Sus cuadros como ventanas

abiertas de par en par...

Están fusilando a un hombre

en la oscuridad del páramo.

La noche como una loba

resplandece tras las lomas.

Los ladridos de los perros

anuncian la madrugada

harta de sangre inocente.

Ciudad perdida a lo lejos.

El color de la impotencia

es un negro sin matices,

un amarillo sin luces,

un verde sin esperanza,

un azul sin mar ni cielo,

un rojo amargo de sangre,

un blanco sucio de sal,

un marrón de tierra y barro...,

una garganta sin voz,

unos puños contra el viento,

un desgarrón sobre el lienzo.

Sus cuadros, puertas abiertas,

que nadie puede cerrar.

Proclamas de libertad,

luces de tormenta y cobre,

pinceladas encendidas.

Un corazón de cristal.

En sus pinceles palpitan

la voz de los olvidados,

el llanto de las mujeres

sin compasión maltratadas,

la patria de los sin patria,

la cruz de los simpapeles,

el alba de los vencidos,

la justicia de los muertos

por defender libertades.

Sus cuadros como paisajes...

entre alambradas de acero

en mitad del descampado

pidiendo justicia a mares.

Es el artista del barrio.

La humanidad se desborda

por el marco de sus cuadros.

 

Del libro inédito Urbanos