiado pesimismo, me prometió
enviarme una señal de pervivencia una vez hubiera cruzado el triste Aqueronte.
Semanas después, cuando el dolor de su pérdida me permitió volver a la casa
familiar, hallé sobre un rimero de libros una nota manuscrita: «En el jardín,
debajo del almez, encontrarás la prueba que tanto anhelas». Bajo el árbol
umbroso, donde el mismo pinzón de siempre picoteaba eternamente los inagotables
insectos, desenterré una cajita de blanca madera de arce. Al abrirla, se
materializaron los ojos de mi madre. Atónita, busqué su boca, su barbilla, el
arco de sus cejas... Allí dentro estaba su viva imagen contemplándome. El
espejo, adherido al fondo de la caja de arce, confirmó que ella seguía viviendo
en mí, que habíamos vencido juntas a la muerte.
Resignación
La peculiar botella, repujada como un frasco de perfume, despertó gratamente su interés, pero al estudiar la etiqueta un intenso rubor iluminó su rostro. Contempló, estupefacto, una burda imitación de sus facciones insertas en un cuerpo simiesco de aspecto antropomórfico. Tradujo la leyenda con incredulidad: «Ésta es la verdadera evolución». Cerró los ojos y rememoró el celeste resplandor de las cordilleras, los caparazones de las tortugas, la blanca nieve de los glaciares antediluvianos, el pico de las distintas especies de pinzones, los fósiles, las perezosas iguanas, la bravura del Beagle. Sus innumerables descubrimientos, sus dudas, sus conferencias y artículos, la ira de algunos, el fervor de otros... De todo aquello se burlaba esa imagen grotesca que adornaba una bebida extranjera. Aun así, curioso como era, se sirvió un trago que paladeó con delectación. Sin duda era un licor exquisito. «España es diferente», pensó Charles Darwin tristemente, mientras volvía a escanciarse otra empalagosa copita de Anís del Mono.