Descubrir el mar, observar su fuerza,

su continuo oleaje y magnífico andar,

sentir su atracción que asusta y perturba

cual una sinfónica con magia fatal.

Empuja temores, derrama su orgullo,

arrastra las ansias, renueva la vida,

va escanciando muchos sueños invisibles,

albor de esperanza, caricia del alma...

Sentarse en su orilla sobre blanca arena,

sentir el deleite del viento al pasar,

escuchar rumores de voces lejanas

que rezan, que lloran, parecen clamar.

Constantes sus olas golpean las playas,

acudes a ellas para ver qué traen,

y se van sin verte, sin ningún adiós...,

renovando así su incesante andar.

El alma profunda de la enorme bestia

descansa en las noches meciéndose suave,

su bocona inmensa apenas susurra,

las sirenas cantan su canción de cuna.

¡A veces despierta con vientos y truenos,

con furia que nace desde sus entrañas,

y luego arremete con mucha violencia

embistiendo todo lo que halla al paso!

Después se retira cual si fuera un niño,

muy arrepentido de haber destruido

un juguete caro de bellos colores,

cuando el arrebato de capricho y llanto

perturbó el sosiego, el orden, la paz...