Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 68 – Otoño 2022
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Atenea Lemnia (-0450 AC) Fidias

Hace unos años cambié de instituto, y en mi nuevo destino me encontré con una antigua alumna, entonces compañera y ahora gran amiga, Bea Zaplana Bebia que me recordó algo que yo usé en mis clases de filosofía entonces: “Nos dijiste que para ligar ya no se pregunta ¿estudias o trabajas?, sino ¿eres estoico o epicúreo?”. Esta reformulación buscaba hacer entender al alumnado que la filosofía es una reflexión teórica acerca de la realidad, el ser humano y el sentido de la existencia, pero sobre todo, un saber práctico que tiene como objetivo principal darnos herramientas intelectuales para llevar una vida buena. Quizás a todos nos cueste ver esta vertiente práctica, ya que asociamos filosofía con sus ramas más abstractas, como la metafísica o la teoría del conocimiento, imagen reforzada por la iconografía artística de nuestra cultura tales como las esculturas El Pensador de Rodin o la Atenea Lemnia de Fidias para corroborar que pensar es una actividad poco movida y alejada de la vida que fluye.

El pensador

Sin embargo, en la filosofía, la reflexión teórica desde Pitágoras y su escuela está ligada a la búsqueda de la felicidad y a pensar cómo se puede llevar una vida buena. Afirmaba Aristóteles que todo ser humano aspira a la felicidad, una premisa con la que podemos estar de acuerdo. Pero diferimos en su definición y en el camino que nos pueda conducir a ella.

Fernando Savater expone en su obra Ética para Amador que no depende de nosotros lo que la vida nos traiga, pero sí depende de nosotros cómo nos tomamos lo que pueda traernos. Estas son las cuestiones esenciales de la Ética, y estoicos y epicúreos son dos propuestas de vida buena que datan de la época helenística griega.

La época dorada de la filosofía antigua son los siglos V y IV a C. en Atenas: Sócrates y Platón brillan con sus diálogos profundos a la vez que amenos sobre cuestiones como el amor, el bien, la justicia o la belleza. El siglo V es además la época más esplendorosa de la polis, y su poderío económico y liderazgo político quedan plasmados en el arte del momento.

Aristóteles ya vive a caballo entre Atenas y Macedonia, donde acudió para educar al joven que cambiaría el mundo: Alejandro Magno. Además del mundo, transformó la filosofía, no por su dedicación a ella, sino por crear un vasto imperio que subsumió a las polis y cambió la mentalidad de las personas que las habitaban. Los atenienses anteriores a la dominación macedónica se sentían como las células de un organismo, su ciudad, y tomaban su gobierno como un deber necesario para que todo funcionase de forma armónica. Cuando la polis se convierte en parte de una entidad mucho mayor y se diluye su importancia dentro de este conjunto, la afección de los ciudadanos por los asuntos públicos disminuye. Surge de esta manera un individualismo que hasta entonces era extraño dentro de Atenas, y este es precisamente el motor de la nueva filosofía: ya no es tan urgente pensar en un sistema político ideal, como proponía Platón, puesto que las decisiones ya no las toman los ciudadanos, sino cómo orientar nuestra propia vida hacia la felicidad. Surgen entonces en Atenas las denominada Escuelas Morales, unas elaboraciones teóricas con un fin eminentemente práctico: presentar una serie de indicaciones para vivir bien, unas “recetas” para ser felices en tiempos convulsos.

Las diferentes escuelas morales elaboran un tipo humano al que denominan “sabio”, aquella persona que sabe vivir bien, libres de inquietudes del alma gracias al uso de su razón. Para los estoicos sabio es quien controla sus pasiones mediante su razón y voluntad, mientras para Epicuro y sus seguidores, sabio es quien sabe escoger entre los placeres que se le presentan.

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El estoicismo es la escuela que funda Zenón de Citio en el siglo III a C. en Atenas, pero cuya influencia se mantiene hasta los tiempos de Roma, cuando vive su mayor esplendor con Séneca, Marco Aurelio, Adriano o Epícteto. Parte de la afirmación de que en el universo todo está conectado con todo, pues además de la materia corporal existe una realidad más intangible, pero igualmente real, el pneuma, y por ello cualquier suceso en una parte del universo tiene repercusiones en el conjunto. Esta es una ley inexorable, y por ello se identifica con el destino: todo está determinado y nada escapa a él. Si esto es así, ¿dónde queda la libertad humana y la posibilidad de ser felices?Los estoicos afirman que la naturaleza humana reside en la razón, y por ello la felicidad solo puede venir cuando esta facultad controla la totalidad del ser humano, sobre todo las pasiones, fuente de angustia y dolor. Para estos autores la felicidad brota de unánimo sereno en el que las mantenemos bajo control. A este estado se le conoce con el nombre de ataraxia y el camino que proponen para alcanzarlo consiste en ser virtuosos y mostrar una voluntad firme para someterlas a la razón. La receta para la vida buena que nos legan los estoicos es que no podemos vencer al destino y lo que este nos depare, pero sí podemos vencernos a nosotros mismos por medio de la voluntad. Nos advierten de que no tiene sentido sentir alegrías o tristezas extremas, puesto que aquellos acontecimientos que las han provocado pasarán y nuestro trabajo interno debe consistir en aprender a no sentir esos excesos; de esta forma nuestro ánimo será siempre sereno y nuestra vida, por lo tanto, buena.

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Epicuro nació en Samos en el siglo III a C. y a los 35 años se instaló en Atenas, donde fundó una escuela filosófica que se denominaba El Jardín y que tenía su lugar de reunión en una propiedad a las afueras de esta ciudad. El lugar estaba apartado, porque su fundador, a diferencia de los estoicos, pensaba que solo se puede aspirar a la felicidad llevando una vida alejada del bullicio, los cargos y los afanes materiales. Para los estoicos acceder a un cargo público y asumir responsabilidades ante la comunidad es inevitable, algo que nos trae el destino; para Epicuro aceptarlo o no es una decisión personal, puesto que él no cree que todo esté determinado en el universo, como hacían los estoicos. Y en estas decisiones tenemos el camino que nos acerca o nos aleja de la felicidad.

En la esfera más personal y privada Epicuro identifica la felicidad con el placer, definiendo este como “ausencia de dolor en el cuerpo y turbación en el alma”. Así, la moderación en los placeres corporales nos acerca a una vida tranquila.

En lo concerniente a las turbaciones del alma, nos propone una receta médica, lo que se conoce como “tetrafarmacón” o las cuatro raíces de la felicidad que se recogen en las siguientes máximas:

1.- No hay que temer a los dioses, ya que ellos viven sin cuidar de los humanos.

2.- No temer a la muerte, puesto que mientras vivimos, la muerte no está presente, y cuando morimos ya no nos damos cuenta de nada.

3.- No temer perder los bienes materiales. Más allá de lo necesario para vivir, cualquier posesión se convierte en una fuente de angustia por intentar conservarla.

4.- No temer perder a los amigos. Si nos traicionan, no son verdaderos amigos.

Además de estas recomendaciones nos insta a escoger aquellos placeres que sean más duraderos y que nos traigan pocas consecuencias indeseables; la razón es la guía imprescindible para realizar este cálculo.

Como hemos visto, estoicos o epicúreos son dos formas diferentes de encarar la vida: los estoicos son defensores del deber y el sometimiento personal al destino, aceptándolo con serenidad, mientras los epicúreos son hedonistas, o defensores de disfrutar moderadamente de los placeres. El estoicismo tuvo su momento de oro en Roma y entre las clases dominantes de la época: Séneca fue preceptor de Nerón y tanto Marco Aurelio como Adriano fueron emperadores. Desde la perspectiva estoica hay que aceptar todo lo que el destino nos trae, enfrentarnos a ello y no vivir alejados como los epicúreos. También encontramos en las filas estoicas a esclavos como Epícteto, tan conforme y sereno con su suerte como los emperadores. Actualmente el estoicismo vive  una renovación interesante, ya que sus planteamientos se aplican al cultivo del cuerpo; el ideal de ánimo sereno se cambia por el de un cuerpo esculpido con esfuerzo y hasta sufrimiento.

Seguro que todos conocemos a personas que pueden encajar en uno u otro tipo; gente estupenda en todo caso. Con este pequeño escrito me gustaría plantearos este reto: ¿os atrevéis a clasificar a vuestros conocidos y a vosotros mismos como estoicos o epicúreos?

  Mª Ángeles Boix Ballester. Septiembre 2022