Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 70 – Primavera 2023
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Paco Sánchez Soria, imaginativo pintor, artista plástico y diseñador original, en su calidad de presidente de la asociación ALÁBEGA ARTE [Alhábega: A la Vega Arte], me propuso elaborar un panegírico poético ¡a la alcachofa! para formar parte del librito-catálogo de la exposición que inauguraría el jueves, 2 de marzo de 2023, el VIII congreso nacional de la alcachofa (Almoradí, 3-5 de marzo) en la sala del Ayuntamiento almoradidense. El título de la exposición: De la alcachofa y otras artes. Participaron once artistas plásticos (Víctor Ortuño, Gabriel Marco, María José Ruiz, Sánchez Soria...) y once artesanos del verbo, alguno de ellos escritores (como Fernando Mañogil, José Antonio Lozano, José Luis Zerón...). «Cíñete, por favor, a un título y a 140 palabras –me ordenó, como comisario del proyecto–. Sí, como si fuera un tuíter antiguo». Lo tomé, como tantas veces, como un pequeño desafío retórico. Cumplí con las limitaciones –incluso con mis limitaciones–, pero hubo un sacrificado trabajo de corte para reducir el amplio texto al casi textículo definitivo. Pasé de unas 250 palabras y un extraño marco a un título y 119 ajustadas palabras. Como postulaba Eduardo Galeano, al traducir jocosamente el aserto latino Nulla die sine linea, Anula una línea cada día.

Probablemente, esta composición, para ser mejor comprendida y, quizás, saboreada, necesita una glosa, es decir, una explicación que aclare los ingredientes que construyen el escrito. Con la intención de repasar el proceso creativo, ofrecemos dos versiones de la prosa poética y su glosa.


I. Versión definitiva

 

            La bella Cynara, tallada en la huerta

            por el ebanista divino del plantado Zeus

 

El dios del Olimpo, al son de una fuga, ordena

láminas de coraza, lágrimas de cuero: vedada queda

y adolescente la nonata flor de la vega. Bordada su alma

blanca en áspera verdura, dientes de perro son sus hojas:

corazón envuelto en cartas de despechado amor.

   

En la lontananza, oteamos un ejército de guerreros

de verdecota: geometrismo de natura que invita, empero,

a liberar escama a escama los escudos minúsculos

de la deífica hueste.


Al alcance de nuestras manos, fresca como la aurora,

es la alcachofa ambrosía de cohorte matutina:

unas pocas al día, pues el sabor de una parte de infinito

es infinito sabor. La alcachofa, que enseña fractales,

calza su armadura con pies de manjar. Es tesela dulce

como la seda; dulcemente amarga como el Cynar.

El secreto está en su interior. ¡De corazón te lo digo!

 

II. Versión inicial

                        1 Me lo lean todo alcachofa.

 

III. Glosa

Todas las metáforas y las alusiones de estas prosas tienen explicación mitológica y, sobre todo, explicación formal, puesto que de ilustrar o acompañar imágenes artísticas se trata. El mito: La doncella Cynara, hermosa mortal, es descubierta por Zeus en su constante aventura como dios hedónico sin fronteras. Zeus seduce a Cynara y la lleva al monte Olimpo con la promesa de convertirla en diosa. Cynara, pronto, termina escapando del Olimpo, porque no quiere ser una amada más o, sencillamente, porque rechaza no ser amada (después de haber sido gozada). Como regresa al mundo de los mortales, o sea,  como Cynara huye, Zeus ejercita su poder divino y la condena para que los otros mortales no gocen de ella: la convierte en áspera planta, con hojas protectoras, amenzadoras, y, por ende, disuasoras (como ocurre con los ejércitos –deíficas huestes–: muchas plantas y "alcachofas-corazas" casi iguales juntas). A pesar de todo, no puede ocultar la belleza (los buenos sabores) de Cynara: la alcachofa, en su interior (y en el pie de su coraza-hojas), mantiene el secreto de sabroso alimento.

Dícese Zeus plantado, porque Zeus es plantado –dejado– por Cynara. A partir de aquí, los juegos de palabras concatenados son sencillos. Como sencillo era Góngora. La parte formal (el aspecto fractal, el geometrismo de las brácteas) me parecía relevante para aventurar posibles cuadros basados en esas formas repetitivas. Hay, pues, dos puntos de vista: uno, general, digamos que en tercera persona, es descriptivo en lo mitológico; a este se suma otro, el de la visión nuestra, la de los mortales, quienes, por un lado, podrían atemorizarse por la forma hostil en que Zeus ha querido condenar a Cynara para que no la disfruten: ocultándosela al resto de humanos –en la lontananza se ven ejércitos de alcachofas-corazas: en efecto, la alegoría es nerudiana –las odas elementales, del chileno–, y recurro también a los guerreros chinos de terracota de Xian, que invento con el neologismo evidente verdecota (por terracota), y al gran campo de greguerías al modo de Ramón Gómez de la Serna, para quien el agua, desués de comer alcachofa, sabe a azul, y, por otro lado, en la proximidad –con el juego pie-mano de engarce– nos adentramos en la premonición del sabor del pie de la hoja de alcachofa (escama-coraza) recién cortada –unas pocas cada mañana según su premaduración– y al sabor de su corazón, la verdadera Cynara... Si llegara a florecer, como sería lo natural –he ahí el nuevo engaño de Zeus–, los humanos perderían definitivamente (por la condena divina) el deleite de este manjar-ambrosía de dioses. El corazón de la alcachofa es comestible en el momento previo a la florescencia: si la flor madura, si la flor se pone morada (entre tanto verde), el mortal llegará tarde para poder comer lo escondido de la alcachofa: adolescente nonata flor.

Las enmarcaciones musicales (con formulación matemática de incógnita e infinito) querían ser referencias ambientales a melodías y armónicos asimismo fractales: un tema con múltiples variaciones (que no ocultan el tema original, como las infinitas alcachofas con sus brácteas coriáceas): de ahí el son de fuga (al modo de Bach); la fuga-música es voz anfibológica con fuga-huida (la de Cynara), y la mención eliminada de las folías (locuras: la locura de Zeus que, siendo dios, se ve plantado-despechado-rechazado por la rebelde Cynara): las folías de Rachmaninov, Händel o Zimmer (tanto en Gladiator, y me servía de conexión con el ejército romano vestido de corazas alcachofiles y el ambiente marcial amedrantador, como en Piratas del Caribe, que también tiene música de Zimmer). Las folías, en efecto, son asimismo variaciones de un tema original (musical) más antiguo. Las huestes alcachofiles amedrentarían a los mortales, enemigos, en este contexto, de los dioses. El geometrismo es, en apariencia (e ignorancia) forma presuntamente antinatural, pero, sabemos, no lo es del todo; al concebirse como antinatural, es el geometrismo formato intelectual-frío, base de algunas abstracciones y de algunas ilustraciones imposibles en su infinitud: de aquí la mención anterior de Moebius (sus rizomas o bandas –bandas visuales y ¡bandas de música!) y de las escaleras-mercados imposibles de Escher, ...porque son, en cierto modo, formas fractaloides, como las formas de las hojas de la alcachofa…Culturalismo y surrealismo en un mix… Y esto me sirvió para enlazar formas infinitas, o repetitivas, con sabores infinitos: con formas infinitas de presentar-cocinar la alcachofa.

Esta glosa tendrá sentido si el sentido es el del sabor cuando se ingiera una alcachofa en una de sus infinitas formas culinarias: desde la alcachofa cruda troceada, aliñada con limón, o no, a la alcachofa deconstruida por Ferran Adrià, o no. No hay mejor alcachofa que la de Almoradí. ¡Buen provecho, comensales, porque leer también alimenta!