Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
63 – Verano 2021
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Diego Ramírez Pastor
Semblanza
Diego Ramírez Pastor
Torrevejense de pro
Juan Aparicio López Juan Mateo García
Director general de Prensa El alcalde filántropo
Si tuviera que hacer una semblanza de cada una de las personalidades que hoy traigo a estas páginas, necesitaría un espacio mucho más amplio del que no voy a hacer uso, para no hacer de las mismas una lectura larga y tediosa, así que trataré de simplificar al máximo, dentro de lo posible, algunos datos que he considerado, a pesar de ser sobradamente conocidos, curiosos o cuanto menos dignos de ser nuevamente rememorados.
Entre estas personas hay muchas similitudes que los unen a nuestro pueblo, pero hay una que los hace especialmente merecedores de ser admirados, como lo son, por cualquier torrevejense que se precie de bonhomía, su amor y dedicación a Torrevieja.
Juan Aparicio, Diego Ramírez y Juan Mateo forman en el ideario torrevejense algo así como un triunvirato; obviando, eso sí, que Juan Mateo no coincidió en sus labores de responsabilidad al frente del gobierno torrevejense en el tiempo en que Juan Aparicio y Diego Ramírez dieron vida al proyecto habaneril que ha llegado hasta nuestros días con una salud envidiable.
Diego Ramírez Pastor (Torrevieja 1906-Barcelona 1968), abogado e ilustre periodista, presidente de la Asociación de la Prensa de Barcelona, atravesó por una dura etapa emocional cuando, al poco tiempo de regresar a Barcelona de uno de sus viajes a nuestro pueblo, falleció su hijo Dieguito. Este luctuoso, suceso que tristemente asociaba con el recuerdo de aquel viaje, socavó de tal manera su fortaleza anímica que le hizo alejarse con amargura de la remembranza de su Torrevieja natal. La intervención que en aquellos momentos tuvo en la vida de Diego Ramírez su amigo Juan Aparicio López (Guadix 1906-Madrid 1987), a la sazón director general de Prensa, fue decisiva para recuperar a un hombre que tenía mucho que hacer, e hizo, por su pueblo, convenciéndolo de que en la muerte de su hijo ni Torrevieja ni sus gentes tuvieron nada que ver; y lo consiguió. Juan Aparicio convenció a Diego Ramírez de que debía pasar esas tristes páginas del libro de su vida y abrir unas nuevas en las que ir escribiendo la futura historia de un pueblo que él sabía poseedor de unos valores y unas virtudes que estaban adormecidas a la espera de que alguien las despertara.
En las Navidades de 1954, Juan Aparicio y su familia pasaron unos días en Torrevieja, en la que recientemente se había creado la Comisión Oficial de Fiestas por un grupo de inquietos comerciantes para tratar de reactivar el atractivo turístico de la ciudad ante la decadencia que habían observado en el verano de ese año. Éstos, conocedores de la importancia social y política que Juan Aparicio ostentaba en la España de aquellos tiempos, decidieron invitarlo a una de sus reuniones para exponerle sus proyectos y pedirle consejo e ideas que pudieran enriquecer su objetivo, invitación que fue aceptada por Juan Aparicio con verdadera satisfacción. En aquella reunión se acordó incluir entre los festejos del siguiente verano de 1955 conciertos de serenatas con cantos de habaneras que tanto gustaban al señor Aparicio, y éste fue el germen de lo que hoy, 66 años después, es nuestro Certamen Internacional de Habaneras y Polifonía.
Aquel verano del 55 vio la luz el I Certamen Nacional de Habaneras, y Juan Aparicio, ideólogo, principal impulsor y difusor del mismo, no pudo asistir a su inauguración por ocupaciones propias de su cargo, dando la oportunidad a su amigo Diego Ramírez de reencontrarse con sus paisanos, ayudándole al mismo tiempo a superar el trauma anímico que sufría por la muerte de su hijo. Para ello, Juan Aparicio delegó en Diego Ramírez la máxima representación del gobierno español en aquella aventura en la que un pequeño pueblo marinero se había embarcado rumbo a un destino incierto, pero con una flota armada de ilusión y coraje, y dispuesta a sortear todos los escollos que se les cruzaran en su travesía. Así, Diego Ramírez, junto al embajador de Cuba en España, Antonio Irazoz y del Villar, fueron las más altas autoridades que tuvieron el honor, y para orgullo de los torrevejenses, de inaugurar el I Certamen Nacional de Habaneras de Torrevieja, dando carta de naturaleza al proyecto que aquellos visionarios torrevejenses supieron adivinar, valorando los beneficios que a Torrevieja le podía aportar un evento de esta índole. El paso del tiempo, justo juez para lo bueno y para lo malo, ha acabado dándoles la razón.
Este acontecimiento supuso un revulsivo tan grande para Diego Ramírez que quiso seguir trabajando a favor de Torrevieja para compensar, de alguna forma, sus años de olvido y separación, y empezó a madurar una idea, quizá inspirada en su propia experiencia de prolongadas y voluntarias ausencias de su tierra, sin tener contacto con otras gentes que como él se vieron obligadas, unas veces por necesidad y otras por decisión propia, a vivir lejos de los suyos. Ese sentimiento de lejanía, esa añoranza por sus recuerdos de infancia y juventud, llevaron a Diego Ramírez a trabajar con el objetivo de tratar de reagrupar a los torrevejenses «exiliados» y seguir manteniendo viva la llama de su amor por Torrevieja. Pensando cómo realizar su sueño, se le ocurrió, bendita ocurrencia, fundar unas asociaciones a las que feliz y acertadamente denominó «Hermandades de Torrevejenses» en las principales ciudades en las que se encontraban importantes núcleos de torrevejenses desplazados. Así, Barcelona vio nacer la primera Hermandad de Torrevejenses en el año 1956, y la siguieron las de Madrid, Palma de Mallorca, Valencia, Alicante, Melilla o Larache, que tanto beneficio y ayuda moral dieron a nuestros paisanos residentes en ellas, a los que el éxodo obligatorio había llevado.
Pero no acabó ahí el trabajo en pro de su pueblo que Diego Ramírez se había propuesto llevar a cabo. Hombre incansable y de excelentes ideas e ideales, el 7 de diciembre de 1960, con motivo de la celebración de las fiestas patronales en honor a la Purísima Concepción, consiguió atraer a Torrevieja a todas las hermandades diseminadas por la geografía española y de allende nuestras fronteras, que, reunidas en el alto de la Torre del Moro con sus vehículos y autobuses, iniciaron una impresionante y extraordinaria caravana que les llevó hasta la explanada situada a la entrada del puerto y frente al Casino, soportando una lluvia especialmente intensa que no fue capaz de arredrar la felicidad de los torrevejenses al reencontrarse con los suyos en su tierra. Algunos comentarios románticos dicen que «la lluvia que caía cuando empezaron a bajar los ausentes de sus vehículos no era otra cosa que las lágrimas de felicidad que derramó la Purísima al ver a sus hijos juntos de nuevo en su pueblo». Bueno, si no fue así, yo quiero quedarme con esa creencia, que al menos es bella y emocionante.
Desde aquel lluvioso 7 de diciembre de 1960, se conmemora cada año, en esa misma fecha, el Día del Ausente en reconocimiento de aquellos torrevejenses que tuvieron que emigrar tratando de conseguir lo que en nuestro pueblo no podían alcanzar: una seguridad laboral para ellos y sus familias.
A Diego Ramírez se le admira por el amor que demostró hacía su pueblo, con el que felizmente se volvió a encontrar gracias a su amigo Juan Aparicio. Nos dejó el 9 de mayo de 1968, pero su recuerdo se ha perpetuado en la memoria de los torrevejenses gracias a la idea, la gran idea, de otro insigne torrevejense que supo reconocer la deuda que el pueblo de Torrevieja había contraído con Diego Ramírez, y que imaginó una compensación periódica para evitar que el paso del tiempo y el desconocimiento de su figura por parte de las nuevas generaciones lo relegaran al ostracismo del olvido.
En 1970, Juan Mateo García (Torrevieja 1922-Torrevieja 1983), funcionario del Cuerpo Técnico de Aduanas, que había sido alcalde de la ciudad —pero sobre todo un gran filántropo que dedicó su vida a ayudar a quien lo necesitaba, destacando por su implicación en obras sociales y de caridad, y que fue humano, humilde, cariñoso y respetuoso con todo el mundo, por lo que en puridad podríamos calificarlo como un hombre bueno— y también amigo de Diego Ramírez, instituyó el Premio Diego Ramírez Pastor como reconocimiento a lo mucho y bueno que Diego Ramírez hizo por Torrevieja. Con este premio, Juan Mateo quiso continuar por la estela que don Diego abrió, reconociendo la labor altruista en beneficio de la ciudad de aquellas personas o entidades que acreditaran ser merecedoras del mismo, teniendo el acierto de hacer entrega del premio, cada año, en una fecha icónica para Torrevieja: el 7 de diciembre.
Tanto Diego Ramírez como Juan Mateo idearon acontecimientos que forman parte indisoluble de la idiosincrasia torrevejense, unidos cultural y sentimentalmente a unas raíces que beben y se alimentan del mar y de la sal.
El pasado y aciago año 2020, se conmemoró el 50.º aniversario del Premio Diego Ramírez, y se celebró la 66.ª edición del Certamen Internacional de Habaneras y Polifonía de una manera muy peculiar, obligados por las circunstancias especialmente tristes de la pandemia que nos asola; y en este 2021, ante la incertidumbre de la evolución de la misma, no sabemos qué va a resultar, pero esperamos y deseamos que muy pronto volvamos a reanudar nuestras vidas sin traumas y con la esperanza de recuperar el tiempo, los besos y los abrazos robados.