Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
72 – Otoño 2023
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Doctora en Antropología. Investigadora
Nada hay más rápido para presentarse ante torrevejenses de viejo cuño que mencionar el sobrenombre familiar. Es sobre todo la generación de mayores la que los utiliza todavía como método de identificación entre iguales o para conocer la ascendencia de los más jóvenes con la típica pero imprescindible pregunta: ¿de quién eres? Con el cambio de los tiempos y las gentes, esta arraigada costumbre, tan de los pueblos y tan popular, se encuentra en proceso acelerado de desaparición. Pero sin duda, quien tiene un mote tiene un tesoro.
Mucho más que el original sobrenombre que acompaña a una persona la mayor parte de su vida, el apodo es un valioso bien inmaterial que se hereda como parte del patrimonio familiar y un importante distintivo social que certifica la pertenencia a un grupo. Su uso habitual dentro de un ámbito social más amplio dota además a la comunidad de personalidad propia, conforma su urdimbre identitaria y contribuye a perpetuar su memoria colectiva. Casi nada.
El apodo es parte del ADN cultural de su portador. Cada vez que se activa en una conversación, certifica la adscripción a un conjunto de semejantes que comparten el mismo código de identidad. Habituales en sociedades pequeñas o grupos donde se produce una convivencia cercana y prolongada, caso de colectivos laborales numerosos como lo fueron las salinas torrevejenses, los motes son hoy en Torrevieja una especie cultural en peligro de extinción.
La diversidad social inherente al crecimiento asociado a una economía de servicio a visitantes turísticos suele llevar aparejada la disolución de «lo autóctono». Los apodos van desapareciendo así con sus últimos portadores, y lo que fue legado del padre o de la madre (que por ambas líneas se recibía igual que se heredaba la casa o el oficio) interrumpe su transmisión y acaba perdiéndose en apenas una generación. Hoy el último reducto que los mantiene vivos de manera colectiva en Torrevieja es el de trabajadores de las salinas.
Aprovechando la extraordinaria recopilación de apodos contemporáneos realizada por los salineros torrevejenses Antonio Pérez Boj (el Peres) y Antonio Martos Manzanaro (Martos), se exponen a continuación algunas notas sobre su significado y funcionalidad como aproximación al valor cultural que atesoran.
1.- ¿Qué es?
Un mote es una metáfora breve y precisa que asocia un concepto figurado a una persona estableciendo entre ambos una relación nominal de identificación y referencia. No siempre se tiene uno y su imposición se realiza con más frecuencia entre individuos de rango social y económico semejante. Muchos lo llevan con el orgullo de un título nobiliario. Otros prefieren olvidarlo voluntariamente.
Son palabras que cuentan por lo general con una fuerte carga expresiva. Algunas más literarias -el Mirasielos, el Naranjas Dulses-, otras de carácter popular -el Compaire, el Pancha-. A veces las metáforas tienen un sentido restringido al uso de códigos minoritarios si recurren a localismos léxicos -el Mindanga, el Pesolillo- o a rasgos fonéticos distintivos como ese seseo tan torrevejense y tan nuestro que hemos ido dejando de lado también -el Visentillo, el Chico Moso, el Sahúrdas-.
Buscando un referente similar en la cultura digital, constituirían el origen etno y ancestral de los nicknames que se inventan para identificarse en el mundo virtual de los videojuegos o las redes sociales. Algo parecido. Pero no igual. Éstos son producto de una elección personal activa donde prevalecen los deseos del usuario en el proceso de elaborar su netidentidad. Los motes, por el contrario, son siempre una creación ajena y colaborativa donde el portador asume un rol pasivo y no tiene capacidad de maniobra. El sobrenombre es siempre impuesto por los demás y es el grupo quien lo elige y lo utiliza. Con el nuevo apelativo se hace resaltar alguna singularidad de la persona apodada. Puede tratarse de un rasgo físico (el Chato, el Canillas, el Parranca), un atributo de la personalidad (el Malaspulgas, el Rápido, el Sonrisas), alguna acción (el Sopla, el Fleta), un topónimo o gentilicio (el Matero, el Albatera); los hay de animales (el Rata, el Pavo, el Gato, el Gavilán) o producto de referencias casuales de terceros. Pedro Gómez, hijo de uno de los directores más carismáticos de la empresa salinera y con dilatada experiencia profesional en esta industria cuenta que del comentario informal de un directivo resaltando la función polivalente de un trabajador surgió el apócope de el Poli entre sus compañeros, y desde entonces ése fue su apodo. Los hay que vienen de antiguo o más recientes, y los hay que no son motes pero que se adaptan a su estructura articulando el apellido (el Peres, el Serna).
Por su función identificadora sonintransferibles fuera de un grupo familiar. Pero los salineros refieren el caso de un antiguo directivo de la empresa a quien los trabajadores «bautizaron» como el Liebre con cierta sorna porque coincidía en nombre y apellido con el salinero titular del mote.
El Liebre fue un director que tuvimos aquí, y este hombre resulta que se llamaba igual que uno de los Liebres, y entonces se quedó con el mote del Liebre... Lo que hacemos aquí en Torrevieja, cuando señalamos a uno... Era un hombre un poco excéntrico.
(Antonio Pérez, el Peres, salinero)
En ocasiones, origen y significado de la metáfora se han perdido con el tiempo y no se establece relación con un referente conocido (el Bachicha, el Guilo -o Güilo-). Como un apellido, los motes se transmiten de generación en generación y, sujetos a los vaivenes de semántica y fonética local, pueden verse afectados por deformaciones y contracciones produciéndose variaciones en el concepto matriz. El determinante que los precede, el -o la si se trata de una mujer- refuerza la cosificación del nombre, que suele ser una palabra simple (el Yerbas, el Luna, el Patas), aunque también los hay de palabras compuestas creadas por la inventiva popular (el Monojuez, el Pinchaperros, el Señorito Campos), e incluso dobles motes (el Rojo el Yanqui, el Rojo el Pericaso). Producto siempre del ingenio, su intencionalidad puede ser de corte humorístico empleando aumentativos (el Ojampios) o diminutivos (el Ojirris). O incluso presentar connotaciones peyorativas que quedan para la posteridad a modo de sentencias cuando el apodo se hereda (el Rabioso).
Entre los motes de los salineros se encuentran además palabras que es posible rastrear en diccionarios de lengua valenciana o catalana. Auténticas reliquias del habla torrevejense por influencia de la vecina población de Guardamar y de la lengua que se habló hasta las primeras décadas del XVIII en la antigua Gobernación de Orihuela (el Chicha, el Coquío). Y por su condición de territorio frontera, las hay también de clara adopción del habla murciana y cartagenera (el Cherro).
2.- Los motes salineros
Una constante a lo largo de la historia de la explotación salinera y de la misma población ha sido la costumbre de heredar la profesión del padre o del abuelo, y en algunos casos han llegado a trabajar de forma simultánea en «la Compañía» salinera hasta tres generaciones de la misma familia. Pérez y Martos hablan de «auténticas sagas» de salineros y las destacan en la siguiente relación:
Los Cabesotes Los Materos Los Santopiedra
Los Canillas Los Mochuelos Los Sahúrdas
Los Canos Los Monea Los Tenasas
Los Comunistas Los Pachecos Los Gavilanes
Los Pértigos Los Huevosnegros Los Pijotes
Los Liebres Los Polis Los Lunas
Los Pulgas Los Malaspulgas Los Quirros
En un repaso a la lista confeccionada por ambos, se hallan apodos derivados de topónimos locales y de gentilicios: el Albatera, el Carral, el Chaparralero, el Garbansuelo, el Mallorquín, el Manchego, el Maño, el Matero, el Sahúrdas, el Moncayero.
De antroponimia: el Gomes, el Micaelo, el Moyi, el Pacheco, el Peperrín, el Peres, el Serafín, el Seva, el Visentillo.
A veces el nombre propio se añade como elemento inseparable del apodo: Antoñín el Rojo, Bautistica el del Reloj, José el Chucho, Ramón el Gitano.
Otros aluden a rasgos anatómicos del individuo: Caracortada, el Negro, el Ojirris, el Ojampios, el Pancha, el Patas, el Parranca (en el DNV: piernas torcidas), el Peque, el Soro (RAE: rubio, rojizo), el Cabesote, el Calviri, el Canillas, el Huevosnegros, el Cano, el Chato, el Cherolo (Pérez Maeso -2010- define cherol como estar calvo; cherolo podría ser un derivado e interpretarse como pelón, sin pelo), el Chicarrón, el Chico Moso, el Gordo, el Nano, el Rubio.
Muchos aluden a características de la personalidad: el Comunista, el Coquío (DNV -coquí/coquina-: cobarde, de poco ánimo/avaro, agarrado), el Malaspulgas, el Mindanga, el Mirasielos, el Monstruo, el Ñoño, el Posturas, el Rabioso, el Rápido, el Sonrisas, el Sopla, el Cancano (RAE: dicho de una persona, tonta o simple), el Garneo (DNV -garneu/garnea-: astuto, hábil para engañar), el Pego (RAE -pego-: fullería que consiste en pegar con disimulo dos naipes para que salgan como uno solo/ -pegar-: engañar con ficciones o artificios).
También a oficios y actividades distintivas: el Atleta, el Barranquero, el Cabrero, el Cañamero (referencia a quien trabaja con cáñamo/ ave paseriforme, sinónimo de verderón), el Cura, el Curica, el Fleta (fletar, RAE: embarcar personas o mercancías en un barco para su transporte), el Juez, el Mistero, el Torero, el Torretero.
Relaciones familiares: el Compaire, el Tete, el Melliso.
Personajes: el Caín, el Cristo, el Rey.
Escatológicos: el Caca.
Elementos de la naturaleza: el Agua y Agua, el Luna, el Naranjas Dulses, el Ramblero, el Tallo, el Yerbas, el Cañares, Galipote (Pérez Maeso lo define como sustancia negra parecida al alquitrán que produce el gasóleo de los barcos en alta mar y aparece en las playas).
Animales: el Burro, el Cherro (Pepe Abellán -2018- asocia el término al vocabulario de las hablas murcianas y lo relaciona con un novillo o becerro), el Choto, el Cuco (RAE: ave; DNV -cuc-: gusano), el Gato, el Gavilán, el Gorrión, el Liebre, el Mochuelo, el Morralla, el Pato, el Pavo, el Pulga, el Rata, el Tuso (RAE: perro), el Cucalo (DNV -cucala-: ave, Corvus corone o corneja negra).
Gastronomía: el Gachas, el Panocha, el Pesolillo, el Rosquilla.
Objetos: el Bicicleta, el Bola, el Bomba, el Cajas, el Cañete (RAE: de caño; DNV -canyet-: lugar donde se dejan o se entierran los animales muertos), el Chicha (DNV -xitxa-: carne, trozo de carne o alimento hecho a base de carne), el Cofas, el Cohete, el Cordeles, el Gorras, el Monea, el Montera, el Pértigo, el Pijote, el Rastrojo, el Suero, el Tenasas. Y los hay de difícil clasificación: el Bachicha, el Baldi, el Cañabate, el Chuti, el Correte, el Gavi, el Guilo -o Güilo-, el Homogono -u Homobono-, el Lesmes, el Majarrín, el Mañuñes, el Melalo, el Mingollo, el Mohete, el Pillano, el Pegotín, el Piro (RAE: acción y efecto de pirarse), el Pitejo (DNV -pitejar-: cantar el pinzón y otras aves), el Poli, el Pupio, el Quicola -o Quícola-, el Quirro, el Rate (DNV -ratar-: hurtar alguna cosa; entre los salineros, ratearse es eludir la faena), el Sento, el Taminini, el Viole.
3.-Para terminar...
La utilización del sobrenombre queda ya como forma residual de identificación grupal y la costumbre de apodar se extingue entre la última generación de salineros torrevejenses. Quedan pocos. Se usan poco. Pero son conceptos plenos de contenido que hablan de historias personales y, en sentido más amplio, de la misma historia del municipio.
Los motes son parte esencial de la etnomemoria local. Mantenerlos es reivindicar su valor cultural en un ejercicio de reafirmación personal, familiar y colectiva, de conservación viva del pasado honrando a quienes nos han precedido, y de voluntad de perpetuar aquello que nos distingue como torrevejenses para la siguiente generación.
(Por cierto: soy hija de Manolo el Cañas).
Fuentes:
-ABELLÁN, P. (2018); «Abonico», blog de Pepe Abellán. Como un cherro.
http://pepeabellanabonico.blogspot.com/2018/01/como-un-cherro
-CÁRDENAS MARAGAÑO, B.; Los apodos: individualizadores conceptuados. Alpha (Osorno), 2015, n.º 41, pp. 159-176.
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22012015000200012
-DICCIONARI NORMATIU VALENCIÀ (DNV): http://www.avl.gva.es/lexicval/; 2023.
-PÉREZ MAESO, J. L. Diccionario Torrevejense, 2010, Ayuntamiento de Torrevieja, 3.ª ed., 223 pp.
-RAMÍREZ MARTÍNEZ, J.; Aprovechamiento educativo y didáctico de los apodos del Campo de Cartagena. Revista murciana de antropología, 2004, n.º 11, pp. 261-274.