Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 73 – Invierno 2024
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Mi historia


¡Por fin he conseguido el codiciado coche! ¡Me he arruinado, pero ahora sí que voy a ligar! No lo voy a guardar en el garaje, porque es un garaje abierto y cualquiera me lo puede rayar. La gente es que no sabe conducir, tendría que haber más controles. ¡No sé qué hace la policía! Eso sí, poner multas. ¡Como si no nos saquearan ya bastante con los impuestos! A ver si ahora con lo del coche tengo que pagar más del IRPF. Todos los políticos son iguales y luego dicen que van a solucionarnos la vida y son ellos los que solucionan la suya, ¡y a mi costa!

Lo voy a aparcar enfrente de casa, así podré vigilarlo desde cualquier ventana. Acabo de verlo, ahí está, no se ha movido. Voy a comer; en la cocina no tengo ventana exterior, pero enseguida como y bajo rápido. Voy a pasearme y fardar de coche, a ver si ligo. ¡Me lo han rayado mientras comía! ¡Joder, lo que hace la envidia! Voy al chino a ver si lo del espray milagroso es verdad. ¡20 euros por este bote de mierda! Y es que los chinos empiezan vendiendo a bajo coste y luego, cuando han arruinado a la competencia, ponen el precio que les da la gana. ¡Joder, ahora me encuentro rotos los retrovisores! ¡Maldito deporte, el correr coceando los retrovisores! Encima, si aviso al seguro, me aumentan la prima. Vuelvo al chino.

¿Dónde está mi coche? Si lo había aparcado al lado de la farola. ¡Me lo han robado mientras estaba en el chino! Esto es cosa de las mafias del Este, tanto descontrol inmigratorio... Ahora lo descuartizarán para pasar la aduana y lo montarán para vendérselo al último reyezuelo de esos países en vía de desarrollo. Tengo que denunciar rápidamente, que no tengan tiempo de destrozarlo.

Dos horas aquí esperando mi turno y me pregunta la policía por el número de chasis. ¡Y yo qué sé! Que lo mire en la documentación del coche, ¡pero si me lo han robado! Voy a casa a ver si tengo algún papelajo allí.

No puedo abrir la puerta. No, no me he equivocado de llave; tendré que presionar más fuerte ¡Joder, me he cargado la llave! Y ahora el cerrajero me dice que tengo que esperarle dos horas, que no puede venir antes; eso lo hace para cobrarme más. Tengo hambre, le espero en el bar de abajo. No son dos horas, ya han pasado tres; y es que ya se sabe con los obreros, te dicen una hora y luego, llegan cuando quieren. Bueno, por fin, ya está aquí. Me dice que no puede abrir la cerradura. «Usted es cerrajero, ¿no?». «Sí, pero no puedo abrirte la puerta; se oyen voces, hay gente dentro. Son ocupas. Dame 50 euros cash, por el desplazamiento». Menos mal que los tenía, si no, otro problema. Tengo que ir al Banco, esta noche me toca dormir en alguna posada.

Me juró el jefe que me pagaría como muy tarde el día cinco de cada mes. ¡Estamos a nueve y mi cuenta, a menos 100 euros; me han pasado ya el cobro del coche! No puedo respirar, me ahogo. Toso, mis músculos pectorales se agarrotan. Me muero por infarto. Relájate, coño, relájate. Muevo los brazos, arriba, abajo, a derecha a izquierda. «Mamá, mira ese hombre, parece un molino». Me voy a la playa, lejos de miradas con el dedo acusador. Me quedo dormido, ¿o es el infarto?

Me despiertan sonidos guturales de hombres corpulentos, con deportivas y vaqueros. Una rubia sonriente de la Cruz Roja me da un botellín de agua. Me ha confundido con los hombres corpulentos (me parezco a mi abuela, cubana). Me sonríe y me habla muy despacio, pero gritando, como si fuera extranjero. Me indica que vaya donde se están agrupando los hombres corpulentos, les están dando bocatas. Un día entero sin comer es como para tener hambre. Viene un autobús y nos suben a todos. Yo también subo, con la esperanza de ligar a la rubia. No sé adónde nos llevan.

Dirección Los Cristianos, Hotel Majestic, habitación 305. Me dan la llave. Me tiro en plancha a la cama. Jamás hubiera soñado pasar una noche en un hotel como éste. Oigo jaleo, salgo al balcón. Los hombres corpulentos están tirando enseres a la policía, para que no acudan al hotel. Me uno a ellos, no quiero que me discriminen, les tiro una toalla (tampoco quiero hacerles daño). Al cabo de un mes, tenemos que abandonar el hotel al anochecer.

Nos llevan al aeropuerto y nos embarcan para la península. Llegamos antes del amanecer y nos distribuyen en apartamentos, con un cheque de 800 euros (que serán mensuales).

Me he reinventado.