Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 62 – Primavera 2021
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Muchas veces vemos pasar por la calle a personas discapacitadas circulando en su silla de ruedas. En ocasiones, detrás de la silla, va un familiar o un amigo empujándola. Sucede con frecuencia que una persona conocida se acerca a saludarlos, pero lamentablemente, también con frecuencia, este saludo es unidireccional; es decir, sólo se saluda al familiar que empuja la silla, pero no al discapacitado.

Por él, le preguntamos a la persona que lo acompaña, pero no le hablamos al discapacitado directamente. Me gustaría que comprendiéramos todos que esto es triste y frustrante para el inválido. A todos nos gusta que nos saluden y nos hablen a nosotros directamente, y no que lo hagan a través de un tercero, como si el hemipléjico, el ciego o el discapacitado de cualquier tipo fuera un retrasado mental que no está a la altura de las circunstancias. Esto sólo está justificado si la discapacidad de la persona fuera de tipo mental; pero en los demás casos no tiene justificación alguna, pues saludar a un discapacitado a través de su acompañante es algo muy desacertado y de verdadera mala educación. Este saludo a medio camino, o amputado, por nombrarlo de alguna manera, no lo hacemos con mala fe, solo lo hacemos por desconocimiento del mal efecto que produce al enfermo y también a su acompañante, aunque no nos lo diga.

Nuestro saludo debería ser completo, sin amputaciones de ninguna clase. Primero saludemos al discapacitado de igual a igual, al mismo nivel intelectual, pues en ese aspecto es un igual a nosotros. Preguntémosle por su salud y su situación general; después, saludemos a su acompañante e iniciemos un diálogo general que los incluya a los dos.

Puede suceder, claro está, que el discapacitado no pueda oírnos, puede tratarse de un sordomudo, pero esto no es problema alguno. No cuesta nada mirarlo a la cara, sonreírle, estrecharle la mano o darle una palmadita en el hombro. En definitiva, se trata de no ignorarlos, de no discriminarlos con nuestra desatención. Incluso a las personas con discapacidad mental se les puede dedicar una sonrisa, es lo menos que se merecen.

Hablo desde el conocimiento de la situación, pues soy ciego y siempre voy acompañado por mi esposa. Hay personas que en la calle nos saludan a los dos, son personas comprensivas y sensibles, pero son muchas más las que no lo hacen porque no terminan de comprender que un discapacitado no es un ser intelectualmente distinto a nosotros. Imaginemos por un momento que vamos por la calle acompañados por otra persona y alguien que se cruza con nosotros, y que nos conoce a ambos, saluda y se para un momento a hablar con nuestro acompañante, ignorando a la otra persona, y luego se despide sin dirigirse a la persona ignorada, que somos nosotros mismos, en ningún momento. ¿Qué efecto nos causaría?

Creo que no hace falta añadir nada más.