En oblicuos jardines de espejo, 

donde la lentitud es don insólito  

que imperceptible trepa las paredes 

de una existencia absurda.

 

En esta dimensión de agua cristalina 

todo me resulta leve, accesorio, 

como si fuese una vida ajena la que pasa 

por delante de estos ojos de luz.

 

Sin embargo, para ti es importante 

que alguien resuelva tus problemas

creados por necesidades concretas 

procedentes del exterior. 

 

Yo estoy dentro, y no comprendo nada 

que no sea el mar en el espejo de tu piel 

o el perfume inconsciente que nace de la rosa.

Toda solución que pueda darte es un pretexto,

estúpida forma de sobrellevar lo ajeno

que no me pertenece.

Camino en las alturas, veo pasar 

la vida desde esa distancia innata

que me ofrece el arte:

como la mecha de un verso jamás escrito 

llegué hasta ti sin pretensiones,

recuerda cómo el azar cruzó nuestros destinos 

una madrugada de junio 

en aquel difícil callejón,

bello golpe fortuito, porque la vida teje 

universos de historias a pesar de todo,

no necesita que nadie se ocupe, 

basta su plan

fraguado para ti en las estrellas de la noche.

 

Desde mi hogar escribo, 

en oblicuos jardines de espejo,

desde esta dimensión de agua cristalina

donde la lentitud es don,

designio abierto que late en el poema.