Era tu cara de abierta sonrisa,

eran tus brazos como suave cuna.

Sin ningún temor, sin doblez alguna,

te fuiste, madre, te fuiste con prisa.

Nunca más volví a escuchar tu risa,

todas mis noches quedaron sin luna,

tan sólo quedó la oscura laguna.

Y te fuiste, madre, envuelta en la brisa.

Tu corta vida me arrebató el tiempo

que necesité compartir contigo,

mas en mí guardaré tu imagen bella.

Madre querida, me faltó tu tiempo

y haber sido de tus años testigo.

En mí vives desde la noche aquella.