Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 70 – Primavera 2023
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

—Espectacular, ¿no crees?

Una voz masculina, de un joven de alrededor de dieciséis años, se dirigió hacia Concha, que se encontraba caminando por el maravilloso paseo torrevejense donde todos los años por esas épocas navideñas ponían el parque temático de sal. Ella estaba absorta en sus pensamientos, ni siquiera notó la presencia del joven hasta que oyó su voz. Concha decidió no responder y continuar en paz consigo misma, en ese momento no quería entablar conversación con ninguna persona de la cual no conocía sus intenciones. Instantes después inclinó su cabeza hacia la izquierda para asegurarse de que aquel misterioso chico había, al menos, dudado en irse; y así era, de un momento a otro, desapareció sin dejar rastro. Concha simplemente pensó que eran imaginaciones suyas, así que olvidó lo ocurrido y siguió su camino.

Al día siguiente, mientras realizaba el mismo recorrido, se tropezó de golpe contra un chico alto, castaño y de ojos verdes. Al oír su voz, se percató de que se trataba del joven del día anterior. Así que, una vez en pie, sin pensarlo dos veces, le preguntó directamente al joven de pelo castaño si aquel comportamiento hacia su persona se debía a alguna razón específica. Él, sin entender aquella pregunta, respondió que la caída que ambos habían sufrido se debía a la poca atención que ella prestaba a su alrededor. Concha, incrédula, no dudó ni un instante en ignorar completamente las excusas que él tuviera que presentarle. Pero el joven no se dio por vencido e invitó a Concha a tomar algo en alguna cafetería cercana para disculparse por lo ocurrido. Ella no aceptó, no podía creerse ni una sola palabra de alguien que la perseguía, así que, repitiendo el comportamiento del día anterior, volvió a hacer caso omiso de las palabras de aquel joven y continuó su camino hasta llegar al parque temático de sal.

Concha siguió dando sus paseos de tarde por la costa de Torrevieja, de la que estaba completamente enamorada. Siempre llegaba al mismo lugar, el parque temático de sal.

Los últimos paseos los pasaba junto a la compañía del joven, aunque ambos permanecían en completo silencio. Al principio le molestaba su presencia, pero, poco a poco, se fue acostumbrando y lo encontró agradable. Tras múltiples kilómetros recorridos en mutua compañía día tras día, el joven se atrevió a romper el silencio con una duda. Él le preguntó cuál era la razón por la que amaba tanto el parque temático de sal, a lo que ella respondió que no tenía palabras para expresarlo, simplemente sentía la necesidad de estar contemplándolo cada tarde tras su largo paseo. El joven, sin nada más que añadir, le agradeció a Concha su respuesta, se despidió de ella con un abrazo y le deseó una vida llena de metas, de las que dijo que estaba más que seguro de que las conseguiría.

Días después, los paseos por la costa los tuvo que recorrer ella sola. Desde aquella corta conversación, no volvió a ver al joven, no conoció ni su nombre. Pero pasadas las semanas, Concha se fue olvidando de aquella persona misteriosa de la cual nunca sabría de su existencia. Pasados los meses, Concha se enamoró de un joven torrevejense de origen genovés, al igual que su familia. Y pasados los años, Concha se casó con Tomás Parodi.

Una preciosa pareja que se complementaba a la perfección. Tenían los mismos gustos de lectura y opiniones políticas muy similares. Su relación era muy sana, hecha de fuertes cimientos, ambos se apoyaban mutuamente. Más tarde, tuvieron hijos. Éstos fueron criados con grandes inculcaciones políticas, e influenciados por sus padres, apoyaban la república federal.

Lamentablemente, tras veinticinco años de casados, Tomás falleció. Concha se quedó absolutamente destrozada, pero con ganas de seguir hacia delante. Tres años más tarde, Concha decidió meterse directamente en política y ocupar el puesto que su marido tenía antes de su muerte; pero ahora no estaba a la sombra, se encontraba dando la cara en todos los aspectos. Esto le supuso una lucha constante por una cuestión «de género». Pero su ímpetu y su espíritu persuasivo la llevaron hacia el liderazgo, convirtiéndose así en la primera mujer presidenta de Torrevieja durante la Primera República, en la que se proclamó el Cantón torrevejense durante tres días. Desgraciadamente, tras el retorno del control del Gobierno, Concha tuvo que huir de su pueblo natal por las posibles represalias que pudieran tomar contra ella. Su labor como lideresa desapareció de todos los archivos, de los que la única información sobre su paradero era Cartagena.

Tras una larga vida llena de luchas para la defensa de los ciudadanos y el liderazgo de su pueblo natal, Concha estaba a punto de fallecer tranquilamente y en paz consigo misma. Pero había un miedo que no podía derrotar, ya que el simple hecho de que ella no pudiera ser el referente de niñas que deseaban la libertad, y el ayudar a todo aquel que las necesitara, la entristecía completamente. Pero un golpe de suerte vino en su ayuda.

Se encontraba en la costa de Torrevieja. Y al lado de ella, el joven la contemplaba. Era como si no hubieran pasado los años. Estaba exactamente igual que la última vez que lo vio. Pero antes de que ella se percatara de lo que estaba sucediendo, el joven le prestó un espejo para que pudiera observar que ella había vuelto al pasado y ahora tenía de nuevo dieciséis años. Incrédula, lo miró fijamente sin poder pronunciar palabra y él comenzó a hablar:

—Sé que ahora estás intentando asimilar lo que está ocurriendo, no puedes ni pensar en cómo has llegado hasta aquí, o, mejor dicho, cómo he llegado yo hasta aquí para acompañarte en tus últimas milésimas de vida, porque sí, aunque a ti se te pasen como horas, son realmente unas pocas milésimas. Solamente te diré que aquella corta conversación sobre el parque temático de sal me reveló un gran aspecto de ti. Yo tenía encomendada la misión de vigilar el pasado y comprobar que tú eras la primera mujer presidenta de la historia de Torrevieja. Y así es, tú lo eras y nunca dejarás de serlo. El simple hecho de tu expresión al contemplar la belleza de la sal me indicó que eras la persona correcta. Pude observar liderazgo, ímpetu y espíritu incansable dentro de ti. He venido expresamente para comunicarte que enseñaré y mostraré todos tus logros como mujer en el siglo XIX para que tú, Concha Boracino, jamás caigas en el olvido.

Y cuenta la leyenda que las almas de las personas torrevejenses se convierten en la sal de la Laguna de Torrevieja.