Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
69 – Invierno 2023
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Esta mañana estaba en una terraza y en la mesa de al lado, tres mujeres; una fea, a mi parecer, y dos normalitas. La fea me ha recordado el sufrimiento infligido a mi amiga María por una tal Mariló, que, además de fea, era envidiosa y retorcida. María era guapa, simpática y encantadora, pero no tuvo suerte.
Los ademanes y las voces de la fea de la terraza me han llevado a un tiempo en el que se decía que «la suerte de la fea, la guapa la desea». Era un simple refrán, para significar que la guapa no tenía suerte. Ahora no se dice, y no será porque las guapas tengan más suerte o las feas hayan desaparecido. (¡Con tanta chabacana emperifollada, las feas han aumentado exponencialmente!). Lo que ocurre es que hay menos libertad de expresión. Un hombre no puede decir el refrán por miedo a que lo tachen de machista, misógino o violador potencial.
He recordado cómo Mariló se acercó con falsa humildad a María, para ganar su amistad. No lo hizo por afinidad o simpatía, lo hizo por interés. María tenía muchos amigos y era bien recibida en todas partes.
Mariló empezó dándole coba y haciéndose pasar por una persona altruista y de mucho mundo. María, que siempre buscaba que la gente se encontrara a gusto, la aceptó, aunque le resultaba muy incómodo que le diera coba.
Luego, Mariló intentó ganarse su confianza, lo que le resultó fácil. María no pensaba mal de nadie. Y poco a poco, le fue contando todas sus penas y alegrías.
Como «el conocimiento es poder», Mariló utilizó ese conocimiento para entrometerse en la vida de María (cómo debía vestirse, qué decir, qué hacer...). María se encontró perdida, no decía ni hacía nada sin consultarle. Perdió su autoestima y, sin darse cuenta, se hizo dependiente de ella.
Mariló hablaba con todo el mundo en su nombre, pero no en su favor. Lo hizo, sobre todo, con Enrique, el amor de María. Empezó hablándole de sus virtudes, para dejarle caer que ella las poseía en mayor grado. Luego, llevándole supuestos recados de María. Y cuando se ganó la confianza de Enrique, le mintió: «María está saliendo con otro».
María se quedó sola y ella, con Enrique.
La fea de la terraza decía: «No se puede agradar a todo el mundo».