Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
58 – Primavera 2020
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Reconozco que me ha costado mucho escribir este artículo. Las razones son varias. Mientras escribo esto, el ministro de Sanidad acaba de dar las últimas cifras oficiales de fallecidos por la COVID-19: 18.056 muertos. Es una cantidad escalofriante, pero mucho más escalofriante es pensar que quizás sea el doble si consideramos que sólo se contabilizan aquéllos que han fallecido con un diagnóstico claro de infección por coronavirus. Al menos, eso es lo que se desprende de la lectura de los informes MoMo del Instituto de Salud Carlos III. Cuando pase todo esto, habrá que examinar con detalle qué es lo que ha pasado, quiénes son los responsables de este desastre y cómo se puede evitar que pase otra vez. Pero ahora no es el momento.
El coronavirus SARS-Cov2, causante de la enfermedad COVID-19
(origen de la imagen: NIAID Integrated Research Facility (IRF) in Fort Detrick, Maryland. Wikipedia)
Otra razón por la que me ha costado escribir esto es más prosaica. Todos aquellos que han leído mis contribuciones saben que siempre me gusta comenzar con alguna historia o anécdota para introducir el tema. En este caso tenía pensado utilizar la historia del origen del topónimo de Torrevieja para ello. Seguramente todos conocen que estas costas se vieron asoladas periódicamente por las incursiones de los piratas berberiscos con el objetivo de tomar botín y esclavos. Para intentar detenerlos se llevaron a cabo diversas acciones, entre ellas la construcción de torres defensivas a lo largo de la costa, como la del cabo Roig, la del cabo Cervera, o la que dio nombre a la ciudad de Torrevieja. Pues bien, uno de los libros de divulgación científica sobre el mundo de los virus lleva el sugerente título de Piratas de la célula. Lo leí durante la carrera, así que podría decirse que ahora está anticuado, pero su idea principal todavía es válida. Un virus lo que hace es piratear la maquinaria de la célula para hacer más copias de sí mismo. A mí me resulta fascinante que algo tan simple que ha sido definido como «una mala noticia envuelta en proteínas» pueda ser capaz de tomar el control de algo tan complejo como una célula humana. En el caso del coronavirus, su «libro de instrucciones» o genoma tiene 30.000 letras y tan sólo codifica para 29 proteínas. Nuestras células tienen un genoma con 3.000 millones de letras y podemos expresar unas 20.000 proteínas distintas, a las que habría que añadir otros 20.000 elementos génicos en forma de RNAs reguladores. En ese sentido, un virus es un auténtico David contra Goliath (lo malo es que Goliath somos nosotros).
Torre del Moro en el cabo Cervera (origen de la imagen: Wikipedia)
Pero nuestro cuerpo también tiene sus defensas para protegerse del virus e incluso vencerlo. Algunas de esas defensas son estáticas, como las antiguas torres de defensa a las que he hecho referencia. Son muy eficientes para protegernos de los numerosos patógenos a los que nos vemos enfrentados todos los días. Lo que ocurre es que el coronavirus «sabe» cómo sortearlas y pasar inadvertido. En realidad, el coronavirus SARS-CoV2 es un producto más de la evolución biológica. Por mucho que digan los conspiranoicos, no ha sido creado en ningún laboratorio super-secreto lleno de diabólicos científicos. En realidad, ha sido la propia Naturaleza, ya que no es una bonachona madre, sino el bioterrorista más peligroso que conocemos.
¿Por qué sabemos que el virus SARS-CoV2 ha surgido de manera natural y no artificial? Pues porque, como en todos los crímenes, la madre Naturaleza nos ha dejado un montón de pistas. Aunque también hay que decir que ha contado con nuestra inestimable ayuda para crear al SARS-CoV2. Así que podríamos decir que hemos sido cómplices en la creación de uno de los más eficientes asesinos de la humanidad. Bueno, no es la primera vez que lo hemos hecho: en esta misma revista ya comenté hace un tiempo cómo también echamos una mano a la Naturaleza para crear el virus del SIDA.
Juguemos un poco a los CSI. La primera pista de este virus aparece en el año 2013, en las heces de un murciélago de herradura de la especie Rhinolophus affinis, que fueron recolectadas en la provincia china de Yunnan. ¿Por qué se estaba haciendo ese muestreo? Pues porque en el año 2003 hubo el famoso primer brote de SARS por coronavirus en China (ahora denominamos a ese virus como SARS-CoV1) y se encontró que provenía de murciélagos. Así que los chinos se pusieron a recolectar muestras de virus para estar preparados para un nuevo brote de ese tipo de virus. Y en parte parece que han demostrado que estaban preparados para el brote del SARS-CoV2 si hacemos caso a sus cifras oficiales (aunque aquí cabe indicar que ya han mentido en dos ocasiones por lo menos, una al intentar ocultar el brote, y otra cuando tuvieron que reconocer que tenían más infectados de los que realmente decían). Volviendo a las heces murciélago del año 2013, lo que encontraron los científicos chinos fue un coronavirus que era bastante eficiente en la infección de células humanas. Dicho coronavirus, denominado WIV-CoV, fue estudiado en otros laboratorios de diversas partes del mundo, e incluso se publicó un artículo en 2016 en el que se indicaba que ese virus era una amenaza porque podía «saltar» e infectar a los humanos. Ahora sabemos que el WIV-CoV y el SARS-CoV2 son casi idénticos, pero no son el mismo virus.
Murciélago de herradura
(origen de la imagen: Lylambda (lylambda@gmail.com). Wikipedia)
La segunda pista es un pangolín. Un animal un poco extraño, ya que es un oso hormiguero con escamas. Este animal es una doble víctima, tanto del coronavirus como del ser humano. Si un pangolín se infecta por un coronavirus del murciélago, lo que le ocurre es que va a morir de neumonía. Por si fuera poco, resulta que las escamas del pangolín están muy valoradas en la «medicina» tradicional china, así que hay un tráfico ilegal de esos animales desde otras partes del mundo hacia China. El caso es que a principios del año pasado se incautaron de unos pangolines malayos en China que se intentaban introducir de contrabando. Muchos de los pangolines estaban enfermos, y lo que se encontró en sus pulmones fue un coronavirus, que a su vez estaba relacionado con WIV-CoV de los murciélagos de herradura. Pero con el brote de SARS-CoV2 también se vio que había una relación. La hipótesis inicial fue que el virus del murciélago saltó al pangolín y de éste a los humanos en el ahora famoso mercado de animales vivos de Wuhan. Sin embargo, con los resultados de los últimos análisis realizados, hay otra hipótesis que parece indicar que el salto al pangolín es independiente del salto a los humanos.
La tercera pista es el propio murciélago. Resulta que estos pequeños mamíferos alados, además de avisar al rey Jaime I del ataque de los moros, también tienen un peculiar sistema inmune que es especialmente efectivo contra los virus. Pero paradójicamente, ese sistema inmune tan eficaz ha provocado que los virus que afectan a los murciélagos sean muy eficientes en multiplicarse de manera muy rápida para así sobrepasar las defensas del hospedador. Si eres un murciélago y te infecta el SARS-CoV2, lo más seguro es que sólo sufras una especie de catarro; pero si eres un ser humano, o un pangolín, puede que acabe con tus pulmones en cuestión de días.
La última razón por la que me ha costado tanto escribir este artículo es la ingente cantidad de información que está apareciendo sobre este tema a cada día que pasa. Hay tanto y tan variado que es muy difícil estar actualizado. Si uno se va a la base de datos PubMed y pone como término de búsqueda «COVID-19», le aparecerán más de 4.000 artículos. Algo impresionante si tenemos en cuenta que la enfermedad fue bautizada en febrero de 2020. Además, hay un montón de buenos divulgadores científicos que están haciendo una estupenda labor de difusión de dichos resultados. En español, yo recomendaría el blog de Ignacio López-Goñi (https://microbioun.blogspot.com/), y la cuenta twitter de la Sociedad Española de Microbiología (https://twitter.com/SEMicrobiologia). La mayor parte de esos artículos están dedicados a dos cosas: o bien al desarrollo de una vacuna o bien al desarrollo de un medicamento antiviral. Voy a comentar de manera breve ambos aspectos.
Con respecto a la vacuna, mientras escribo esto se ha comunicado que en China van a empezar la fase I del ensayo clínico para dos candidatos a vacuna, aunque el primer ensayo de un candidato fue en marzo de 2020. Según la OMS, hay en desarrollo unos 44 candidatos a vacuna en diferentes partes del mundo. Y se está utilizando todo tipo de tecnologías para conseguirlo. Yo soy optimista y creo que conseguiremos tener una vacuna en menos de dos años. ¿Por qué soy tan optimista? Pues por la sencilla razón de que ya sabemos hacer vacunas contra los rotavirus. Lo que pasa es que hasta ahora sólo hemos hecho esas vacunas para tratar enfermedades animales, como por ejemplo la coronovirosis canina. También tenemos una gran experiencia acumulada de cuando surgió la epidemia del SARS en 2003. Así que no empezamos de cero.
Ahora, aunque tener esa experiencia nos va a permitir desarrollar antes la vacuna, no va a significar que podamos acelerar las etapas para demostrar que esa vacuna es efectiva. Por eso vamos a tardar menos de dos años si tenemos suerte. La vacuna es un medicamento, y como tal debe ser sometida a un ensayo clínico para demostrar que es segura y que es efectiva. Y un ensayo clínico completo requiere al menos un año para su desarrollo. No hay atajos. Finalmente, una vez tengamos la vacuna, hay que producirla en masa. De poco sirve tener una vacuna efectiva si sólo podemos producir 100 dosis. Se necesita poner a punto una instalación de biotecnología industrial de las más complejas que se conocen. Y para eso también se necesita tiempo.
Y en cuanto a los tratamientos antivirales, se están probando literalmente cientos de ellos. Lo malo es que sólo unos pocos han mostrado una auténtica efectividad en las primeras fases de los ensayos clínicos. Quizás uno de los más prometedores sea el flavipiravir, un antigripal que ahora mismo va a iniciar la fase III del ensayo clínico (eso quiere decir que en la fase II ha mostrado buenos resultados). Uno de los principales avances en este campo ha sido la reciente publicación del «interactoma» de las proteínas virales con las proteínas de nuestras células. Al principio he comentado que el virus sólo codifica para 29 proteínas. Pues bien, el «interactoma» es un mapa que nos permite ver cómo 26 de esas 29 proteínas víricas interaccionan con nuestras proteínas y las «esclavizan». Pero lo más importante es que al conocer ese tipo de interacción se puede diseñar qué tipo de molécula puede romperla, y por tanto liberar a nuestras proteínas del ataque de esos piratas moleculares.
Interactoma del SARS-CoV2. Los rombos rojos son las proteínas del virus.
(origen de la imagen: Gordon et al. 2020)
Bibliografía
Andrew Scott. Piratas de la célula
https://www.amazon.es/Piratas-celula-Andrew-Scott/dp/8433550993
Bad News Wrapped in Protein: Inside the Coronavirus Genome
No, el coronavirus no se ha escapado de un laboratorio
https://microbioun.blogspot.com/2020/04/el-origen-del-coronavirus.html
The bats behind the pandemic.
http://www.rationaloptimist.com/blog/bats-behind-the-pandemic/
SARS-like WIV1-CoV poised for human emergence.
https://www.pnas.org/content/113/11/3048
Evolutionary origins of the SARS-CoV-2 sarbecovirus lineage responsable for the COVID-19 pandemic
https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2020.03.30.015008v1.full.pdf
Bats’ immune defenses may be why their viruses can be so deadly to people
https://www.sciencenews.org/article/bats-immune-system-viruses-ebola-marburg-people
The COVID-19 vaccine development landscape
https://www.nature.com/articles/d41573-020-00073-5
Coronavirus treatments: A list of the most promising medical treatments for COVID-19
Influenza antiviral Avigan® (favipiravir) to enter Phase III trials in COVID-19 patients
A SARS-CoV-2-Human Protein-Protein Interaction Map Reveals Drug Targets and Potential Drug-Repurposing